Selene abrió los ojos como dos grandes luceros. Ella no lograba entender nada de lo que sucedía, pero lo cierto era, que sus padres se dirigían a un hombre diferente a Henry… Su Henry.
Alguien tosió, llamando la atención de todos. Fue Henry que al escuchar esas palabras se atoró brevemente, pero logró recuperarse y, al menos, nadie sospechó lo mal que le había caído la noticia.
Por su mente pasaron muchas cosas, entre esas, que, si no hubiese dejado de ser el heredero al trono, sería Selene la que anunciaran como su futura esposa, en vez de la de su primo y a esa conclusión llegó, porque la tradición mandaba que, cuando naciera la mujer destinada a ser reina, ese pacto se hacía entre los padres del futuro rey y los de la niña, lo que significaba que, cuando él tenía seis años, Selene había podido ser seleccionada como su futura esposa, pero todo había cambiado.
¿Podía ser cierto eso o Selene había sido seleccionada para su primo?, esa pregunta le robó la paz por un momento, pero saber la verdad no sería nada fácil ni de ayuda, pues ahora con su primo como rey, él no podía hacer o decidir nada.
Las miradas de todos los presentes estaban sobre el rey y la jovencita, más de uno llegó a sentir un poco de lástima por ella, pues en su rostro se notaba la confusión y el desconocimiento de la decisión que habían tomado por ella desde su cuna.
—Selene, saluda al Rey Frederick de Astor —le dijo entre dientes su madre.
Toda la vida había sido una hija obediente, la única cosa en la que había desafiado las órdenes de sus padres, había sido en su amistad y enamoramiento de Henry, pero en todo lo demás, podían decir que era una hija modelo. Realmente, era la mujer perfecta para ofrecerle a un joven rey, que debía desposarse prontamente, sin embargo, por alguna razón ella no podía inclinarse para saludar al hombre delante de ella.
—Selene… —Clarise se pegó a su hija y discretamente le dio un ligero golpe sobre el brazo.
Selene la miró, queriendo negarse a saludar al hombre que habían elegido para ella, ¿cómo se supone que lo haría estando Henry presente? ¿Qué clase de persona sería si le hiciera tal cosa?
—Selene, por favor —pidió su madre junto a su oído.
La mirada de Selene fue hacia Henry, fue breve y cuando él asintió, fue para Selene una herida en el pecho, dio un paso al frente e hizo una profunda reverencia.
—Su Alteza —dijo a manera de saludo.
El rey se acercó a ella, tomó su mano y con unas facciones inmutables, dejó un beso sobre el dorso de esta, en muestra de saludo, pero había una tensión y frialdad en sus movimientos, que no pasó desapercibida ante ella.
—Mi Lady —expresó Frederick con seriedad y frialdad.
Selene sintió que el corazón se le enfriaba, trató de buscar discretamente a Henry con la mirada, pero él había abandonado su asiento y eso no hizo más que incomodarla y preocuparla. ¿Qué estaría pensando Henry de ella? ¿La consideraría una mentirosa? ¿Pensaría que lo había engañado a propósito? Cientos de preguntas acudieron a la cabeza de Selene y ella no podía ni dar respuesta a la más sencilla, pues ella no sabía de su compromiso. ¡Sus padres nunca le dijeron nada al respecto, no hicieron ni un solo comentario que revelara su futuro!
—Acompáñeme —pidió Frederick enseñándole el lugar vacío a su lado derecho, el lugar que estaba reservado para la futura reina.
Selene tenía la lengua dormida, no era capaz de contestarle nada, así que se limitó a asentir, pero todavía no era capaz de asumir su destino. ¿Esa era la forma en la que sus padres habían pensado celebrar sus dieciocho años? Era algo cruel y por su mente jamás había pasado esa posibilidad.
Caminó al lado del Rey Frederick y estando de pie a su lado, se encontró con todas las miradas de los presentes, esas mismas que había sentido clavadas en su espalda todo el tiempo desde su llegada. Algunos le sonreían y otros la miraban con pesar, haciéndola sentir más miserable de lo que ya era. Sus ojos barrieron ágilmente el lugar en busca de Henry y cuando se iba a dar por vencida, lo vio en una de las esquinas laterales del gran salón y notó que tenía el broche en su mano y no dejaba de mirarlo.
