Frederick estaba mucho mejor, pero por ninguna razón había permitido que Selene se fuera de su lado, por lo que, se había quejado de un falso dolor y molestia en su herida. El rey jamás imaginó disfrutar tanto de la compañía y cuidados de su prometida, por lo que, duraba minutos enteros detallando las facciones de la joven, mientras dormía al otro lado de la cama. —Su Majestad, ¿hace mucho despertó? —preguntó Selene al verlo sentado y acomodado contra el respaldo de la cama.—No hace mucho, mi Lady, sin embargo, me preguntaba el motivo de su ausencia —susurró él, palmeando la cama.Selene se sonrojó, sin poder evitarlo, tener a Frederick cerca de ella, siempre suponía una gran tentación en la que ella no había querido caer y no porque no lo deseara, sino porque Frederick necesitaba recuperarse para volver al castillo de Astor. —Fui por un poco de agua, ¿le apetece, Su Majestad? —preguntó con voz temblorosa.Frederick asintió ligeramente, mientras Selene hacía una leve inclinación c
38. ¿Está segura?Selene experimentó un nuevo escalofrío, pero trató de serenarse, estaban al aire libre, ¿qué podía suceder? Los recuerdos de aquella vez en el riachuelo llegaron a su cabeza y el sonrojo fue inevitable, parecía ser que sería su estado actual de ahora en adelante.—De nuevo solos —susurró él sonriendo.Selene se acomodó en la silla, buscó varios títulos interesantes en los libros que estaban en la cesta.—¿Algo en especial que desee leer, Su Majestad? —preguntó, tomando tres libros que para ella parecían perfectos.—¿Qué libro le gustaría a usted leer? —le cuestionó él en respuesta.—No se trata de mí, Su Majestad, pero sí de usted —respondió con modestia.Frederick colocó su mano sobre los dedos de Selene, los que se aferraban a uno de los libros que Selene estaba sacando de la cesta, para que él escogiera. —¿Está seguro de que quiere leerlo?, Su Majestad —preguntó con una ligera sonrisa en los labios.—No.El semblante de Selene cambió de inmediato y estuvo
Samantha de Astor desafío las órdenes de su madre y contra toda buena conducta, se acercó a Henry, dejó que su trágica historia le diera un espacio en su corazón.—Quisiera que estos efímeros minutos se hicieran eternos, Su Alteza —murmuró Henry, viendo en dirección a la ventana, pero sin verla.—Su Alteza… —Sé que no es posible —le interrumpió Henry—, he estado tan solo, pero tengo que aceptar mi destino, no quiero que tenga problemas con la Reina Madre, mucho menos con Su Majestad, volveré a mi recámara y perdone el tiempo que le he robado —dijo en un tono tan conmovedor, que Samantha no tuvo duda de su tristeza y dolor.—Espéreme todos los días aquí, Su Alteza, le haré compañía, aunque solo serán efímeros momentos —ofreció, incapaz de detener su lengua.Henry inclinó la cabeza en señal de aceptación.—Viviré por esos momentos, Su Alteza —aseguró Henry.Samantha le regaló una corta, pero sincera sonrisa antes de girarse y abandonar la seguridad de la columna, apareciendo de nuevo a
—¿El rey pidió algo? —preguntó Selene, completamente confundida, pues apenas en la noche había decidido ir a la boutique y no comprendía lo que pasaba. —Así es, Mi Lady. Muy temprano en la mañana, el rey envió a uno de los sirvientes con sus requerimientos —le explicó el hombre y Selene solo pudo asentir —. Por acá —dijo y les señaló a las dos mujeres el camino al interior. Selene estaba sorprendida, jamás imaginó que, en un pueblo pequeño fuera a encontrar un lugar como ese, de hecho, podía arriesgarse a pensar en que ese era el negocio más grande e influyente del pueblo y eso le agradó, pues lo que se veía exhibido era más que llamativo y hermoso. —Mi Lady, ¿desea ver algo en especial? —preguntó el hombre y ella lo miró expectante. —Creí que me mostraría lo que solicitó el rey —aclaró Selene y el hombre rio. —Eso puede esperar, primero escoja lo que le llame la atención y después pasamos al encargo especial del rey, Mi Lady —contestó el hombre. —Está bien. Quisiera ver los ves
