La reina tragó saliva, pues no sabía cómo decirle a su hija lo que solo eran sospechas desde hace años, pues como tal, Henry no había sido descubierto en ninguna de las cosas que hiciera. —Cuando tu hermano y Henry empezaron a convivir acá en el castillo, Henry constantemente se quejaba de algunas maldades que Frederick le hacía, todo era tan convincente, que con tu padre en más de una ocasión le creímos, además, no podíamos dejar de lado el sentir lástima por él, pues siendo tan pequeño, había perdido a sus padres, sin embargo, poco a poco las actitudes que fue tomando, dejaron en evidencia que, lo que decía tu hermano, al desmentir los ataques, no era más que la verdad. Henry llegaba al punto de lastimarse a sí mismo, con el fin de acusar a tu hermano y que nosotros estuviéramos en contra de nuestro propio hijo —le contó la reina a su hija, quien la escuchó asombrada. —Pero… de todas formas, eso fue cuando pequeño —dijo Samantha, pues había visto en sus primos una actitud similar,
Los gemidos y jadeos de Selene, para el rey, eran como leña en una hoguera. Cada sonido de placer emitido por ella, incrementaba el deseo en Frederick, quien besaba y lamía esos erguidos botones como si fueran el manjar más apetitoso. Las piernas de Selene se aferraron a la cadera del rey con mayor fuerza, haciendo que su centro chocara con la pelvis del monarca, por lo que, una de sus manos se movió hacia una de las blancas y tersas piernas, y las empezó a acariciar con lentitud, mientras su boca abandonó los senos de su prometida, para empezar a dejar un camino de húmedos besos que pasaron por el abdomen de la joven dama, que subía y bajaba erráticamente. La ansiedad estaba haciendo más estragos en la cabeza de Selene, que los mismos besos y caricias de su prometido, pues ella no sabía qué era todo eso que estaba sintiendo y, aunque muy placentero, también la invadió el temor a lo desconocido. —Su Majestad —susurró jadeante. —Lady Selene… —respondió suave, al separar sus labios
Selene no pudo evitar desviar su mirada hacia el paisaje que se divisaba a través de la ventanilla del carruaje, su corazón latía acelerado, sin embargo, se sentía contenta y profundamente confundida. Un sentimiento de vergüenza la azotó al recordar lo que acababa de vivir con el rey en medio de la nada. Eso no estaba bien, así, no había sido criada ni educada, pero se sintió tan bien, que el deseo de seguir experimentando aumentó en su interior. «De todas formas seremos esposos… », pensó intentando quitarse ese sentimiento de culpa de encima. —¿Pasa algo? —preguntó Frederick al sentir como la mano de Selene se había puesto rígida, dejando de mover su pulgar alrededor de su mano. Selene giró sin entender la pregunta, pero un escalofrío recorrió su cuerpo al ver la mirada intensa del rey, sobre ella. Tragó saliva, pero no se atrevió a decir nada, así que, negó y sonrió tímidamente. —No necesita ocultarme las cosas —dijo el rey y ella se sorprendió —. Sé que algo sucede, por favor
Selene estaba petrificada ante la imagen de los cinco hombres que la tenían rodeada. No reconocía a ninguno, ni tampoco entendía lo que querían de ella, pero lo cierto era, que ahí estaban dispuestos a atacarla. Ella miró a los lados y prefirió arriesgarse, antes de que le hicieran algo, así que, empezó a correr hacia uno de los espacios entre los hombres, lo único malo, fue que eso la alejaba más de la casa de Barón. —No corras, muñequita —dijo uno de los hombres y soltaron una carcajada. Se estaban burlando de ella y fue tarde cuando Selene se dio cuenta de que había caído en su trampa, pues la hicieron alejar más de los guardias y dos hombres más, que ella no había visto antes, salieron a su encuentro, atrapándola con fuerza entre sus brazos. —¡Auxilio! —gritó la joven dama, pero rápidamente le cubrieron la boca con un trapo sucio y maloliente, que le revolvió el estómago. Selene intentó con todas sus fuerzas soltarse del agarre, pero no fue posible, los hombres eran mucho
