©Jazmin Flores. 2022
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Aquel hombre que caminaba a paso firme se aflojó la corbata y se sentó en un sofá, miró a la niña que lloraba y extendió una mano hacia ella, la niña le correspondió y corrió hasta él. —Aiko, ¿Por qué lloras?. La niña se limpió las lágrimas y sus pequeños labios formaron un puchero. —Papá quiero jugar. Aquel hombre respiró hondo y dejó caer su cabeza hacia atrás, estaba cansado, no esperaba volverse padre soltero, su esposa se había ido, huyó como una cobarde y eso por supuesto lo molestó, pero no podía culparla, es por eso que no la buscó o la mando matar, la dejaría vivir a su modo, ¿Pero que clase de madre abandona a sus hijos?. —Hiro, ¿Por qué no buscas a una niñera?—preguntó la mano derecha del líder mientras que veía como aquella inocente y frágil niña jugaba con la corbata de su padre. —No confío en nadie aquí. —Tengo un amigo, una chica cuidaba a su hijo, solo por ahora, hasta que volvamos a Japón, le diré a mi esposa que cuide de Aiko cuando lleguemos. —¿Es de confianza?. —Puedo investigarla. —¿Cómo va el trato con el americano?. —Quieren un precio más bajo. —No, no voy a bajar el precio, dile que no soy un maldito vendedor de mercado al que le pueda regatear, que lo tome o que lo deje, pero que no me haga perder el tiempo. —Si señor, se lo diré. —Papá, léeme un cuento. —Hiro, tenemos una reunión. Hiro Okada era el líder de una organización de la mafia Japonesa y también era un padre que no quería dejar sola a una niña de cuatro años, tenía responsabilidades, y a veces se preguntaba si esta era la vida que quería para su hija, tal vez se había vuelto blando, tal vez esa inocente criatura lo ponía así, ya la había abandonado su madre, él no podía dejarla también, no podía. Miró a la pequeña y acarició su rostro con sus grandes y rasposas manos. —Hoy no cariño — dijo y se puso de pie. A la pobre Aiko se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a llorar de nuevo, la pequeña solo miró como su padre le daba la espalda y se marchaba junto con esos hombres que siempre estaban con él, se cubrió el rostro y entendió que hoy, dormiría de nuevo sola. ……… —Oye Neri ¿Quieres ir a tomar algo?, todos vamos a ir. Neri Walsh miró a su amiga y sonrió. —Hoy no puedo, tengo una entrevista de trabajo. —¿De trabajo?, ¿En dónde?. —Es… Es en una casa, como niñera. —No se como es que soportas cuidar niños, no es lo mío.—Lo sé, por eso lo hago yo y no tú — dijo Neri y le giñó un ojo a su amiga. —Esta bien, nos vemos el Lunes. —Claro, el Lunes nos vemos. Neri solo miró a su amiga marcharse y lanzó un suspiro, a ella no le molestaba estar al cuidado de un infante, todos le decían que ella sería una buena madre en un futuro, pero a pesar de todo, Neri Walsh no quería ser madre. Había recibido un mensaje extraño en la madrugada, del señor Blench. «Hola Neri, tengo una muy buena oferta de trabajo como niñera para ti». Neri conocía muy bien al señor Blench, era un buen hombre, un abogado divorciado, que la había contratado para cuidar a su hijo los fines de semana, así que al ver su mensaje no pensó que el señor Blench fuera a meterla en problemas, todo lo contrario. Fue por eso que ella respondió. «Si me interesa». Aquel mensaje le había llegado como una enorme bocanada de aire fresco. Neri estaba por buscar empleo, pero con esto eso ya no sería necesario, las cosas llegan en el momento justo. Mientras la chica caminaba por la acera miraba todo a su alrededor, se había bajado del taxi y caminaba en busca de la dirección que el señor Blench le dio. Las casas eran enormes, casas de ricos, no era la primera vez que Neri veía casas de esas, llegó hasta una propiedad, había una enorme reja negra, tocó el timbre y miró hacia la cámara que estaba apuntando hacia ella. —¿Quién eres?