—Por favor, mi señor —susurró Selene sobre sus labios y él no pudo negarse. Tomó los labios de su prometida y se fundió en un apasionado beso que calentó todas y cada una de sus terminaciones nerviosas, el frío desapareció y en su lugar, dejó una caldera ardiente. Como si fuera una jugarreta del destino a su favor, el aguacero se intensificó, los sonidos de todo lo que hubiese afuera se vieron opacados por el ruido intenso de las gotas cayendo sobre el techo y las ventanas del carruaje. Frederick metió su mano por debajo de la falda de Selene, el solo contacto con la tersa piel de su prometida le hizo gruñir y ella gimió ante tan anhelado tacto. Selene se movió lento y abrió sus piernas dando acceso a esa mano, que por donde pasaba, era como fuego. —Selene… —susurró el rey, intentando controlar el deseo y esperando a que ella le pidiera detenerse, pues no estaban en el mejor lugar. —Shhhh —lo calló ella, poniendo un dedo sobre sus labios y mordiendo su labio. Con su mirada le hiz
Selene estaba tensa, sentía como si con solo mirarla, los demás supieran su secreto y quiso dar la media vuelta y salir corriendo de regreso al carruaje. Frederick sintió el peso de la mano de Selene sobre la de él, por lo que giró su cabeza con suavidad y se encontró con los ojos asustados de su prometida. —¿Lo sabe? —preguntó Selene con sus labios, sin emitir sonido alguno. Frederick no entendió la pregunta, por lo que, se quedó mirándola unos segundos hasta que comprendió lo que ella imaginaba que la reina pensaba e inmediatamente negó suave. —No, tranquila —contestó de la misma forma en la que ella lo había hecho. La tranquilidad volvió a la mente y al cuerpo de Selene, aunque la curiosidad por saber a lo que se referían la reina y el rey, fue algo contra lo que tuvo que luchar, pues no podía ponerse a preguntar, ni mucho menos, querer ser parte de la conversación. Un carraspeo la sacó de sus pensamientos. —¿No me presentarás a tu prometida? —preguntó Sam y Selene rio suave,
—¿Qué es esto? —preguntó Frederick conteniendo la rabia que sentía en ese momento. —Su Majestad, lo siento… —contestó el hombre asustadizo —. Un hombre con el traje de la Guardia Real y con una carta con su sello fue por los bandidos que los atacaron a usted y a su prometida, todo parecía estar en orden y mis hombres no dudaron en seguir las órdenes escritas, pensamos que fue obra suya.La Reina Madre se levantó como si fuera impulsada por una fuerza mayor.—¿Cómo que has sufrido un ataque? —cuestionó de inmediato.Frederick torció el gesto, se había olvidado por completo de que su madre no había sido notificada, de hecho, nadie en el palacio lo sabía, excepto las autoridades, Selene y sus hombres que prometieron no decir nada sobre el ataque y, por supuesto, el autor intelectual del rapto de Selene. Sus ojos no pudieron evitar buscar a Henry, El duque de Astor no parecía tan tranquilo y algo en su interior le gritaba que era él el responsable, lamentablemente, no había pruebas en s
Selene se giró asustada y sentía su corazón como si se fuera a salir de su pecho. Ella había pensado en dar una vuelta tranquila y sola, pero no se imaginó que Henry se atreviera a buscarla, mucho menos, después de que ella había estado alejada de él. —Henry… ¿Qué haces acá? —preguntó, mientras sus ojos iban hacia atrás de él, esperando que nadie los viera solos y pensara lo que no era. —Selene, ¿qué sucede? —preguntó Henry con tono suave —. Te extrañé. Los ojos de Selene se abrieron ante esas palabras y sus manos empezaron a sudar de los nervios, pues lo que menos quería era tener un malentendido con Frederick o que en el peor de los casos, fuera vista por la Reina o Samantha. Henry dio un paso más hacia ella, intentando acercarse y ver si lograba abrazarla, pero así como avanzó, ella retrocedió y puso sus manos entre ellos, evitando un mayor acercamiento. —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Selene con tono serio —. Sabes bien que no deberías estar acá —recalcó y Henry apr
