OBSEQUIO

Damien

Después de todas las diligencias que tuve que realizar la noche anterior, me encuentro en mi cama con la mirada extraviada viendo el techo de mi habitación, pensando en ¿cómo fue posible que esa m*****a mujer haya sido capaz de asesinar a mi tío? Digo era un hombre experimentado, es imposible que haya podido someterlo tan fácilmente.

Tomo la carpeta que me dio el General Kazakov y leo de nuevo su información, decido ir a Basmanni que fue donde encontraron a mi tío, tal vez tenga un poco de suerte y dé con algo que ellos hayan pasado por alto, me doy una ducha rápida y preparo mi desayuno, cuando estoy por salir mi celular comienza a sonar.

—¡Diga! —respondo tomando las llaves de mi auto.

—Teniente Pavlov, soy el General Kazakov, lamento molestarlo a esta hora, pero es necesario que se presente en el cuartel cuanto antes, hay algo que debe de ver.

—Llego en una media hora —replico frustrado al ver que mis planes no han resultado como quería, corto la llamada y me apresuro a llegar al cuartel, en cuanto estoy en las rejas, veo que del otro lado hay demasiado movimiento, lo cual es bastante extraño, es cierto que muchos de los soldados protegen esta zona, pero parece que la mayoría está concentrada aquí a espera que algo malo suceda.

En cuanto bajo del auto, unos soldados se acercan a mí, es como si estuviesen esperando mi llegada.

—¿Teniente Pavlov? —Solo me limito a asentir por lo que estos proceden—. Acompáñenos por favor, el General lo está esperando.

Los sigo y aunque por un momento pienso que me llevaran a su oficina, estos se desvían hacia la parte que colinda con el hospital, aprieto el paso y los interrogo.

—¿Qué hacemos aquí?

—Solo nos dieron la orden de llevarlo con el General, no podemos darle más información, de eso se encargará él cuando lo vea. —Asiento no muy convencido ante sus palabras, pero aun así los sigo en silencio.

Cuando llegamos al hospital, bajamos por las escaleras hasta lo que es el sótano y llegamos a la morgue, lo cual me recuerda a un déjà vu. Una vez que nos encontramos frente a unas puertas de metal, los soldados me indican que pase; en el interior me encuentro con algunos oficiales y el General, quien me mira con el rostro inexpresivo.

—¡General! —lo saludo—, ¡caballeros! —Me limito a saludar con un asentimiento de cabeza, dado que no conozco a ninguno de estos hombres.

—Teniente Pavlov, lamento haberlo llamado de imprevisto, ahora que tomé el cargo de Coronel es importante que tenga la información completa y lo que verá a continuación debe ser de su conocimiento —los hombres a su lado se mantienen en silencio, en espera de que el hombre continúe—, como bien le dije ayer, creía firmemente que el asesinato del Coronel tenía que ver con la investigación que estaba realizando sobre La muñeca de Bratva, ahora no me queda duda de que ella fue la responsable.

Se da la vuelta y destapa el cadáver de un hombre con un simple impacto de bala en la cabeza, tiene las manos atadas y algunos golpes en la cara, lo observo durante unos segundos hasta que su cuerpo desaparece debajo de la sábana que lo cubría hace unos instantes.

—¿Cómo están seguros de que es obra de esa mujer?

—La bala que se le extrajo, no cuenta con número de serie —me explica el General.

—Eso no determina nada, todos aquí sabemos que muchos mafiosos utilizan balas sin número de serie para que nadie dé con ellos —replico con fastidio.

—Es que eso no es todo Teniente, ella dejó un mensaje para nosotros. —Extiende la mano y toma de una pequeña mesita metálica una hoja doblada, para este punto no me había dado cuenta de que tiene puestos unos guantes de látex, la abre y veo el mensaje «Esto es lo que les sucede a los traidores que están en ambos bandos. Un pequeño presente de La muñeca de Bratva».

Observo la nota y no me parece coherente que esa mujer haya dejado ese mensaje, todos saben que ese tipo de mafiosos son muy cuidadosos, siempre tratan de pasar desapercibidos y en más de una ocasión hacen todo lo posible por qué parezca que ha sido alguien del bando contrario, frunzo el ceño, pero no agrego nada.

—¿Vieron algo en las grabaciones? —inquiero, aunque ya me imagino la respuesta.

—Lo dejaron en plena madrugada, los hombres venían todos de negro y la camioneta no tenía placas, esa misma camioneta la encontramos a unos cuantos kilómetros de aquí, pero tampoco encontramos algo, usaron guantes para no dejar sus huellas —me informa otro de los hombres que había permanecido en silencio.

—¡Oh! Lo lamento Teniente, no los presente, ellos son del Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa, están aquí para apoyarnos en este caso, por el momento no se ha corrido la noticia del asesinato del Coronel, pero sabemos que en cuanto esto se haga de conocimiento público, los ciudadanos nos exigirán que hagamos algo para frenar toda esta ola de violencia que esa mujer ha provocado en los últimos años.

Los hombres me tienden la mano, mientras me dicen sus nombres y cargos, la verdad es que no agrego nada, debido a que no estoy de acuerdo en que el Servicio Federal de Seguridad interfiera en estos asuntos, pero no puedo decirlo abiertamente.

Las siguientes horas las pasamos discutiendo sobre este asunto, así como todos los que estaremos involucrados en poder dar con esa mujer, según lo que algunos mencionaron, han estado en contacto con algunos hombres, los cuales están dispuestos a hablar, siempre y cuando se les proporcione seguridad a ellos y sus respectivas familias, por lo que están pensando en recurrir a ellos para capturar a esa mujer.