Selene no sabía qué hacer, sus gritos desesperados tenían igual de angustiados a los guardias, que estaban entre ayudar al rey y mantener a los bandidos prisioneros. El atacante había caído nuevamente al suelo, como si estuviera desmayado ante el esfuerzo, sin embargo, no podían confiarse, justo como ya había sucedido. La humedad corrió desde el costado hacía la pierna de Frederick, el dolor fue como brasa caliente, él se llevó una mano a su costado, mientras su vista empezaba a nublarse.¿Moriría? ¿Era así como terminaría su vida? El dolor le dejó sin aliento, Frederick no quería cerrar los ojos. Luchó para mantenerse despierto, sobre todo, por Selene, pero cada segundo que pasaba, hacía de esa tarea algo imposible.—Frederick —la voz de Selene estaba desgarrada por el dolor y la angustia, su rostro estaba bañado en lágrimas y su corazón estaba siendo atravesado por miles de dagas.—Mi Lady —llamó uno de los guardias, tocando su hombro.Selene se agitó ante las acciones del guardia
Las doncellas inclinaron la cabeza en señal de respeto, mientras la mujer que respondió mal, tuvo que morderse la lengua y aceptar el mandato de Selene.—Como usted ordene, mi Lady —susurró con los dientes apretados.Selene miró a las mujeres por un largo momento.—Hay algo más que necesito de ustedes, nadie, que quede claro, nadie puede saber lo que ha ocurrido acá. Tiene terminantemente prohibido hablar, murmurar o mencionar siquiera el nombre del rey —ordenó Selene, ella odiaba sonar prepotente, autoritaria o de la manera que las mujeres quisieran verla, pero la vida de Frederick era más importante que todo.Las doncellas, volvieron a asentir, sin embargo, no todas pudieron quedarse calladas.—La Reina madre tiene que saberlo —protestó la mujer.Selene afiló la mirada, su rostro se transformó ante los ojos de las doncellas, en especial de aquella rebelde mujer.—Si la Reina madre o cualquier otra persona llega a enterarse, ninguna de ustedes seguirá en esta casa, ¿he sido clara? —p
«Selene… Mi Selene»—Estoy aquí, Su Majestad —le susurró.Selene dejó la carta sobre la mesita y se acercó a Frederick, le tocó la frente para medir su temperatura, seguía caliente, pero ya no parecía quemar como lo había hecho antes. —Estoy aquí, no voy a irme —le prometió cogiendo su mano y estrechándola entre sus dedos.Frederick se movió inquieto, su corazón estaba agitado ante los recuerdos que situaban a Selene en grave peligro.—Mi Lady, no voy a permitir que algo malo le suceda —murmuró Frederick y frunció el ceño—. No importa si tengo que dar mi vida —añadió con dolor.Selene no pudo evitar que sus lágrimas se derramaran por sus mejillas al escuchar lo que Frederick estaba dispuesto a hacer por ella. Una opresión se formó en su corazón, ¿qué es lo que ella había hecho por él? ¡Nada!, no había hecho nada, lo había estado acusando y desafiando. Había hecho muchas cosas que no debió de hacer, pero era tarde para el arrepentimiento, todo lo que podía hacer, era mejorar las cosa
Henry miró a su madre con cierto resentimiento, quizá era por la bofetada que le había dado, tal vez era porque no le había dejado tener la vida que deseaba y estaba llevándolo a límites que no imaginó llegar tan pronto.—Tienes que ser más listo, Henry —expresó Anabel recomponiéndose. Había perdido la compostura y eso no era digno de la madre del futuro rey de Astor.—Debería dejar que haga las cosas a mi manera, madre, le recuerdo que, sin Frederick, el futuro rey de Astor seré yo y no usted —le señaló.Anabel lo miró con la ceja levantada.—Apenas eres un polluelo, Henry, ¿crees que podrás con todo tú solo? —le preguntó, había cierta ironía en la voz de Anabel—. Date cuenta de lo que acabas de hacer, ni siquiera puedes justificar el motivo de un secuestro, no es Selene tu objetivo, sino Frederick, sin él, todo, absolutamente todo, será tuyo, ¿lo comprendes cariño? ¡¿O quieres que te lo explique con manzanas?! —explotó de nuevo.Henry apretó los dientes, su mandíbula se tensó por la