— se escuchó una voz que salía de una bocina pegada en una pared. —Soy Neri Walsh, tengo, tengo una entrevista de trabajo. Se escuchó un crujido y la puerta empezó a moverse, Neri respiro y asintió, entró y caminó por el enorme jardín que aquella casa tenía, era un jardín precioso, no del estilo americano, no, este parecía mas asiático. Llegó hasta la entrada de la casa y antes de que tocara la puerta esta se abrió de golpe. Neri se asustó un poco al ver al hombre que salió de aquella casa, era un hombre asiático que no parecía muy feliz o sociable, no era como los idols de Corea, guapo y carismático, no este tenía el ceño fruncido. —Pasa— ordenó aquel hombre y se hizo a un lado, usaba un traje negro y de un bolsillo de su saco sacó una cajetilla de cigarros, Neri solo asintió. —Con permiso— dijo ella y se apresuró a entrar a la casa, caminó con cautela al ver que había más hombres asiáticos dentro, platicaban mientras la veían y reían, ella no entendía nada de lo que decían, pero sabía que eran de descendencia japonés, todos se veían poco amistosos, algunos más robustos que otros, y todos usaban el mismo atuendo. Trajes negros. —¿Neri Walsh?. La chica pegó un brinco al escuchar su nombre y su mirada chocó con un hombre alto y de aspecto serio. —Si, mucho gusto. —Sígueme—ordenó aquel hombre. Neri solo lo siguió mientras que se deleitaba con las decoraciones de la casa, llegaron hasta el jardín donde ella se quedó atónita al ver que unos hombres peleaban, mientras que otros tantos los veían, los sujetos que peleaban no usaban camisas, así que se podían ver sus cuerpo tatuados desde el pecho hasta la parte baja del ombligo. —Por aquí— dijo aquel caballero. No muy lejos había un hombre sentado en una silla fumando un cigarro mirando aquella pelea. Neri no lo podía ver bien por que estaba de espaldas, pero era el único sujetó sentado, así que debía ser alguien importante, el dueño tal vez, aquella reunió era un poco extraña. —MisutāHiro, koko wa-jō koko ni masu. (Señor Hiro, la chica ya está aquí).Neri respiró hondo al ver a aquel hombre ponerse de pie, tenía una cabellera negra bien peinada hacia atrás, tenia una piel blanca, era fornido y alto, tenía una nariz perfilada y usaba unas gafas de sol negras, usaba unos pantalones de vestir negros y una camisa blanca ligeramente desabrochada, su pecho estaba tatuado, tenía las mangas de aquella camisa enrolladas un poco, sus brazos también estaban tatuados.Se quitó las gafas oscuras y entonces Neri pudo verlo directo a los ojos, era guapo, era un asiático muy guapo.—Mucho gusto— dijo ella amablemente.—¿Qué edad tienes?—preguntó aquel hombre mientras la veía fijamente.—Veintitrés, pero soy muy responsable con mi trabajo.—¿Tienes experiencia con niños?.—Si, así es. —Mi nombre es Hiro Okada, y necesito una niñera para mi hija. Neri sonrió. —Pues no busque más, yo puedo ayudarle— dijo ella con inocencia sin saber que acababa de firmar su peor sentencia.—Vigílala, cualquier cosa sospechosa ya sabes que hacer— ordenó Hiro mientras miraba a la chica que veía todo a su alrededor. —Si señor.Neri estaba asombrada, ¿Cuántas personas vivían en aquel lugar?, ¿Y por que entrenaban como si fueran ninjas?. Mientras que Hiro no pensaba que la chica fuera una amenaza, pero tampoco confiaba en ella, Hiro no confiaba en nadie.—Mi nombre es Yamato Tadama.Neri se giró y sonrió ante el hombre que tenia un rostro un poco apagado. —Mucho gusto, esta casa es asombrosa—Comentó ella con amabilidad. —Sígueme, voy a presentarte a Aiko.—Aiko—Murmuró Neri, era un lindo nombre, miró una ultima vez al señor Okada quien solo asintió al hacer contacto visual con ella, se apresuró a seguir a Yamato al sentirse tan intimidada y decidió mantener su distancia del señor Hiro.Entraron a la casa y subieron a un segundo piso, la casa era espectacular, había algunas mujeres que limpiaban todo como robots programados sin voltear a ver a nadie, aunque en realidad aque
