27. Muero por usted

Los gemidos y jadeos de Selene, para el rey, eran como leña en una hoguera. Cada sonido de placer emitido por ella, incrementaba el deseo en Frederick, quien besaba y lamía esos erguidos botones como si fueran el manjar más apetitoso.

Las piernas de Selene se aferraron a la cadera del rey con mayor fuerza, haciendo que su centro chocara con la pelvis del monarca, por lo que, una de sus manos se movió hacia una de las blancas y tersas piernas, y las empezó a acariciar con lentitud, mientras su boca abandonó los senos de su prometida, para empezar a dejar un camino de húmedos besos que pasaron por el abdomen de la joven dama, que subía y bajaba erráticamente.

La ansiedad estaba haciendo más estragos en la cabeza de Selene, que los mismos besos y caricias de su prometido, pues ella no sabía qué era todo eso que estaba sintiendo y, aunque muy placentero, también la invadió el temor a lo desconocido.

—Su Majestad —susurró jadeante.

—Lady Selene… —respondió suave, al separar sus labios
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