32. Mi Rey

«Selene… Mi Selene»

—Estoy aquí, Su Majestad —le susurró.

Selene dejó la carta sobre la mesita y se acercó a Frederick, le tocó la frente para medir su temperatura, seguía caliente, pero ya no parecía quemar como lo había hecho antes.

—Estoy aquí, no voy a irme —le prometió cogiendo su mano y estrechándola entre sus dedos.

Frederick se movió inquieto, su corazón estaba agitado ante los recuerdos que situaban a Selene en grave peligro.

—Mi Lady, no voy a permitir que algo malo le suceda —murmuró Frederick y frunció el ceño—. No importa si tengo que dar mi vida —añadió con dolor.

Selene no pudo evitar que sus lágrimas se derramaran por sus mejillas al escuchar lo que Frederick estaba dispuesto a hacer por ella. Una opresión se formó en su corazón, ¿qué es lo que ella había hecho por él? ¡Nada!, no había hecho nada, lo había estado acusando y desafiando. Había hecho muchas cosas que no debió de hacer, pero era tarde para el arrepentimiento, todo lo que podía hacer, era mejorar las cosa
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