TRAICIÓN

Anastasia Gerasimova

—Lo hemos capturado muñeca —me informa Benedikt, mi hombre de confianza.

—Perfecto, llévame con él Fiară (bestia) —respondo levantándome de mi asiento.

Subimos a la camioneta que ya espera por nosotros y nos dirigimos al hangar privado donde ya está listo el jet, el cual nos llevará hasta Taganski, durante todo el viaje sigo revisando unos documentos importantes sobre algunas mercancías que me interesa conseguir y hasta el momento solo sé de una persona que las tiene en su poder.

—¿Qué te sucede muñeca? —inquiere Benedikt preocupado al ver mi rostro inexpresivo.

—Aún no puedo conseguir las armas que necesitamos Fiară, solamente hay un hombre en Rusia que tiene acceso a ellas, por desgracia ese hombre se encuentra en Italia en este momento, pero es tan escurridizo que no he podido comunicarme con él —espeto frustrada.

—¿Deseas que vaya y lo encuentre?

—No, prefiero tenerte a mi lado, ya viste lo que sucedió con ese infeliz.

—En ese caso, buscaré algún hombre de confianza que haga el trabajo y lo busqué, déjalo en mis manos. —Asiento ante sus palabras y me permito cerrar un momento mis ojos. Benedikt es la única persona a la que le puedo confiar mi vida y mi seguridad, algo que me ha demostrado a lo largo de todos estos años.

El viaje dura menos de lo esperado y en cuanto bajamos ya me están esperando varios de mis hombres, para llevarme hasta la casa de seguridad donde se encuentra el maldito traidor, me coloco mis lentes oscuros y permanezco impasible hasta que llegamos a nuestro destino.

—Está en una de las mazmorras —me informa Fiară, quien me tiende la mano para bajar de la camioneta.

—¡Vamos!, no perdamos más tiempo, deseo regresar esta misma tarde a San Petersburgo, mis negocios no pueden esperar.

Subimos la escalinata de piedra y nos dirigimos hasta el sótano, una vez allí, bajamos por otra escalinata de piedra y llegamos hasta unas puertas pesadas de madera, las cuales Benedikt abre revelando unas oscuras y frías mazmorras con un fuerte olor a humedad, avanzamos aproximadamente dos metros y nos detenemos frente a unas rejas, al interior de esta observo al infeliz que me traicionó.

—¡Así que tú eres el perro traidor que resguardaba bajo mis filas Viktor! —exclamo en cuanto pongo un pie dentro de la mazmorra, el aludido levanta la mirada y me observa con terror—. ¿No me digas? Pensabas que el Coronel Pavlov al fin había acabado conmigo, ¿cierto?, pero lamentablemente y para tu mala suerte, alguien muy cercano a ti me dio toda la información de lo que planeabas hacer —dicho esto le suelto una cachetada que resuena por todo el lugar.

—Solo corriste con suerte esta vez, pero te aseguro que Pavlov no se dará por vencido y ahora que tiene una foto tuya es casi seguro que den contigo en un abrir y cerrar de ojos, después de todo no fuiste tan cuidadosa —responde con una sonrisa demente.

—¿Te refieres a esta? —inquiero mostrándole la foto donde se me ve en compañía de Benedikt en mi casa de San Petersburgo.

—¿Co… cómo es que la tienes en tu poder? —cuestiona con la voz temblorosa.

—¿Cómo es que tengo esta foto que ese bastardo tenía en su poder antes de asesinarlo? —le respondo con otra pregunta y para gran satisfacción mía, me percato de que Viktor tiembla al darse cuenta del significado de mis palabras—. ¿En verdad creíste que no sería capaz de asesinar a un Coronel como lo era Pavlov? Veo que aún no me conoces lo suficiente, me has decepcionado Viktor —susurro en su oído.

—Te aseguro que no es el único que está detrás de ti y así como yo hay muchos que desean verte muerta, no eres digna de llevar sobre tus hombros todo este imperio, tu padre estaría decepcionado de lo que has hecho en todos estos años. Cierto, lo olvidé que no eras su hija, no eres más que una m*****a prostituta que él acogió como hija suya… —No lo dejo que termine de lanzar todo su veneno, cuando le doy un puñetazo haciendo que su nariz comience a sangrar a borbotones—. Eres una hija de…

—Que traigan a su familia, para que este infeliz se dé cuenta de que con Anastasia Gerasimova nadie se mete sin recibir su respectivo castigo —pido sin clemencia.

—¡NO! ¡NO! A mi esposa y mis hijos no los toques, te exijo que los dejes —grita fuera de sí e intenta levantarse de la silla donde se encuentra amarrado.

—¡Cállate, maldito bastardo! —lo interrumpe Benedikt—: sabías de sobra que Anastasia no te lo perdonaría nunca y aun así te atreviste a traicionarla, sabes que la traición se paga con sangre.

Veo como las lágrimas ruedan por sus ojos cuando mis hombres arrastran a una mujer menuda de ojos llorosos y con dos pequeños, uno de brazos y el otro aferrado a la pierna de su madre, mientras mi hombre lo sostiene de su bracito libre.

—¿Por qué Viktor? ¿Por qué? —Lloriquea la mujer, luego casi cae de rodillas, pero gracias a que mis hombres la sostienen frenan su caída.

—Por qué no soporto que una mujer me dé órdenes, ella no es mejor que yo y que ninguno de nosotros —le confiesa con los dientes apretados, el odio que destilan sus palabras es tanto que incluso un niño podría darse cuenta de ello.

—Así que tu odio para conmigo se resume a que soy mujer Viktor, curiosa tu forma de pensar, pero te recuerdo que la única heredera de mi padre soy yo.

