Los meses siguientes a la coronación fueron un cúmulo de emociones, Selene y Frederick esperaban ansiosos el momento de conocer a su primer hijo, Leonor estaba segura de que se trataba de un varón por la forma del vientre de la Reina, Samantha se decantaba por la idea de tener una pequeña sobrina corriendo por los jardines, mientras los padres, solo rezaban a Dios porque su bebé naciera sano y fuerte. Fue esa mañana, cerca del atardecer, mientras Samantha y Selene daban un paseó por el jardín que todo comenzó y el castillo entero se puso patas arriba.—¡Oh, por Dios! —gritó Selene al sentir un fuerte tirón en su bajo vientre, sus manos se colocaron bajo el bulto, como si quisiera sostenerlo, pero nada apaciguó aquel primer ramalazo de dolor.—¡Selene! —gritó Samantha al verla doblarse de dolor y apretar los dientes.—¡Creo que es el niño, Sam! ¡Mi bebé está llegando! —exclamó en medio de otro fuerte dolor que le robó el aliento.Samantha agrandó los ojos y por un momento entró en pán
La felicidad no abandonó el castillo de Astor, luego del nacimiento del heredero, la Casa Real volvió a vestirse de gala, el matrimonio de Samantha y Marcus no pudo esperar más y solo tres meses después se estaban jurando amor eterno ante Dios, ante los reyes y ante el pueblo. Samantha se veía radiante con su hermoso vestido blanco, digno de la princesa que era, sus ojos brillaban con emoción cada vez que se encontraba con la mirada de su ahora esposo. El deseo estaba latente en ellos y ninguno podía negarlo. Era tanto, que estaban deseando poder escabullirse de la gente para estar un momento a solas, pero no fue hasta muy tarde que pudieron hacerlo. Marcus miró a su esposa, era sin duda una de las mujeres más bellas que había tenido la dicha de conocer, estaba feliz de compartir su vida y su futuro con Samantha. —¿Por qué me miras de esa manera? —preguntó la joven, sintiendo un nudo en la garganta. Las manos le sudaban por el nerviosismo. Había deseado tanto poder estar a solas con
El llanto de un niño sonaba por todo el lugar, mientras su madre lo apretaba contra su pecho y mantenía la mandíbula tensionada, sin quitarle la mirada de encima al rey.—¡No puedes hacer esto! ¡No le puedes hacer esto a tu nieto! —gritó finalmente la mujer, ganándose una mirada fría y penetrante del rey.—Anabel, tu esposo… ¡Mi hijo! Ha atentado contra mi vida y ¡eso es algo que no voy a permitir! —respondió tajante —. Héctor ha sido condenado a decapitación pública, por traición, su título de “príncipe” le ha sido retirado y tú… —se acercó a la mujer y a su nieto —, después de la decapitación dejarás de vivir y pertenecer al palacio, pero a Henry lo dejarás acá, pues no pienso permitir que mi nieto tenga un corazón corrompido como el de sus padres, porque no creas que no sé, que tú incentivaste a mi hijo a traicionarme.—¡Entonces mátame a mí también! —lo retó la mujer, pero el rey negó.—Tu castigo será perderlo todo… Todo el lujo con el que siempre soñaste, se quedará solo en eso,
El viento soplaba con fuerza sobre el bello rostro de la joven que cabalgaba por el campo abierto, propiedad de sus padres. Si sus padres la vieran usando el vestido que le dieron en la mañana, estaría en grandes problemas, pues no debía estarlo usando todavía, pero la tentación le ganó, además de que se quería ver hermosa en ese momento. Selene espoleó su caballo y avanzó por el terreno hasta llegar a una de las zonas rocosas que solía visitar cada semana. Cada vez que él venía a verla.—¡¿Henry?! —medio gritó, medio preguntó y no dejó de mirar ansiosa, en busca del hombre.Selene se bajó del lomo del caballo y caminó hasta llegar bajo la sombra de un frondoso árbol, donde ató su montura a una de las ramas y se sentó sobre una redonda roca, asegurándose de no arruinar su vestido.—¡Henry! —llamó nuevamente al pasar unos minutos y no obtener ninguna respuesta por parte del hombre.Selene suspiró y esperó unos pocos minutos más, estaba impacientándose y preocupándose en igual medida.—
