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La niñera de un Yakuza
La niñera de un Yakuza
Por: Flores Jaz
Capítulo 1. Hiro Okada

©Jazmin Flores. 2022 

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•••••••••••••

Los llantos de una niña inundaban una habitación, dos hombres enfundados en trajes negros se miraban el uno al otro, sin saber que hacer exactamente, ellos podían intimidar, podían matar, podían pelear, pero no podían controlar los llantos de esa niña quien no parecía querer calmarse. 

Las puertas de aquella habitación se abrieron y los dos hombres hicieron una reverencia de noventa grados, mostraban su respeto por el hombre que había llegado, el líder como ellos le decían. 

Aquel hombre que caminaba a paso firme se aflojó la corbata y se sentó en un sofá, miró a la niña que lloraba y extendió una mano hacia ella, la niña le correspondió y corrió hasta él. 

—Aiko, ¿Por qué lloras?. 

La niña se limpió las lágrimas y sus pequeños labios formaron un puchero. 

—Papá quiero jugar. 

Aquel hombre respiró hondo y dejó caer su cabeza hacia atrás, estaba cansado, no esperaba volverse padre soltero, su esposa se había ido, huyó como una cobarde y eso por supuesto lo molestó, pero no podía culparla, es por eso que no la buscó o la mando matar, la dejaría vivir a su modo, ¿Pero que clase de madre abandona a sus hijos?. 

—Hiro, ¿Por qué no buscas a una niñera?—preguntó la mano derecha del líder mientras que veía como aquella inocente y frágil niña jugaba con la corbata de su padre. 

—No confío en nadie aquí. 

—Tengo un amigo, una chica cuidaba a su hijo, solo por ahora, hasta que volvamos a Japón, le diré a mi esposa que cuide de Aiko cuando lleguemos. 

—¿Es de confianza?. 

—Puedo investigarla. 

—¿Cómo va el trato con el americano?. 

—Quieren un precio más bajo. 

—No, no voy a bajar el precio, dile que no soy un maldito vendedor de mercado al que le pueda regatear, que lo tome o que lo deje, pero que no me haga perder el tiempo. 

—Si señor, se lo diré. 

—Papá, léeme un cuento. 

—Hiro, tenemos una reunión. 

Hiro Okada era el líder de una organización de la mafia Japonesa y también era un padre que no quería dejar sola a una niña de cuatro años, tenía responsabilidades, y a veces se preguntaba si esta era la vida que quería para su hija, tal vez se había vuelto blando, tal vez esa inocente criatura lo ponía así, ya la había abandonado su madre, él no podía dejarla también, no podía. 

Miró a la pequeña y acarició su rostro con sus grandes y rasposas manos. 

—Hoy no cariño — dijo y se puso de pie. 

A la pobre Aiko se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a llorar de nuevo, la pequeña solo miró como su padre le daba la espalda y se marchaba junto con esos hombres que siempre estaban con él, se cubrió el rostro y entendió que hoy, dormiría de nuevo sola. 

……… 

—Oye Neri ¿Quieres ir a tomar algo?, todos vamos a ir. 

Neri Walsh miró a su amiga y sonrió. —Hoy no puedo, tengo una entrevista de trabajo. 

—¿De trabajo?, ¿En dónde?. 

—Es… Es en una casa, como niñera. 

—No se como es que soportas cuidar niños, no es lo mío.

—Lo sé, por eso lo hago yo y no tú — dijo Neri y le giñó un ojo a su amiga. 

—Esta bien, nos vemos el Lunes. 

—Claro, el Lunes nos vemos. 

Neri solo miró a su amiga marcharse y lanzó un suspiro, a ella no le molestaba estar al cuidado de un infante, todos le decían que ella sería una buena madre en un futuro, pero a pesar de todo, Neri Walsh no quería ser madre. 

Había recibido un mensaje extraño en la madrugada, del señor Blench. 

«Hola Neri, tengo una muy buena oferta de trabajo como niñera para ti». 