Los ojos de Selene picaron ante las ganas que tenía de llorar, pero el fuerte sonido de una trompeta la exaltó al punto de apartar la mirada de Henry y enfocarse en sus padres, que sonreían ampliamente, como si estuvieran ajenos al dolor que su decisión le estaba produciendo.
—Con ustedes, Lady Selene Russell, ¡futura reina de Astor! —anunció uno de los sirvientes reales.
Los aplausos inundaron todo el lugar, pero lo que debería ser una celebración, solo causaba desasosiego en el corazón de la reciente pareja y en el de Henry. Nadie en todo el lugar, más que ellos, eran conscientes de sus sentimientos.
La música empezó a sonar, rompiendo el ambiente protocolario y regalando un poco de relajación, pero los susurros y comentarios de los nobles y personajes sobresalientes, llegaban a los oídos de Selene como si fueran agujas, que poco a poco agrandaban una gran herida.
—Debemos salir a bailar —le dijo en tono bajo el rey, su reciente prometido. Ella moría de ganas de salir corriendo, negarse a cualquier cosa que le quisieran imponer y huir con Henry, pero sabía que eso solo era un sueño, ya que desacatar al rey era ponerse una condena encima —. Mi Lady… —le insistió y ella ya no pudo hacer más, que tomar la mano y salir ceremoniosamente a la mitad del salón.
Los movimientos de los dos eran forzados y casi estáticos, pero hicieron su mayor esfuerzo por no dejarse ver tan incómodos o al menos, eso fue lo que pensaron, hasta que poco a poco los invitados se empezaron a unir al ritmo de la orquesta real.
Henry miraba a la pareja en la pista de baile e internamente tenía un debate, para definir qué haría con lo que estaba pasando. Sus ojos se fijaron nuevamente en el broche que llevaba en su mano y decidió ponerlo en la solapa de su saco.
—Henry, invita a una de las muchachas a bailar —sugirió la reina madre.
Henry le sonrió de manera tensa, pero la reina no le presentó ninguna atención, ella estaba fascinada con la pareja que se movía con gracia y elegancia en la pista de baile, sin duda su difunto esposo y ella, no se habían equivocado en pactar el matrimonio de su hijo con la hija del Barón. Una chica elegante, educada y sumisa, la chica perfecta para Frederick.
Entre tanto, Henry buscó a una de las jóvenes menos agradecidas, no quería incomodar a Selene, pese a tener el corazón roto, pero no estaba dispuesto a dejarse ganar a la mujer que amaba, no sin al menos intentar algo.
El rey Frederick estaba concentrado en el baile y los movimientos gráciles de su prometida, la tensión del principio había cedido un poco, aunque en todo el tiempo, la mirada de Selene no se había encontrado con la suya, lo que lo confundía y atraída a igual medida, pues no era normal que una mujer en el reino rehuyera del rey, pero, por otro lado, esa inocencia y timidez, resultaban ser bastante atractivas. Sin embargo, saber que Regina estaba entre la multitud era algo que lo impacientaba, pues no sabía todavía cuáles eran sus sentimientos por ella y antes de aclararlos, su madre, le había hecho saber de su compromiso y la presión que estaban ejerciendo los miembros del Gran Consejo, porque no podía seguir reinando sin una esposa al lado.
Al darle un giro a Selene, un destello llamó la atención del rey Frederick, por lo que buscó de dónde había venido y una gran piedra verde destelló al recibir un rayo de luz. Sus ojos se posaron sobre un llamativo y extraño broche, que la joven llevaba decorando su vestido, sobre su corazón. No era una pieza común, era muy exclusiva y no cualquiera podía adquirir una, lo que le hizo saber de su importancia, pero no hizo ningún comentario al respecto y siguió bailando, evitando cruzar la mirada con la de Regina, que observaba en primera fila a la aparentemente, feliz pareja.
Henry se acercó poco a poco, para intentar escuchar cualquier cosa que su primo le dijera a Selene o viceversa, era poca la atención que le prestaba a su pareja, mientras que la chica se sentía como la más afortunada, pues había sido elegida para bailar con el príncipe del castillo.