Selene se sentía totalmente nublada por la pasión que destilaba de los labios del rey y que parecía ahogarla en una bruma de deseo. Su cuerpo ardía ante cada roce, pero era como si quisiera quemarse en ese infierno especial, pues quería mucho más. Sin embargo, un sonido lejano la trajo de vuelta a la realidad, la forma en la que un chorro abundante de agua caía, le recordó su petición previamente hecha en el carruaje y se alejó de su prometido con la respiración agitada y las mejillas encendidas. —Lo siento, Mi Lady —se disculpó Frederick al ver que se había dejado llevar por la pasión que Selene despertaba en su interior —. Prometí respetarla y esto no puede pasar —dijo, pero Selene no refutó, aunque tampoco le dio la razón, pues para llegar a un momento como ese, los dos habían sido partícipes activos, por lo que, ambos eran culpables, pero ella no se sentía mal por el beso, sino por la disculpa del rey. —Su Majestad, será mejor que vaya a mi recámara a arreglarme. Llegué agotada
Selene se sintió arrastrada por aquel beso, sus manos rodearon el cuello de Frederick y sus dedos se enredaron en sus cortos cabellos, presionando su cuerpo al fuerte y vigoroso cuerpo masculino del rey.La pasión estalló ante aquel acto, Frederick no soportó más y deslizó sus manos sobre las redondas nalgas de Selene, presionando su cadera contra la suya, para luego elevarla en sus manos, haciendo que la joven atrapara su cintura con las piernas, al tiempo que emitió un gemido, que fue como combustible en el fuego del rey.El contacto entre sus cuerpos fue abrumador para ambos, Selene sintió cómo algo duro se frotaba contra su intimidad, haciéndola temblar y desear más de aquel contacto entre los dos. Frederick no podía apartarse de la boca de Selene, caminó con ella, tropezando un par de veces con la ropa tirada en el piso hasta llegar a la cama, donde depositó el cuerpo de Selene con sumo cuidado, provocando la indeseada separación. Sus ojos se encontraron, mientras sus pechos su
«Mi amor»Esas dos sencillas palabras sorprendieron a Frederick, pues las sintió tan reales y naturales, que lo tomaron por sorpresa, pero no se arrepintió de haberlas dicho. Por otro lado, Selene no estaba en mejores condiciones, porque no imaginó escuchar que el rey se refiriera a ella de esa forma y una ola tibia calentó su corazón. Los ojos de Selene se llenaron de lágrimas, pero a diferencia de las que habían abandonado sus ojos hace un momento, estas eran de felicidad. —¿Mi amor? —preguntó con timidez y Frederick sonrió. —No sé cuándo, no sé cómo, pero solo sé, que no quiero a ninguna otra mujer a mi lado. De alguna forma, usted se ha metido profundamente en mi mente y acá —dijo Frederick y señaló su pecho. Selene sonrió y con timidez colocó su mano sobre el pecho de Frederick, notando los latidos alocados de su corazón, ella no fue capaz de emitir palabra alguna. No tenía mucho que decir o más bien, no encontraba las palabras correctas a pronunciar, por lo que estiró su ros
Frederick necesitaba acelerar con urgencia la boda real y escaparse para casarse en cualquier capilla o iglesia de pueblo, no era una opción, pues donde se llegara a filtrar esa información, los comentarios malintencionados de los súbditos del reino, solamente recaerían sobre Selene. El rey soltó el aire con pesadez y decidió dejar de pensar en eso por un momento, a su lado reposaba tranquila su prometida y la visión era lo más especial que podía haber imaginado. Las mejillas sonrosadas, el cabello despeinado y suelto, la curva de la cintura y sus caderas desnudas junto a su pierna, solo lograron hacer que su cuerpo reaccionara, pero debía controlarse; Selene no estaba acostumbrada, su cuerpo aún estaba conociendo nuevas sensaciones y él sabía que después iba a estar resentida por la actividad hecha, además, no debía olvidar que no habían comido nada desde la tarde anterior. Con cuidado, Frederick movió el cuerpo de Selene de encima de él y la dejó descansar más tiempo, mientras él