Neri conocía muy bien al señor Blench, era un buen hombre, un abogado divorciado, que la había contratado para cuidar a su hijo los fines de semana, así que al ver su mensaje no pensó que el señor Blench fuera a meterla en problemas, todo lo contrario. Fue por eso que ella respondió. 

«Si me interesa». 

Aquel mensaje le había llegado como una enorme bocanada de aire fresco. Neri estaba por buscar empleo, pero con esto eso ya no sería necesario, las cosas llegan en el momento justo. 

Mientras la chica caminaba por la acera miraba todo a su alrededor, se había bajado del taxi y caminaba en busca de la dirección que el señor Blench le dio. Las casas eran enormes, casas de ricos, no era la primera vez que Neri veía casas de esas, llegó hasta una propiedad, había una enorme reja negra, tocó el timbre y miró hacia la cámara que estaba apuntando hacia ella. 

—¿Quién eres?— se escuchó una voz que salía de una bocina pegada en una pared. 

—Soy Neri Walsh, tengo, tengo una entrevista de trabajo. 

Se escuchó un crujido y la puerta empezó a moverse, Neri respiro y asintió, entró y caminó por el enorme jardín que aquella casa tenía, era un jardín precioso, no del estilo americano, no, este parecía mas asiático. Llegó hasta la entrada de la casa y antes de que tocara la puerta esta se abrió de golpe. 

Neri se asustó un poco al ver al hombre que salió de aquella casa, era un hombre asiático que no parecía muy feliz o sociable, no era como los idols de Corea, guapo y carismático, no este tenía el ceño fruncido. 

—Pasa— ordenó aquel hombre y se hizo a un lado, usaba un traje negro y de un bolsillo de su saco sacó una cajetilla de cigarros, Neri solo asintió. 

—Con permiso— dijo ella y se apresuró a entrar a la casa, caminó con cautela al ver que había más hombres asiáticos dentro, platicaban mientras la veían y reían, ella no entendía nada de lo que decían, pero sabía que eran de descendencia japonés, todos se veían poco amistosos, algunos más robustos que otros, y todos usaban el mismo atuendo. Trajes negros. 

—¿Neri Walsh?. 

La chica pegó un brinco al escuchar su nombre y su mirada chocó con un hombre alto y de aspecto serio. 

—Si, mucho gusto. 

—Sígueme—ordenó aquel hombre. 

Neri solo lo siguió mientras que se deleitaba con las decoraciones de la casa, llegaron hasta el jardín donde ella se quedó atónita al ver que unos hombres peleaban, mientras que otros tantos los veían, los sujetos que peleaban no usaban camisas, así que se podían ver sus cuerpo tatuados desde el pecho hasta la parte baja del ombligo. 

—Por aquí— dijo aquel caballero. 

No muy lejos había un hombre sentado en una silla fumando un cigarro mirando aquella pelea. Neri no lo podía ver bien por que estaba de espaldas, pero era el único sujetó sentado, así que debía ser alguien importante, el dueño tal vez, aquella reunió era un poco extraña. 

—MisutāHiro, koko wa-jō koko ni masu. (Señor Hiro, la chica ya está aquí).

Neri respiró hondo al ver a aquel hombre ponerse de pie, tenía una cabellera negra bien peinada hacia atrás, tenia una piel blanca, era fornido y alto, tenía una nariz perfilada y usaba unas gafas de sol negras, usaba unos pantalones de vestir negros y una camisa blanca ligeramente desabrochada, su pecho estaba tatuado, tenía las mangas de aquella camisa enrolladas un poco, sus brazos también estaban tatuados.

Se quitó las gafas oscuras y entonces Neri pudo verlo directo a los ojos, era guapo, era un asiático muy guapo.

—Mucho gusto— dijo ella amablemente.

—¿Qué edad tienes?—preguntó aquel hombre mientras la veía fijamente.

—Veintitrés, pero soy muy responsable con mi trabajo.

—¿Tienes experiencia con niños?.

—Si, así es. 

—Mi nombre es Hiro Okada, y necesito una niñera para mi hija. 

Neri sonrió. —Pues no busque más, yo puedo ayudarle— dijo ella con inocencia sin saber que acababa de firmar su peor sentencia.

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