El rey al girar un poco y ver a su primo bailando más cerca de lo que quisiera, no pudo evitar recorrerlo con la mirada y cuando sus ojos se posaron sobre su pecho, el cuerpo de Frederick se tensó al reconocerlo, el broche, el mismo que Selene traía sobre su pecho…
Cortó el agarre de las manos de Selene y se retiró como si tenerla cerca lo estuviera quemando. Ella quedó confundida y observada en la pista, mientras veía al rey alejarse de la forma más rápida posible e ir junto a la Reina madre, quien frunció el ceño al escuchar lo que su hijo le decía.
—¡Es imposible! —gritó la reina ante las palabras de su hijo.—Mira por ti misma y me dirás lo imposible que es, te lo he dicho mamá, no todo lo que brilla es oro, mientras tú la consideras una buena candidata para ocupar tu lugar como reina consorte, para mí no es más que una ramera.—¡Frederick! —exclamó asombrada con la forma en la que su hijo se refería a la jovencita en la mitad de la pista de baile. —No sé lo que haremos, pero no me pienso quedar sin saber la verdad —advirtió y su madre se limitó a asentir, mientras daba una sonrisa incómoda hacia los invitados, quienes miraban con curiosidad toda la escena. La Reina Madre se aclaró la garganta y se acercó con gracia hacia uno de los sirvientes del castillo, le susurró algo al oído y con agilidad volvió a su puesto, junto a su molesto hijo, que no dejaba de mirar con el ceño fruncido a su primo Henry, quien parecía disfrutar un poco del malestar en el rostro de Frederick. En efecto, Henry no solo se había puesto en una zona v
«Debes ser el único esposo que Selene debe tener» Aquellas palabras echaron raíces en el corazón y la mente de Henry, y su deseo de hacer que Selene fuera suya, fue más grande que cualquier otro anhelo, pero para conseguirla a ella, primero debía recuperar su reinado. La corona le pertenecía por derecho, de la misma manera que lo hacía Selene Russell. Henry miró a su madre y una sonrisa extraña se marcó en su rostro, mientras por su mente pasaron varias alternativas de lo que podía hacer, para que el compromiso de su primo y Selene durara menos de lo que duró el anuncio. Lo primero que tenía que hacer, era conocer el acuerdo al que había llegado la familia real y la familia Russell, eso sería el principio de todo. —Mamá. —Escucha muy bien, Henry, no puedes permitir que ellos sigan cometiendo atropellos en tu contra, tú mi precioso niño, deberías ser quien estuviera sentado en el trono y no el nieto de una ramera. ¡Una simple concubina! —gritó con enojo. Henry también lo pensaba, n
Selene esperó a que su mamá saliera de la habitación y se dejó caer al suelo, pues nunca pasó por su cabeza, que un regalo inocente, como el que le había hecho a Henry, ahora fuera algo que la pudiera meter en más problemas de los que ya tenía. No solo a ella, sino también a Henry, si el rey o la reina llegaban a descubrir quién tenía el otro broche estaría completamente perdida y condenaría a Henry ante los ojos de su Majestad.Selene se cubrió el rostro con las manos, no tenía idea del castigo al que podrían ser condenados por su imprudencia. No tenía otra opción que tratar de recuperar la pieza y disculparse con Henry.Aquella verdad no hizo más que aumentar su malestar, las lágrimas se desbordaron por sus mejillas y no hizo ningún esfuerzo por detenerlas cuando volvieron a salir de sus ojos, pues ya no tenía salida alguna. Selene soñaba con que algún día las mujeres como ella, no tuvieran que verse sometidas a matrimonios obligados y acordados a su espalda, sino que tuvieran la voz
«¡La reina está herida!»Fredrick no bajó del carruaje, saltó desde donde estaba y corrió para comprobar lo que su hombre acababa de gritar. Su corazón martillaba fuerte contra su pecho, tenía miedo, pero también un profundo enojo. Una ira que amenazaba con convertirse en un ciclón dispuesto a arrasar con todo a su paso.Entre tanto, Selene se bajó con la ayuda de una doncella, por un momento tuvo el deseo de echarse a correr en dirección opuesta al carruaje de la reina y escapar, dejar todo atrás y empezar de nuevo en un pueblo lejano, donde nadie supiera quién era ella o su relación con la Casa Real, sin embargo, su noble o más bien su tonto corazón la guio al carruaje, mientras el médico y la enfermera corrían para socorrer a la reina, pues ellos venían en el carruaje prestado por los Russell, unos metros detrás del suyo.Selene contuvo la respiración al ver a la poderosa reina, herida y manchada de sangre, sus ojos estaban cerrados, Frederick la cargaba entre sus brazos y por un m