Neri solo trataba de no volverse líquido frente al señor Hiro, él en verdad la hacía transpirar, sonrió un poco fuera de si y miró la puerta que conducía a la salida.—Es…es tarde…yo…—No me tengas miedo, no voy acerté nada…aún.Los ojos de Neri se abrieron ante la sonrisa perversa de Hiro, abrió su boca, pero nada salió de ella.—¿Tienes novio?.Irrelevante, aquella pregunta, echa por aquel hombre, era irrelevante y de algún modo, ella se sentía…halagada y al mismo tiempo asustada. —Si— respondió con rapidez.Hiro caminó hasta ella y se detuvo a solo unos centímetros, la miró directamente sin siquiera disimular un poco, miró sus ojos, su nariz, sus labios, todo lo que ella poseía, y en sus labios se marcó una sonrisa perfecta.—Cuídate, te veo mañana— dijo el señor Okada mientras pasaba a su lado y salía de aquel lugar.Neri sintió dolor en el pecho, había estado conteniendo el aire y sintió un alivio atroz cuando pudo volver a respirar con normalidad.Parecía que él solo se divertí
Hiro Okada se había criado en las calles de Japón, su padre había abandonado a su madre y su madre tuvo que dedicarse al trabajo para sacar a Hiro y a su hermano adelante, su hermano Kai era tan solo un año menor que Hiro, ambos eran muy unidos, y mientras que Hiro era inteligente y mas calmado, Kai era despistado y rebelde.Ambos se quedaban todo el día en casa solos, eso los hizo volverse independientes, ellos se cocinaban, lavaban su ropa, limpiaban su hogar. Hiro iba a la escuela y Kai prefería faltar a clases y divertirse en las calles.Kai era el dolor de cabeza de su madre, y con el tiempo ambos crecieron teniendo personalidades totalmente opuestas, pero aun así tenían esa amistad que los hacía inseparables, tenían amigos en común, y empezaron a juntarse con los amigos equivocados, al paso del tiempo, Hiro decidió que no quería esa vida, quería tener una carrera, sacar a su madre adelante y darle la vida que merecía, mientras que Kai se la pasaba de fiesta en fiesta rodeándose d
La mirada de Neri estaba puesta en aquel caballero que se echaba unas gotas en los ojos. La habían llevado a aquella enorme mansión, pero esta vez no fue para cuidar de Aiko, esta vez había sido llevada por la mera diversión de Hiro.—Hay tres cosas que odio con todo mi ser—dijo él mientras cerraba y abría los ojos.—No me importa.—La primera, son los soplones, la segunda…—He dicho que no me importa, ¿Cree que quiero que me involucren con un pandillero como usted, ¿No esta ya un poco grande para andar en una pandilla?.Hiro soltó una carcajada y se sentó en un sillón, mientras que Neri estaba sentada en la cama, con las manos y los pies amarrados.—¿Pandillero?, me han llamado de muchas formas, pero pandillero…me ofendes, ¿Por qué dices que no quieres que te relacionen conmigo?.Neri desvió la mirada y negó. —No voy a decir nada.—¿Estas segura de eso?, hace rato te veías muy asustada, pero ahora, creo que tienes mucha confianza en que no voy hacerte nada.—Si va a hacer algo, hágalo