—¡Konstantin Gerasimov no era tu padre biológico! —grita como si de ese modo sus palabras pudiesen hacerme daño.

—Ya saben qué hacer —les indico a mis hombres ignorando las palabras de Viktor, a lo cual ellos arrastran a su esposa e hijos fuera de la mazmorra.

—¡No, por favor! Haré lo que me pidas, pero por favor déjalos ir —suplica, sin embargo, se escuchan tres disparos y sus gritos se vuelven desgarradores—, ¡Maldita ramera!, pagaras con sangre lo que has hecho —vocifera, después me escupe a la cara ahora si consciente de que su vida está en mis manos y no puede hacer nada para salvarse de su inevitable destino.

—¿Cómo es que un perro sarnoso, como tú, se atreve a hacerle algo semejante a la muñeca? —brama molesto Benedikt.

—Déjalo Fiară, él no sabe que ya desde hace mucho tiempo pagué con sangre por cosas que nunca hice, así que estas muertes no significan nada para mí. —Levanto mi mano y lo detengo, tomo un pañuelo que me tiende uno de mis hombres, limpio mi cara, para después tomar mi arma y asesinar sin ninguna pizca de remordimiento a uno de los tantos que han intentado traicionarme a lo largo de estos años.

—¿Qué hacemos con el cadáver de este infeliz muñeca? —interroga Benedikt, mirando con desagrado el cuerpo de Viktor.

—Que les dejen ese pequeño regalo a las puertas del cuartel de las Fuerzas Armadas, de esta forma sabrán que es lo que le sucederá a cada uno de los soplones que intentan jugar en ambos bandos —sentencio fríamente, Fiară asiente, mientras me dispongo a salir este les informa a mis hombres todo lo que deben de hacer.

Una vez afuera me cruzo con uno de mis hombres y lo detengo.

—¿Dónde está la mujer y los niños?

—En la estancia jefa, hicimos lo que nos pidió, no tiene que preocuparse por nada, los niños no vieron ni escucharon nada.

—Perfecto, los demás te dirán que debes de hacer. —Mi hombre solo asiente y subo rápidamente hasta llegar a la estancia, donde veo a Valka y sus hijos.

—¡Anastasia! —Se levanta de golpe y corre a mi encuentro.

—Lo lamento Valka, sé que Viktor era tu esposo, pero…

—No me debes ninguna explicación Anastasia, te debo más a ti que lo que le debía a él, si bien es cierto que era mi esposo y que lo… amaba, eso no quita lo que tú hiciste por mí hace años al salvarme de ser vendida a ese burdel —susurra con la voz entrecortada y lágrimas en sus ojos, presa del dolor.

—Olvida el pasado Valka.

—No puedo, así como tú tampoco lo has hecho. Sin tu ayuda nunca hubiese conocido a Viktor y por supuesto no tendría a mis hijos, pero ahora debo enfocarme en ellos y evitar que sean iguales que su padre.

—Ya tengo todo listo para que te vayas de aquí Valka, estarán seguros en un lugar donde nadie los conozca, no debes preocuparte por nada, algunos hombres estarán siempre al pendiente tuyo y de tus hijos, te aseguro que no te hará falta nada.

—Gracias Anastasia. —Me da un último abrazo y luego la veo partir junto con sus hijos para comenzar una nueva vida lejos de todo este infierno.

—¿Nos vamos muñeca? —pregunta Fiară a quien no escuche llegar.

—Quiero lavarme la cara, ese infeliz arruino mi maquillaje —respondo molesta, mientras me dirijo al tocador, una vez aquí me permito derramar unas cuantas lágrimas, me lavo la cara, me aplico maquillaje y salgo con la frente en alto como si las palabras de ese infeliz no me hubiesen calado hasta los huesos.

—Vámonos, quiero saber qué dirán en los medios cuando se enteren del pequeño obsequio que les dejaremos en el cuartel.

Hacemos exactamente el mismo recorrido de cuando llegamos aquí, solo que esta vez la luz del Sol comienza a ocultarse en el horizonte, a mi lado siento como Benedikt posa su mirada en mí cada cierto tiempo, pero finjo estar interesada leyendo los documentos que tengo entre mis manos.

En cuanto subimos al jet Fiară se sienta frente a mí, observándome fijamente y atento a todos mis movimientos.

—Deja de mirarme así —espeto con el ceño fruncido.

—Por favor, Anastasia, aunque intentes ocultarlo, sé que las palabras de ese infeliz te lastimaron.

—No entiendo a qué te refieres, estoy cansada, eso es todo.

—Eres la única que se miente, te conozco perfectamente y aunque intentes mostrar esa fortaleza, sé que por dentro estás destrozada por las malintencionadas palabras de ese traidor.

—Te equivocas, no me afecta lo que los demás digan de mí, pueden creer lo que quieran, ahora podrías guardar silencio Benedikt, intento concentrarme en estos documentos —respondo con los labios apretados y al instante deja de insistir, sabe perfectamente que solo lo llamo por su nombre cuando estoy molesta.

El resto del viaje el ambiente se siente un tanto tenso, pero una vez en el hangar Benedikt me protege igual que siempre, como si nuestra discusión de hace un rato no hubiese existido.

De vuelta en la mansión subo hasta mi habitación donde me encierro y tomo una ducha, en un intento por sacar de mi cabeza las hirientes palabras de Viktor, sin embargo, mi pasado es algo que nunca podré borrar y que todos aquellos que me conocen pueden usarlo en mi contra, por lo menos para dañarme emocionalmente.

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