—Estás preciosa —dijo la Reina Madre y se acercó a Selene. Acarició su mejilla con delicadeza —. Te ves como un ángel. Selene no fue capaz de contestar, sus ojos se llenaron de lágrimas que se obligó a contener, pues no quería arruinar su maquillaje, pero escuchar esas palabras le reconfortaba el alma, al tiempo que se la rompía en pedazos. Esas eran las palabras que debía escuchar de su madre, pero ahora la Reina era quien la protegía y cuidaba como a una hija. —He traído esto —anunció la reina y le puso un broche de plata con flores pequeñas y azules en el cabello a Selene. —Gracias —susurró Selene, quien estaba emocionada en exceso. —Un poco de suerte para todo el éxito que va a tener su matrimonio y reinado —espetó la Reina. La novia no aguantó más y se lanzó a los brazos de Leonor, ella la recibió con calma y todo el cariño del que era capaz. —¿Ya están listas? —preguntó Sam, entrando a la recámara de Selene. Apenas vio a su amiga y cuñada en brazos de su madre, se detuvo co
Marcus respiró profundo y se acercó al rostro de su prometida, los ojos de ella brillaban como luceros guiándolo por el camino. Sus labios impactaron con la mejilla de Sam, muy cerca de la comisura de sus labios. Marcus depositó un tierno beso, que le arrancó un suspiro a la princesa. Él era todo un caballero, esa era la mayor osadía que pensaba hacer, por más que deseara más; sin embargo, Samantha tuvo una idea diferente y antes de que Marcus se alejara de ella lo agarró de la camisa y con cuidado lo haló hacia ella, uniendo sus labios en un delicado beso, aunque así duró poco, pues la el deseo fue abrumador y el beso intenso. —Te amo tanto… —le susurró Frederick al oído a su esposa, enviando una corriente de excitación por todo su cuerpo.—Vámonos de acá —contestó Selene en tono bajo. El rey sonrió y rápidamente se incorporó para continuar la celebración de forma privada.Frederick y Selene se despidieron de sus invitados; sin embargo, ninguno de ellos se marchó, pues la fiesta co
—La mujer parece que se la tragó la tierra —dijo con frustración uno de los guardias reales. —¡Maldita sea! —gritó frustrado su compañero y golpeó con fuerza la vieja mesa que todavía permanecía en pie en la maltrecha casa de Anabel. Volver a la vieja casa no les ayudó en nada. No había rastro de Anabel.—Para esta hora el Rey debe haberse casado y por culpa de esa maldita mujer no pudimos asistir —gruñó el otro hombre, sentándose en el sucio suelo. Todo estaba tal cual lo habían dejado la última vez que estuvieron allí, lo que les indicaba que Anabel no regresó. —El Rey nos ha encomendado esta misión porque confía en nosotros, no te lamentes y levántate. Debemos seguir buscando —ordenó el guardia de mayor rango.La búsqueda continuó y fue infructífera, por lo que no les quedó más remedio que alejarse de aquellas tierras abandonadas por el hombre, un lugar seco que difícilmente podría dar vida.Mientras tanto, Anabel entró al castillo, aprovechando la distracción de la fiesta, la mu
La Reina no demoró en llegar corriendo a la recámara de los recién casados, al igual que lo hizo Samantha. Era imposible que alguien en el castillo no hubiera escuchado los gritos y golpes de los guardias, además de los gritos de Selene, de los cuáles no había sido consciente. —¡¿Qué ha pasado?! —gritó la reina al ver a Henry en el suelo, sobre un charco de sangre y una expresión escalofriante en sus ojos. —¡Ay, por Dios! —exclamó Samantha aterrada con la escena y su estómago se le revolvió, por lo que, giró su cuerpo, para salir corriendo de la recámara, pero unos brazos la atraparon antes de su huida. Por un momento Marcus pensó que Samantha se había afectado por la muerte de Henry, un vacío se formó en su estómago, pero duró poco, cuando la joven princesa notó que estaba en sus brazos y se aferró a su cintura con un fuerte abrazo. —Entró a hacerles daño… A hacernos daño —sollozó bajo y acunó su cabeza en el pecho de Marcus. —Ya no les volverá a hacer daño —susurró contra la co