Al llegar a Japón, todo era tan diferente, la gente, el aire, los aromas, las calles. Neri no quería demostrarlo, pero estaba fascinada, aunque este viaje fue inesperado y no deseado, no podía evitar sentir cierta emoción.Por otro lado, Aiko estaba despierta y de mal humor, era pequeña y aún no entendía el por que de las cosas, así que sin más, empezó a llorar por comida, aun tenían que conducir para llegar a la casa de Hiro, así que el auto en el que iban se detuvo en un restaurante de lujo, pero Aiko se negó a bajar, pegaba de gritos y se negaba a comer algo de aquel elegante lugar, Hiro estaba empezando a sentirse frustrado.Neri tuvo que intervenir. —Aiko, ¿Quieres que papá te haga de comer?.La niña limpió sus lagrimas y dejó de gritar, un poco de cariño, eso era todo lo que Aiko quería, así que asintió ante aquella idea.—Señor no tenemos tiempo es…—¿No puede tomarse ni siquiera una hora?—preguntó Neri sin entender ¿Que podía ser más urgente que su propia hija?.—Has tiempo—o
*Neri*.Delicioso, todo se veía delicioso, el señor Hiro nos mandó llamar a mí y a la pequeña Aiko, y al llegar al comedor yo no podía creerlo.Había visto esos dramas de televisión, donde sirven muchos platillos a la hora de comer y creí que solo exageraban, pero ahora frente a mi había muchos platillos, miré a ese hombre y me pareció…tierno.Usaba un mandil blanco y se lavaba las manos. Asombroso. Se había convertido en un amo de casa y le quedaba bien.—¡Arroz, arroz, arroz!.Aiko cantaba emocionada.Yo miré lo feliz que estaba y sonreí, ¿Dónde estaba la madre?, tal vez falleció, era una posibilidad, de lo contrario el señor Hiro no hubiera sido tan descarado, a pesar de parecer un matón, se veía correcto, alguien fiel.Se quitó el mandil y se sentó en la mesa con ese porte dominante y siniestro, me miró y yo lo miré, parecía un león furioso que solo contenía sus ganas de lanzarse sobre mi y degollarme.—Buen provecho— dijo y tomó unos palillos, yo miré mis palillos y miré que Aik
*Neri*Muchas cosas sobre la primera vez en el mundo del sexo*, las imaginé diferentes.La primera, que sangraría a montones, tanto, que necesitaría ponerme una compresa. Mentira total, solo fue un poco, apenas unas gotas mancharon la colcha y cuando el señor Okada salió del baño me miró detenidamente y dijo: —No mentías, ¿Estás bien?.La segunda, fue que creí que sería sumamente doloroso y poco placentero, dolió solo un poco, al principio, pero después fue muy bueno, era…era como si mi cuerpo estuviera recibiendo una enorme dosis de algo que necesitaba para estar bien.La tercera, creí que esto no era nada si lo hacías con un extraño, mentira total, Hiro Okada había dejado un tatuaje invisible en mi, y ahora lo recordaría por siempre, tal vez fui una fácil por acostarme con él de este modo, una tonta por dejarlo llevarse una parte importante de mi, pero ¿Por qué todo tiene que ser tan correcto?, a veces, lo incorrecto o lo indecente, es lo mas fantástico de la vida.Mientras lo veía
*Neri*—¡Carajo!.Unas garras se encajaron en mi brazo y un gato muy enojado brincó por todo el baño, pero no podía salir, estaba preso conmigo.Me miró con furia y me mostró sus colmillos filosos, el sabía que yo había venido aquí a interrumpir su reinado de gato mal educado y no iba a detenerme.—Mira Ru— dije y lo señalé con mi dedo índice. —Vamos a hacer esto por las buenas o por las malas. —¡Aaaa!— pegué un grito cuando ese gato endemoniado se lanzó sobre mi, sin duda iba a llevarlo al veterinario a que le cortaran esas filosas garras, como pude lo sujeté del lomo y lo sambutí en la tina.Salió del agua y me miró lleno de miedo, lo volví a sambutir una vez mas y entonces lo saqué y lo puse sobre un tapete.Me miró mientras maullaba y agachó sus orejas mientras sus ojos estaban muy abiertos.—Te lo dije, si eres bueno conmigo yo seré buena contigo.En realidad no esperaba que el me entendiera mucho, pero creo que si entendió mis palabras, pues dejó sus garras clavadas en aquel tap