Selene abrió los ojos como dos grandes luceros. Ella no lograba entender nada de lo que sucedía, pero lo cierto era, que sus padres se dirigían a un hombre diferente a Henry… Su Henry. Alguien tosió, llamando la atención de todos. Fue Henry que al escuchar esas palabras se atoró brevemente, pero logró recuperarse y, al menos, nadie sospechó lo mal que le había caído la noticia. Por su mente pasaron muchas cosas, entre esas, que, si no hubiese dejado de ser el heredero al trono, sería Selene la que anunciaran como su futura esposa, en vez de la de su primo y a esa conclusión llegó, porque la tradición mandaba que, cuando naciera la mujer destinada a ser reina, ese pacto se hacía entre los padres del futuro rey y los de la niña, lo que significaba que, cuando él tenía seis años, Selene había podido ser seleccionada como su futura esposa, pero todo había cambiado. ¿Podía ser cierto eso o Selene había sido seleccionada para su primo?, esa pregunta le robó la paz por un momento, pero sa
—¡Es imposible! —gritó la reina ante las palabras de su hijo.—Mira por ti misma y me dirás lo imposible que es, te lo he dicho mamá, no todo lo que brilla es oro, mientras tú la consideras una buena candidata para ocupar tu lugar como reina consorte, para mí no es más que una ramera.—¡Frederick! —exclamó asombrada con la forma en la que su hijo se refería a la jovencita en la mitad de la pista de baile. —No sé lo que haremos, pero no me pienso quedar sin saber la verdad —advirtió y su madre se limitó a asentir, mientras daba una sonrisa incómoda hacia los invitados, quienes miraban con curiosidad toda la escena. La Reina Madre se aclaró la garganta y se acercó con gracia hacia uno de los sirvientes del castillo, le susurró algo al oído y con agilidad volvió a su puesto, junto a su molesto hijo, que no dejaba de mirar con el ceño fruncido a su primo Henry, quien parecía disfrutar un poco del malestar en el rostro de Frederick. En efecto, Henry no solo se había puesto en una zona v
«Debes ser el único esposo que Selene debe tener» Aquellas palabras echaron raíces en el corazón y la mente de Henry, y su deseo de hacer que Selene fuera suya, fue más grande que cualquier otro anhelo, pero para conseguirla a ella, primero debía recuperar su reinado. La corona le pertenecía por derecho, de la misma manera que lo hacía Selene Russell. Henry miró a su madre y una sonrisa extraña se marcó en su rostro, mientras por su mente pasaron varias alternativas de lo que podía hacer, para que el compromiso de su primo y Selene durara menos de lo que duró el anuncio. Lo primero que tenía que hacer, era conocer el acuerdo al que había llegado la familia real y la familia Russell, eso sería el principio de todo. —Mamá. —Escucha muy bien, Henry, no puedes permitir que ellos sigan cometiendo atropellos en tu contra, tú mi precioso niño, deberías ser quien estuviera sentado en el trono y no el nieto de una ramera. ¡Una simple concubina! —gritó con enojo. Henry también lo pensaba, n
Selene esperó a que su mamá saliera de la habitación y se dejó caer al suelo, pues nunca pasó por su cabeza, que un regalo inocente, como el que le había hecho a Henry, ahora fuera algo que la pudiera meter en más problemas de los que ya tenía. No solo a ella, sino también a Henry, si el rey o la reina llegaban a descubrir quién tenía el otro broche estaría completamente perdida y condenaría a Henry ante los ojos de su Majestad.Selene se cubrió el rostro con las manos, no tenía idea del castigo al que podrían ser condenados por su imprudencia. No tenía otra opción que tratar de recuperar la pieza y disculparse con Henry.Aquella verdad no hizo más que aumentar su malestar, las lágrimas se desbordaron por sus mejillas y no hizo ningún esfuerzo por detenerlas cuando volvieron a salir de sus ojos, pues ya no tenía salida alguna. Selene soñaba con que algún día las mujeres como ella, no tuvieran que verse sometidas a matrimonios obligados y acordados a su espalda, sino que tuvieran la voz