En los siguientes días, Frederick se esmeró en mantener ocupada la mente de Selene, en algunas ocasiones le resultaba imposible. La veía viendo el jardín, distraída, no podía culparla, no podía tampoco esperar que ella olvidara lo sucedido de la noche a la mañana, como todo, esto también tendría un proceso y él estaría allí para acompañarla.—Deberías estar preparándote, ¿qué haces acá, amor? —preguntó Frederick, atrapando la cintura de Selene, mientras ella miraba al jardín.—Estoy nerviosa —musitó.Selene sentía un vacío en la boca de su estómago, esa noche sería coronada como la Reina Consorte, ocuparía el lugar que la Reina Madre había ostentado durante sus años al lado de su esposo. Era un gran reto para Selene, aunque confiaba en sí misma y se consideraba muy capaz de desempeñar un buen papel para el reino y para el pueblo.—Entiendo que debes estarlo, hoy no solo se trata de tu coronación como mi Reina, sino también es el día que podremos hacer público la llegada de nuestro pri
Los meses siguientes a la coronación fueron un cúmulo de emociones, Selene y Frederick esperaban ansiosos el momento de conocer a su primer hijo, Leonor estaba segura de que se trataba de un varón por la forma del vientre de la Reina, Samantha se decantaba por la idea de tener una pequeña sobrina corriendo por los jardines, mientras los padres, solo rezaban a Dios porque su bebé naciera sano y fuerte. Fue esa mañana, cerca del atardecer, mientras Samantha y Selene daban un paseó por el jardín que todo comenzó y el castillo entero se puso patas arriba.—¡Oh, por Dios! —gritó Selene al sentir un fuerte tirón en su bajo vientre, sus manos se colocaron bajo el bulto, como si quisiera sostenerlo, pero nada apaciguó aquel primer ramalazo de dolor.—¡Selene! —gritó Samantha al verla doblarse de dolor y apretar los dientes.—¡Creo que es el niño, Sam! ¡Mi bebé está llegando! —exclamó en medio de otro fuerte dolor que le robó el aliento.Samantha agrandó los ojos y por un momento entró en pán
La felicidad no abandonó el castillo de Astor, luego del nacimiento del heredero, la Casa Real volvió a vestirse de gala, el matrimonio de Samantha y Marcus no pudo esperar más y solo tres meses después se estaban jurando amor eterno ante Dios, ante los reyes y ante el pueblo. Samantha se veía radiante con su hermoso vestido blanco, digno de la princesa que era, sus ojos brillaban con emoción cada vez que se encontraba con la mirada de su ahora esposo. El deseo estaba latente en ellos y ninguno podía negarlo. Era tanto, que estaban deseando poder escabullirse de la gente para estar un momento a solas, pero no fue hasta muy tarde que pudieron hacerlo. Marcus miró a su esposa, era sin duda una de las mujeres más bellas que había tenido la dicha de conocer, estaba feliz de compartir su vida y su futuro con Samantha. —¿Por qué me miras de esa manera? —preguntó la joven, sintiendo un nudo en la garganta. Las manos le sudaban por el nerviosismo. Había deseado tanto poder estar a solas con
El llanto de un niño sonaba por todo el lugar, mientras su madre lo apretaba contra su pecho y mantenía la mandíbula tensionada, sin quitarle la mirada de encima al rey.—¡No puedes hacer esto! ¡No le puedes hacer esto a tu nieto! —gritó finalmente la mujer, ganándose una mirada fría y penetrante del rey.—Anabel, tu esposo… ¡Mi hijo! Ha atentado contra mi vida y ¡eso es algo que no voy a permitir! —respondió tajante —. Héctor ha sido condenado a decapitación pública, por traición, su título de “príncipe” le ha sido retirado y tú… —se acercó a la mujer y a su nieto —, después de la decapitación dejarás de vivir y pertenecer al palacio, pero a Henry lo dejarás acá, pues no pienso permitir que mi nieto tenga un corazón corrompido como el de sus padres, porque no creas que no sé, que tú incentivaste a mi hijo a traicionarme.—¡Entonces mátame a mí también! —lo retó la mujer, pero el rey negó.—Tu castigo será perderlo todo… Todo el lujo con el que siempre soñaste, se quedará solo en eso,