El aire fresco del bosque le ardía en los pulmones, pero Aslin siguió caminando. Cada paso era una prueba de resistencia, un recordatorio de lo que había dejado atrás y de lo que aún le esperaba. Kael caminaba a su lado, atento a cada sonido, a cada sombra que pudiera delatar su presencia. Carttal. Ese nombre se grabó en su mente con la misma intensidad del miedo que aún la envolvía. Sabía que él la estaba buscando. Lo sentía en su interior como si su propia alma lo llamara. —¿Quién más escapó de ese lugar? —preguntó Aslin, rompiendo el silencio. Kael la miró de reojo antes de responder. —No muchos. Y los que lo lograron… no vivieron lo suficiente para contarlo. Su voz era dura, pero había algo más en ella: un peso, un dolor que Aslin reconoció de inmediato. —¿Tú perdiste a alguien allí? Kael no respondió de inmediato. Miró hacia adelante, como si el pasado estuviera frente a él en lugar del sendero. —A mi hermana —dijo finalmente, con la voz tensa—. La usaron como ex
Carttal no perdió ni un segundo. Se giró y salió de la bodega a grandes zancadas, con Ethan siguiéndolo de cerca.—¿Sabes cuántas montañas hay en el norte? —preguntó Ethan con frustración—. Podría estar en cualquier parte.—Lo sé —respondió Carttal, con el pulso acelerado—. Pero no me importa.Subió al auto y encendió el motor con un rugido. Ethan apenas tuvo tiempo de entrar antes de que acelerara.La tormenta continuaba azotando la carretera. El parabrisas se llenaba de agua, y los faros apenas lograban iluminar el camino. Pero Carttal no redujo la velocidad.—¿Tienes una idea de por dónde empezar? —Ethan revisó el GPS.—Si fuera ella, buscaría refugio en algún lugar alto y seco —Carttal apretó el volante—. Las montañas al norte tienen cuevas y formaciones rocosas.—Sí, pero también están infestadas de depredadores. Y con la lluvia, hay riesgo de deslaves.Carttal no respondió. Su mente estaba enfocada en una sola cosa: Aslin.**El bosque era un laberinto de sombras y hojas empapad
Aslin se despertó con la sensación de que alguien la observaba. Abrió los ojos y encontró a Carttal sentado en el borde de la cama, mirándola con el ceño fruncido. Sus dedos estaban enredados con los de ella, como si necesitara asegurarse de que aún estaba ahí. —¿Qué pasa? —susurró con voz ronca. —Quiero que me digas todo —respondió Carttal, con una intensidad contenida—. Desde el momento en que escapaste hasta que te encontré. Aslin tragó saliva. Su garganta estaba seca, y su cuerpo aún se sentía pesado, pero asintió. Le contó sobre su huida del laboratorio, sobre cómo Kael la había ayudado, sobre las noches interminables en el bosque, la tormenta, el miedo constante de ser encontrada. Le habló del hombre de la bodega, el que había dicho que ella “ya no sería la misma”. Carttal escuchó sin interrumpir, pero su mandíbula estaba tensa, y su agarre sobre su mano se volvió más firme cuando mencionó a Sibil. —Ese bastardo… —murmuró, con los ojos ardiendo de furia. Aslin le
La noche estaba en calma, pero Carttal sabía que no duraría. El aire era denso, cargado de la electricidad de lo inevitable. Desde su posición en la colina, observó cómo los vehículos se detenían frente a la cabaña. Sombras emergieron, moviéndose con cautela. Sibil estaba allí. Y con él, el hombre misterioso.Carttal ajustó su auricular.—¿Todos en posición?—Listos —respondió Ethan desde el otro extremo.Kael, apostado en la ladera opuesta, confirmó:—No saldrán de esta.Carttal sonrió con frialdad.Sibil avanzó primero, su silueta iluminada por los faros de los autos. El hombre misterioso lo siguió, sus movimientos calculados, depredadores. Miró la cabaña con un aire de desdén.—Es demasiado fácil —murmuró.—Porque lo es —dijo Carttal, saliendo de entre las sombras.Los hombres de Sibil reaccionaron de inmediato, levantando sus armas, pero un solo disparo al aire de Ethan los detuvo.—Si alguien jala el gatillo, no vivirán para arrepentirse —anunció Ethan.Kael emergió por el otro l