[…]

Alrededor de las nueve de la noche salgo del cuartel para ahora si dirigirme a Basmanni, subo a mi auto y después de un rato llegó al lugar, observo todo, pero está casi desolado, excepto por un bar de mala muerte al final del callejón, decido entrar e indagar por si alguien vio algo.

En cuanto entro sé que fue una mala idea, las personas que se encuentran aquí me miran con cierta inquietud como si supiesen que soy un soldado aun sin portar mi uniforme, me acerco a la barra y pido una cerveza mientras analizo todo a mi alrededor, parece que antes no era un bar y lo acondicionaron para que ahora lo sea, veo como hay unas escaleras que dan al piso superior y conectan con lo que parecen ser habitaciones, si mi intuición no me falla parece que antiguamente era un burdel.

—Dame un whisky seco —exclama la voz de una mujer, la cual se encuentra a mi derecha, me giro un poco para observarla y mi respiración se detiene, decir que es hermosa, es quedarse corto.

Su rubia melena cae en cascada a mitad de su espalda y sus ojos se asemejan con el mar más hermoso que he visto en toda mi jodida existencia, si estuviese muerto pensaría que es un ángel y no me arrepentiría de irme con ella, por Dios que no lo haría.

—¿Se te perdió alguna igual a mí? —inquiere al darse cuenta de que la observo como un completo acosador.

—Yo lo lamento, es solo que eres hermosa —le confieso con sinceridad, a lo que esta suelta un bufido.

—¡Qué original! —Me ignora y continúa bebiendo lentamente de su vaso, cada tanto la observo de reojo y parece un tanto decaída, por lo que me atrevo a hablarle de nuevo.

—¿Te encuentras bien? —indago, mientras bebo de mi cerveza.

—Nada de tu incumbencia —contesta con frialdad—. Dame otro whisky seco —pide sin mirarme.

—No quise importunarte, es solo que te ves un poco triste —sigo insistiendo. M*****a sea, me reprendo a mí mismo, nunca he sido así de insistente con una mujer y menos con aquellas que me tratan como escoria.

—Estoy bien, gracias por preguntar —me dice después de unos minutos de silencio.

Se levanta de su lugar y veo como se tambalea un poco debido a todo el alcohol que ingirió, pago lo mío y salgo casi corriendo detrás de ella, no deseo que algo malo le suceda. No hemos caminado más de dos metros cuando me vuelve a dirigir la palabra.

—¡Deja de seguirme! —dice arrastrando un poco las palabras, justo cuando estoy por responderle aparece una camioneta y gracias a mi formación como soldado es que soy consciente de lo que está por suceder, la ventanilla de la camioneta baja y observo como un hombre saca una AK-47 apuntando a la hermosa rubia que no se ha dado cuenta de nada, desenfundo mi arma y me arrojó sobre ella protegiéndola con mi propio cuerpo cuando la primera bala le da en la pierna, comienzo a disparar, pero cuando los infelices se dan cuenta de que no podrán lograr su cometido huyen.

—¿Estás bien? —inquiero preocupado, observo su pierna y por suerte parece que solo se trató de un rozón.

—Estoy bien, muchas gracias por salvarme —comenta como restándole importancia, pero la veo un poco pálida.

—Te llevaré al hospital para que te revisen.

—No es necesario…

—¡Ana! Gracias a Dios, estás bien —nos interrumpe un hombre que baja corriendo de una camioneta.

Se acerca hasta donde nos encontramos, me aparta de su lado con un movimiento de su mano y a ella la carga literal como si fuese una pequeña muñeca, algo que no es de extrañar debido al gran tamaño de ese hombre.

—Estoy bien Ben, no me pasó nada malo.

—¿Qué no te pasó nada? ¿Y toda esa sangre? —expresa molesto el hombre.

—Solamente fue un leve rozón, estoy bien gracias a él —le responde al mismo tiempo que me señala con su delicado dedo, por fin el hombre se da cuenta de mi presencia y deja de lado sus regaños.

—Muchas gracias por salvar a Ana. —Me tiende la mano y me la estrecha.

—No fue nada, pero deberían de tener más cuidado, este lugar es bastante peligroso —comento al recordar que fue aquí donde prácticamente asesinaron a mi tío.

—Gracias, lo tendré en cuenta ¿hmm?

—Damien —respondo al darme cuenta de que desea saber mi nombre.

—Debemos irnos, Ana, es peligroso estar aquí.

La mujer se limita a asentir y lamento no poder tener otra oportunidad de hablar con ella, sin embargo, para sorpresa mía y del otro hombre, ella se acerca y me da un beso en la mejilla, dejándome sin habla.

—Tal vez nos volvamos a ver Damien —me informa antes de subir a la camioneta que ya espera por ella, yo solo asiento como un completo imbécil al que le han comido la lengua los ratones y, veo cómo el hombre que la acompaña suelta una risita antes de desaparecer de mi vista.

Cuando salgo de mi letargo me arrepiento de no haberle pedido su número, con la herida de su pierna tendría la excusa perfecta para hablar con ella. Sigo caminando y me subo a mi auto hasta que me quedo pensando en todo lo que pasó esta noche, ¿por qué esos hombres intentaron asesinarla? ¿Será que está medita en negocios turbios? A mí no me lo pareció, por el contrario, se ve que es una mujer sumamente frágil que necesita de alguien que la proteja, su mirada, así me lo demostró hace unos instantes, parecía que estaba librando una tormenta en su interior. Sacudo mi cabeza y dejó de pensar en ella al menos de momento, por ahora debo de encontrar a La muñeca de Bratva, esa es mi prioridad.

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