El rey alcanzó a agarrar a su prometida, antes de que esta se diera un duro golpe al caer al suelo.—Niña tonta, no tenías que descuidarte, ¿ahora quién cuidará de ti? —murmuró olvidándose de las doncellas en la habitación.—Llamaré a uno de los guardias para que lleve a Lady Selene a su habitación —se atrevió a decir una de ellas, ganándose una mirada sería por parte del Rey. —No es necesario, me haré cargo de Lady Selene —dijo—. Llama al médico y tú, trae un poco de sopa caliente —ordenó.Las doncellas corrieron a cumplir las órdenes del Rey, mientras Frederick caminaba con Selene entre sus brazos. Se sentía raro de tenerla así, pero prefería ser él quien la llevara y no otro hombre. No estaba bien, que otro hombre pusiera las manos sobre la mujer que sería su esposa. La joven era tan liviana como una pluma, él se atrevería a decir, que pesaban más sus ropas, que su carne. Algo que no tenía sentido, el Barón Russell no estaba en la ruina, ¿por qué razón no alimentaba bien a la
Henry apretó los puños con fuerza, hasta que sus nudillos se tornaron blancos por la fuerza ejercida.—No tienes ningún derecho…—Te equivocas, Henry, entre tú y yo, el único que no tiene derecho a verla de ninguna manera eres tú. Selene Russell es mi prometida —le recordó Frederick con regocijo.El rey no podía olvidar el broche que había visto colgando en el pecho de Henry el día del baile, pues el significado de aquella pieza única solo podía manifestar el grado de intimidad o confianza que había entre los dos.Frederick respiró con discreción, trató de que el enojo no se adueñara de su corazón y exigiera a Henry una explicación, pues temía que no le fuera sincero. El rey no se engañaba con respecto a su primo, siempre había vivido con el temor de que no fuera distinto de su tío y se atreviera a atentar contra su vida.—Yo la conocí antes —refutó con rabia.—Ya era mi prometida, no hay manera de que puedas ganar o tenerla, Henry. Por tu bien y el bien de todos, mantente lejos de el
La Reina madre se quedó dormida en algún momento entre la llegada de Regina y el intercambio de palabras con el rey, lo que ocasionó ciertas dudas e incomodidad en Frederick, pues temía que su madre hubiera escuchado la declaración indirecta de la joven dama. Lo último que el Rey necesitaba era indisponer a su madre.Selene mientras tanto en su habitación, se dedicó a mirar por la ventana e intentar descubrir los puntos ciegos que el palacio tuviera, pues de alguna manera esperaba tener un poco de paz y poderse alejar de todo, pero las cosas no se veían nada fáciles, empezando por el guardia que siempre estaba cerca de su puerta.¿Era posible que su futuro esposo le hubiera puesto un vigilante las 24 horas del día? El solo pensarlo, la hizo alejar de la ventana y tumbarse en la cama, rindiéndose casi por completo. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida, sino hasta que unos golpes en la puerta y la voz de su doncella de cabecera, la trajo de nuevo a la realidad.—Mi Lady —lla
El camino que Selene había agarrado, satisfactoriamente, sí la llevó hacia una salida en la parte de atrás del palacio. Por los ruidos que venían del cuarto cercano y del que estaba separada solamente por una pared, supo que era la cocina y ahí estaban los guardias y trabajadores del reino, cenando al igual que lo hacía el rey, el príncipe y la invitada. Se apresuró, pero fue tan cuidadosa, que cualquiera que la hubiera visto, diría que iba levitando. Con los pies fuera del castillo, dio una última mirada para cerciorarse que nadie la había visto o la fuera a ver y salió corriendo lo más rápido que pudo, alejándose de la construcción, lo más posible. Selene llegó hasta la orilla del lago, había tenido curiosidad de verlo de cerca, caminó por su alrededor hasta llegar al puente de madera, ella miró de un lado a otro para asegurarse de que estaba sola. Su único acompañante, fue un ganso que pasó en ese momento por debajo del punto y graznó, llamando su atención. Levantó con cuidado s