La pareja estaba tan concentrada en su discusión, que no se dieron cuenta del momento en el que Marcus había pasado cerca, desviándose hacia el castillo, pero alcanzó a escuchar algo de la conversación, solo que no entendió nada o si lo hizo, prefirió hacerse el que nada había escuchado, pues en nada podía intervenir y tampoco quería causarle más problemas a Selene. El joven entró al castillo, saludó a su tío que estaba sentado frente a la chimenea, mientras leía un libro. —¿En dónde estuviste todo el día, muchacho? —preguntó el Marqués con tranquilidad —. No me digas, estuviste tocando el viejo piano de tu padre —comentó y Marcus asintió. —Lamento haberme desaparecido —se excusó, pero su tío negó, restándole importancia. —Sabes que no tengo problema con eso, o bueno, sí —dijo, causando tensión en su sobrino —. Mi problema es, no haberte escuchado, pero… ahora que recuerdo, tienes pendiente deleitarnos con una pieza musical —le recordó y Marcus asintió, al tiempo que tragó saliva
El rostro de Fredrick se tornó de un rojo carmesí, sus manos no pudieron evitar colocarse sobre la parte noble de su cuerpo, aun así, se mantuvo erguido, como todo un rey.—Permítame darle un consejo, Su Majestad —dijo Selene, ignorando por completo el dolor que había infligido en Frederick—. No comience algo, que no está dispuesto a terminar.Frederick no respondió. ¡No podía hacerlo! Y Selene aprovechó para escapar y ponerse a salvo en la seguridad de su recámara, aunque era consciente de que, si el rey quería irrumpir en ella, no podría evitarlo; sin embargo, ella esperaba que Frederick se comportara como un caballero luego de su acalorado encuentro.La noche fue ridículamente corta. No había otra manera de describirlo por parte de Selene, ella hubiese deseado tener un poco más de tiempo para descansar, no había podido conciliar el sueño y cuando estaba a punto de cerrar los ojos, el alba la sorprendió.—¿Se encuentra bien, mi Lady? —preguntó su doncella, mientras le ayudaba a ajus
Al escuchar las palabras del hombre, Selene empujó a Frederick de encima de su cuerpo, pues la vergüenza de ser vista en esa situación con el rey fue abrumadora. Sus mejillas se tornaron enrojecidas y su mirada fue directo a la puerta que había dejado abierta, pero se sintió tranquila al verla cerrada. Frederick miró a Selene, se fijó en la manera que su pecho subía y bajaba sin compás, su propio corazón estaba igual y el deseo seguía ardiendo en su interior, él no deseaba detenerse.—Su Majestad —susurró ella de manera entrecortada.—Le juro que todo lo que deseo en este momento es terminar lo que he empezado —gruñó, sin recuperar el aliento.El cuerpo de Selene se estremeció ante su declaración, sobre todo, por la reacción que había tenido ante los avances del rey, se sentía extraña, su intimidad estaba húmeda y se sentía extrañamente bien. —Su Majestad, ¿le pido al Vizconde que espere? —insistió el sirviente.Frederick gruñó y por primera vez en su vida tuvo el impulso de enviar
Frederick no hacía más que esperar el momento en que el vizconde dejara de mostrarle su exclusiva colección de licores traídos de una importante suma de países y reinos, en otro momento, esa habría sido una conversación muy interesante, pero ahora solo deseaba poder subir a su recámara y después escabullirse a la habitación de Selene. El Vizconde le ofreció al rey un trago de su mejor whisky, el cual no pudo rechazar y a ese le siguieron unos vasos más. Frederick no logró su cometido de subir a tiempo para encontrarse con su prometida, pues cuando finalmente pudo subir a buscarla, la encontró dormida sobre la cama. Los ojos del rey recorrieron el cuerpo de Selene, ella no se había desvestido y la culpa lo azotó al darse cuenta de que ella lo estuvo esperando.Con paso lento y silencioso, se acercó a ella, se inclinó ligeramente y besó su frente, fue un roce rápido y suave, como la ventisca del viento antes de apartarse. Frederick la contempló por varios minutos en completo silencio.