El hombre misterioso soltó una risa baja, casi burlona.—Dime, Carttal… ¿qué harías si descubrieras que Aslin no es quien crees?Carttal apretó los puños.—No juegues conmigo.El hombre inclinó la cabeza.—Aslin pertenece a la familia Lisboa. Su madre era Isabela Lisboa, la heredera de un imperio de bioquímica. La usaron para sus experimentos. Su existencia… nunca fue su elección.Las palabras golpearon a Carttal como un puñetazo en el estómago. ¿Aslin, hija de los Lisboa? Era imposible. Y sin embargo, tenía sentido. Su sangre, su importancia para esos bastardos…—Mientes —gruñó Carttal.—¿En serio? ¿Por qué crees que la estaban buscando? No es solo por lo que lleva en su sangre… es por quién es.Carttal se quedó helado por un segundo. Luego, sin pensarlo, cerró el puño y golpeó al hombre con toda su fuerza.El crujido del impacto resonó en la habitación. El hombre cayó de costado, escupiendo sangre.—¿Eso es todo? —susurró con una sonrisa teñida de sangre.Carttal lo tomó del cuello
El silencio en la cabaña era casi opresivo. Carttal sentía la tensión en el cuerpo de Aslin, la forma en que sus dedos temblaban ligeramente al aferrarse a su camisa. Su mente trabajaba rápido, intentando encontrar las palabras correctas para calmarla, pero ¿cómo se podía suavizar algo así?Después de unos segundos, Aslin se apartó lentamente de su abrazo. Su mirada, aún brillando con la sombra del shock, se clavó en la de él.—Dices que mi madre era Isabela Lisboa… ¿qué significa eso para mí? —su voz era apenas un susurro, pero la incertidumbre en ella era evidente.Carttal tomó una profunda bocanada de aire.—Significa que eres la última Lisboa. Y si ellos descubren que sigues con vida… intentarán recuperarte.Los ojos de Aslin se llenaron de terror. Instintivamente, llevó las manos a su vientre, protegiendo la vida que crecía dentro de ella.—No… no puedo ser parte de eso —murmuró, sacudiendo la cabeza.Carttal le tomó las manos, asegurándose de que lo mirara.—No eres parte de eso
POV : Tercera persona La mansión estaba en completo silencio cuando Carttal regresó a la habitación. Aslin lo observó desde la cama, su vientre prominente apenas cubierto por una manta ligera. Aunque su expresión era serena, su mirada estaba llena de preguntas.—¿Qué pasó? —preguntó en cuanto él cruzó la puerta.Carttal pasó una mano por su cabello, visiblemente tenso.—Ethan encontró algo —dijo con voz grave.Aslin se incorporó lentamente, sintiendo el peso de su cuerpo mientras intentaba sentarse mejor.—¿Algo? ¿Qué significa eso?Carttal sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y lo dejó sobre la cama. Aslin lo miró fijamente antes de tomarlo. El papel era grueso, con un ligero aroma a tinta fresca. Con un nudo en la garganta, lo abrió y sacó una simple nota."El linaje no se puede borrar. Nos vemos pronto."El aire en la habitación se volvió pesado. Aslin sintió cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza mientras releía esas palabras una y otra vez.—No tiene remitente… —murmu
Las horas que siguieron fueron un torbellino de dolor, desesperación y miedo. Aslin sentía cómo su cuerpo se tensaba con cada contracción, cada ola de dolor que la desgarraba desde dentro. El tiempo dejó de tener sentido mientras luchaba por respirar, por soportar el tormento de un parto que parecía no querer terminar.Carttal nunca se separó de ella. Sostuvo su mano con fuerza, murmurándole palabras de aliento, asegurándole que todo estaría bien, aunque por dentro estaba igual de aterrorizado. Ethan y Kael hicieron lo posible por preparar la habitación improvisada para el parto, desinfectando todo lo que podían, trayendo agua caliente y toallas. Pero nada podía suavizar la brutalidad del momento.—Tienes que empujar, Aslin —dijo Ethan con urgencia.Aslin negó con la cabeza, el sudor perlaba su frente, sus labios temblaban de agotamiento.—No puedo… —jadeó—. No puedo más…Carttal la tomó del rostro con ambas manos, obligándola a mirarlo.—Sí puedes —su voz era firme, pero había una du