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39. Es todo un placer

Samantha de Astor desafío las órdenes de su madre y contra toda buena conducta, se acercó a Henry, dejó que su trágica historia le diera un espacio en su corazón.

—Quisiera que estos efímeros minutos se hicieran eternos, Su Alteza —murmuró Henry, viendo en dirección a la ventana, pero sin verla.

—Su Alteza…

—Sé que no es posible —le interrumpió Henry—, he estado tan solo, pero tengo que aceptar mi destino, no quiero que tenga problemas con la Reina Madre, mucho menos con Su Majestad, volveré a mi recámara y perdone el tiempo que le he robado —dijo en un tono tan conmovedor, que Samantha no tuvo duda de su tristeza y dolor.

—Espéreme todos los días aquí, Su Alteza, le haré compañía, aunque solo serán efímeros momentos —ofreció, incapaz de detener su lengua.

Henry inclinó la cabeza en señal de aceptación.

—Viviré por esos momentos, Su Alteza —aseguró Henry.

Samantha le regaló una corta, pero sincera sonrisa antes de girarse y abandonar la seguridad de la columna, apareciendo de nuevo a
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