La reina tragó saliva, pues no sabía cómo decirle a su hija lo que solo eran sospechas desde hace años, pues como tal, Henry no había sido descubierto en ninguna de las cosas que hiciera. —Cuando tu hermano y Henry empezaron a convivir acá en el castillo, Henry constantemente se quejaba de algunas maldades que Frederick le hacía, todo era tan convincente, que con tu padre en más de una ocasión le creímos, además, no podíamos dejar de lado el sentir lástima por él, pues siendo tan pequeño, había perdido a sus padres, sin embargo, poco a poco las actitudes que fue tomando, dejaron en evidencia que, lo que decía tu hermano, al desmentir los ataques, no era más que la verdad. Henry llegaba al punto de lastimarse a sí mismo, con el fin de acusar a tu hermano y que nosotros estuviéramos en contra de nuestro propio hijo —le contó la reina a su hija, quien la escuchó asombrada. —Pero… de todas formas, eso fue cuando pequeño —dijo Samantha, pues había visto en sus primos una actitud similar,
Los gemidos y jadeos de Selene, para el rey, eran como leña en una hoguera. Cada sonido de placer emitido por ella, incrementaba el deseo en Frederick, quien besaba y lamía esos erguidos botones como si fueran el manjar más apetitoso. Las piernas de Selene se aferraron a la cadera del rey con mayor fuerza, haciendo que su centro chocara con la pelvis del monarca, por lo que, una de sus manos se movió hacia una de las blancas y tersas piernas, y las empezó a acariciar con lentitud, mientras su boca abandonó los senos de su prometida, para empezar a dejar un camino de húmedos besos que pasaron por el abdomen de la joven dama, que subía y bajaba erráticamente. La ansiedad estaba haciendo más estragos en la cabeza de Selene, que los mismos besos y caricias de su prometido, pues ella no sabía qué era todo eso que estaba sintiendo y, aunque muy placentero, también la invadió el temor a lo desconocido. —Su Majestad —susurró jadeante. —Lady Selene… —respondió suave, al separar sus labios
Selene no pudo evitar desviar su mirada hacia el paisaje que se divisaba a través de la ventanilla del carruaje, su corazón latía acelerado, sin embargo, se sentía contenta y profundamente confundida. Un sentimiento de vergüenza la azotó al recordar lo que acababa de vivir con el rey en medio de la nada. Eso no estaba bien, así, no había sido criada ni educada, pero se sintió tan bien, que el deseo de seguir experimentando aumentó en su interior. «De todas formas seremos esposos… », pensó intentando quitarse ese sentimiento de culpa de encima. —¿Pasa algo? —preguntó Frederick al sentir como la mano de Selene se había puesto rígida, dejando de mover su pulgar alrededor de su mano. Selene giró sin entender la pregunta, pero un escalofrío recorrió su cuerpo al ver la mirada intensa del rey, sobre ella. Tragó saliva, pero no se atrevió a decir nada, así que, negó y sonrió tímidamente. —No necesita ocultarme las cosas —dijo el rey y ella se sorprendió —. Sé que algo sucede, por favor
Selene estaba petrificada ante la imagen de los cinco hombres que la tenían rodeada. No reconocía a ninguno, ni tampoco entendía lo que querían de ella, pero lo cierto era, que ahí estaban dispuestos a atacarla. Ella miró a los lados y prefirió arriesgarse, antes de que le hicieran algo, así que, empezó a correr hacia uno de los espacios entre los hombres, lo único malo, fue que eso la alejaba más de la casa de Barón. —No corras, muñequita —dijo uno de los hombres y soltaron una carcajada. Se estaban burlando de ella y fue tarde cuando Selene se dio cuenta de que había caído en su trampa, pues la hicieron alejar más de los guardias y dos hombres más, que ella no había visto antes, salieron a su encuentro, atrapándola con fuerza entre sus brazos. —¡Auxilio! —gritó la joven dama, pero rápidamente le cubrieron la boca con un trapo sucio y maloliente, que le revolvió el estómago. Selene intentó con todas sus fuerzas soltarse del agarre, pero no fue posible, los hombres eran mucho