Sus cuerpos cayeron sobre la cama, satisfechos y con sus corazones agitados.—Eres maravillosa —murmuró Frederick, besando la frente de Selene.—Te amo —respondió ella con una ligera sonrisa, acomodándose entre los brazos de Frederick.—Estoy deseando que nuestra boda llegue, si pudiera adelantarla lo haría sin dudar —dijo.Selene negó.—No puedes hacer eso, el cumpleaños de Samantha no puede cancelarse —le recordó.—Lo sé, amor mío —él suspiró.—¿Hay algo que te preocupa? —pregunt&
Frederick sonrió como un tonto, su corazón latía con fuerza solo de imaginar a Selene convertida en su esposa y no tener que estar escondiéndose para hacerla suya las veces que lo desearan, pues estaba seguro que la pasión que corría por su cuerpo era la misma que Selene sentía cada vez que estaba con él. El rey no se había sentido tan feliz desde que llegó al trono, su vida se había convertido en un compromiso tras otro y todos eran por y para el pueblo de Astor. Selene llegó a su vida cuando no sabía que lo necesitaba y estuvo a nada de echar a perderlo al principio. Entonces, no tenía ninguna razón para confiar en ella y menos, podría imaginarse que aquella muchacha iba a convertirse en su mundo y en su razón de ser. Un suspiro escapó de sus labios junto a un sollozo muy cerca de él.Frederick pensó que se trataba de Selene por lo que apresuró el paso, temiéndose lo peor, sin embargo, no era su joven y amada prometida quien lloraba, sino su madre.—Madre —la llamó.Leonor levantó
Samantha esperó la reacción de Henry, pero él se quedó pasmado o más bien fingió quedarse de una pieza ante la confesión, su mano se detuvo en el aire, apartándola de la mejilla de la joven princesa.—¿No vas a decir nada? —preguntó con el corazón acelerado.—Su Alteza —la llamó de manera formal—, no hay nada que yo pueda hacer para impedir un compromiso con otro hombre.Samantha dio un paso atrás ante la respuesta de Henry.—Creí que te importaba, que te preocupabas por mí —sollozó Samantha.—Y lo hago, Su Alteza, pero… ¿quién puede oponerse a los deseos de Su Majestad? No soy yo el valiente caballero que va a rescatarla, para mi desgracia.—¿Qué quieres decir, Henry? —preguntó, empecinada en llamarlo por su nombre, rompiendo las reglas.—Yo puedo pelear por usted, Su Alteza, pero no hay manera que pueda contra el poder del Rey y menos, si cuenta con la aprobación de la Reina Madre; sin embargo, hay algo que usted puede hacer.—¿Qué es, Henry? Dime y yo haré lo que sea para impedir q
El rostro de Henry se crispó ante las palabras de Frederick, lo miró con odio contenido, sus dedos se cerraron en dos fuertes puños hasta que el color de sus nudillos cambió de color.—¿Quién demonios crees que eres para decidir sobre mi vida? —gruñó con rabia, mientras Frederick lo miraba con fría calma.—Soy tu rey.—¡Y una mierda! —graznó, poniéndose de pie con violencia, tanto que la silla cayó sobre el piso. Las facciones de Henry estaban desfiguradas, sus dientes se apretaban tanto, que parecía que iba a perderlos en cualquier momento.—Controla tu carácter y tu lengua —le aconsejó Frederick poniéndose de pie con gracia y elegancia.—Sabes muy bien que yo soy el legítimo dueño del trono que ocupas —gruñó—. No te atrevas a querer dictar mi vida, Frederick.Un sonoro golpe se escuchó, era el puño del rey impactándose sobre la dura y fina madera de su escritorio.—Fuiste desheredado y apartado de la línea sucesoria por nuestro abuelo, Henry, te guste o no, soy el Rey de Astor y tu