Capítulo 0003

Cielo:

Realmente el día iba como la m****a, estaba segura de que no cambiaría, ¿mente positiva? Por favor, todo tiene un límite y el mío fue casi matar a un hombre, le rompí la nariz con mis tetas, era vergonzoso, si tuviera que ser positiva, tendría que estar pensando en ese pecho duro, que mis manos tocaron, era tan duro como el de Martin, y ante su recuerdo no pude evitar hacer una mueca.

— ¿Te duele la rodilla? — mis ojos buscaron al hombre tatuado, ¿Por qué eran tan estúpidos de arruinar sus rostros? Jamás lo entendería.

— No, creo que de los dos el más afectado has sido tú, por cierto, soy Cielo. — ya casi habíamos llegado a la enfermería, y me pareció que lo adecuado era al menos saber el nombre de la persona que casi aplaste hasta la muerte.

— Cielo, lindo nombre. — ¿me estaba coqueteando?

— Sí, tan lindo como la dueña. — asegure guiñándole un ojo, no sería el primer idiota que se quisiera hacerse el chistoso, ilusiona a la gorda, por favor, ya nadie me puede ilusionar.

— Sin duda alguna. — murmuro, sin soltar mi mano, bien, esto ya fue demasiado.

— A no ser que tu cerebro perdiera la capacidad de manejar tus miembros, ¿podrías regresarme la mano? — sonrisa de costado, ojos agudos, definitivamente está coqueteando, hombres, son capaces de darle a todo lo que se mueve.

— Lo siento. — refuto, claro que no lo sentía en absoluto. — Soy Gabriel Ángel. — su rostro resplandece como si me estuviera diciendo que es un multimillonario que está dispuesto a cumplir mis fantasías sexuales y que lo mejor que puedo hacer es solo brincar ante el regalo de la vida.

— Lindo apellido. — eso será lo único que obtengas de mí, si he aprendido algo en la vida, es mantener la distancia de idiotas que tatúan su rostro, me pregunto a qué pandilla perteneció antes de integrarse a la sociedad, no tiene ningún distintivo al menos a la vista, por suerte libera mi mano y al fin puedo abrir la puerta de la enfermería.

— Señor Ángel, ¡¿qué le sucedió?! — incluso la enfermera parece modelo y ahora comprendo lo que la rubia de recursos humanos dijo, claro que no encajo aquí.

— Yo estoy bien, atiende a nuestra visitante, se lastimo la rodilla. — la mujer me ve como evaluándome, sus ojos escrutan mi ropa, además de mi cuerpo, está viendo si mi ropa es de calidad o no, tanteando como tratarme y juro que se en el momento en el que descubrió que soy tan ordinaria como ella.

— Pasa a la camilla y quita tu pantalón, no creo que la botamanga suba por tu pantorrilla. — un pequeño bufido sale de mis labios, ¿acaso estamos en el instituto? ¿piensa que me romperá con eso que acaba de decir?

— Pero… — oh, no, no pienso pasar por la escena de héroe salvando a la gorda, y no necesito un príncipe de brillante armadura, por lo que respondo antes que Gabriel se involucre en mis problemas.

— No, claro que no sube, yo a diferencia de ti, si disfruto la vida, y eso se refleja en mi cuerpo, relleno de puro amor y placeres, de los cuales tu solo puedes soñar, gracias a patéticas dietas para tener un culo huesudo. — Gabriel me ve aun con la boca abierta. — De todas formas, jamás dejaría que alguien tan poco profesional como tú me revisara, ni siquiera que me tocara, no sea qué en lugar de ponerme una bandita me amputes la pierna.

— ¿Qué? ¿poco profesional? — la mujer parece ofendida, aunque quizás este molesta de pasar vergüenza frente al fortachón a mi lado, mal por ella por meterse conmigo.

— Me acaba de pedir que baje mi pantalón delante de un hombre que no es médico, eso demuestra tu poca empatía o preocupación, sabes, si te pagan por algo, al menos hazlo bien, y yo, mejor ya me voy. — es cansador perder tiempo con esta clase de personas y mi tiempo vale mucho, estoy a punto de salir cuando lo escucho.

— Espera por favor. — me dice casi a grito y luego gira a ver a la enfermera. — Tu estas despedida, pasa por recursos humanos ahora mismo y pide a otra enfermera que venga de inmediato.

— Pero señor Ángel…

— Largo. — acabo de provocar que despidan a una persona, idiota sí, pero, aun así, no lo puedo permitir, detrás de idiotas como ella, suele haber una familia que cuenta con este dinero.

— No sabía que eres su jefe. — increpo al médico a mi lado, seguro que tiene una contusión, mentiroso. — Lo siento. — le aseguro a la mujer que ahora tiene los ojos llorosos. — No debes despedirla, si me hubiese dicho que eres el médico de la empresa me habría bajado el pantalón sin montar tanto lio. — la enfermera está a punto de hablar, pero el medico la detiene, dándome un poco de paz mental, no me gusta que las personas pierdan sus empleos, más por algo tan estúpido.

— Cielo tiene razón, olvida que estas despedida, trae el botiquín y ve a hacer cualquier cosa, lejos de aquí. — la mujer lo ve con sorpresa, mientras camino a la camilla y comienzo a desabrochar el estúpido cinturón. — ¡Ahora! — no es necesario que lo repita, la mujer le entrega un botiquín y sale del lugar.

— ¿Por qué la tratas así? No es necesario gritarle a los empleados, además se nota que es joven, y seamos honestos, si yo fuera ella, también me molestaría tener que atender a una mujer que ni siquiera trabaja aquí, cuando podria ganar puntos atendiendo al médico de la empresa. — bajo mi pantalón dándome cuenta de que si me cuesta pasarlo por los muslos quizás es tiempo de comprar un talle más, quizás debería hacer dieta, solo tal vez.

— ¿Llevas una faja? — su pregunta está cargada de indignación, ni que fuese el quien la llevara.

— Creo que deberías ver mi rodilla no mis calzones, además acabas de sacar a la enfermera, ¿Quién te atenderá? — le pregunto, aunque lo que más quiero es gritarle que es un embustero, no tienes una m****a en tu cabeza, más que tomarme el pelo.

— Ya te dije que estoy bien, hasta el momento no tengo nauseas, ni mareos, solo un leve dolor punzante. — quizás la que exagero todo soy, yo. De pronto Gabriel está demasiado cerca, pero no me muevo, se lo que hace, se cree que me ruborizare o temblare, ¿en verdad tengo cara de que nunca me relacione con hombres guapos? — Ahora sube a la camilla. — bien, ahora si me ruborizo por mal pensada, el doctor solo estaba sacando el pequeño escalón de debajo de la camilla, y yo pensando que me queria provocar, ¿Cuándo me volví creída?

— Gracias, ser baja tiene sus ventajas, pero mucho más son las desventajas. — admito pisando el pequeño escalón y sentándome en la camilla.

— ¿Y cuáles serían las ventajas? Porque creo que las desventajas ya me las imagino. — su sonrisa es de lado y estoy pensando que tal vez lo juzgue mal y, él solo sonríe así, y no es que esta coqueteando.

— Causo ternura a la mayoría de los hombres, me ven como una hermana pequeña, eso es muy bueno para mí. Auch. — me quejo cuando me coloca desinfectante apretando con demasiada fuerza.

— Lo siento, tenías polvo. — su escusa no tiene sentido, llevaba mi pantalón y no se rasgó, además la escalera estaba alfombrada.

— Eso…

— Tienes piernitas blanditas. — sabía que al final solo me molestaría, ¿Por qué las personas no maduran?

— Y tú tienes el rostro tatuado y no te lo saco en cara. — rebato saltando de la camilla y tomando mi pantalón.

— No es con mala intención…

— Sí, claro, en todo caso, no necesito que un doctor me marque los defectos, ahora di lo que dicen todos cuando voy con un dolor de cabeza o porque no puedo dormir, hecha la culpa a que mi pierna se dañó por mi obesidad, envíame a ver a una nutricionista, Dios, ¿qué clase de médicos existen hoy en día? — el idiota está de pie, y para cuando termino mi discurso ya con mi pantalón puesto y sin bandita, decido que es hora de salir de este estúpido lugar.

— Espera no te puedes ir. — estoy tentada a sacarle el dedo mayor.

— Solo mira como lo hago. — rebató burlesca pero entonces Gabriel se tambalea.

— Estoy mareado, creo que necesitare que me lleves al hospital. — madre mía, tal vez es hora de hacer dieta, si necesito llevar a un hombre al hospital por caerle encima, tal vez, estoy más que llena de amor y placeres.

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