Capítulo 3
Aitana sintió una punzada en el pecho, pero mantuvo su tono sereno:

—Le advertí a la señorita Quiroga, lo cuidadosa que debe ser, específicamente, al recibir las mercancías, pero si duda de mi palabra, hay cámaras de seguridad y podemos revisar las grabaciones.

El rostro de Yaritza perdió todo color.

—Aitana... qui-quizás estaba distraída y no presté atención. Por eso cometí este error —balbuceó con lágrimas en los ojos, proyectando una imagen de fragilidad.

Aitana la ignoró y frunció el ceño:

—No podemos permitir que Horizonte nos engañe con un envío valorado en millones de dólares. Me encargaré personalmente de la mercancía, pero la empresa tiene sus protocolos y Yaritza deberá asumir la responsabilidad según el reglamento.

Aitana abandonó la oficina para ocuparse del problema.

Desde un punto de vista legal, una vez firmada la recepción, sus opciones eran limitadas. Sin embargo, el director de Horizonte era David Ortiz, y los Ortiz tenían otro hijo, Alberto, el segundo, conocido por ser ambicioso y consentido. Si había suficientes incentivos de por medio, podría ejercer influencia sobre Horizonte.

A las ocho de la noche, Aitana se encontró con el playboy Alberto Ortiz.

—¿Estás segura que me buscas a mí? No soy yo quien dirige Horizonte, y honestamente, señorita Quiroga, no es precisamente mi tipo… —comentó, pero observándola socarrón.

Aitana era hermosa, pensó, pero demasiado rígida. Las mujeres deberían ser más dulces y dóciles.

Ignorando su comentario, Aitana le entregó unos documentos:

—Señor Alberto, aquí está el historial de negocios dudosos del señor David. Seamos directos: sé que le interesa Horizonte. Si lo

derroca, el grupo Urrutia trabajará con usted.

Alberto se puso serio, estudiándola con curiosidad. Su madre no era la esposa legítima, y su padre favorecía al tercer hijo. Pero ¿quién de los Ortiz no quería una parte de Horizonte?

—Si le doy el empujoncito para que caiga, ¿Qué gano yo? —preguntó Alberto después de meditarlo.

—Necesito que reemplace la mercancía defectuosa que Horizonte envió al grupo Urrutia. Además, su estilo de negocios es honorable, señor Alberto. Trabajar con usted sería beneficioso.

A Aitana no le molestaban las estrategias en los negocios, pero despreciaba los métodos bajos de David.

Alberto la observó largamente antes de levantar su copa:

—Espero que todo salga como desea, señorita Quiroga.

Desde varias mesas de distancia, el asistente notó a Aitana y le avisó a Thiago, que había terminado una reunión:

—Señor Urrutia, la directora Quiroga está aquí.

Thiago miró en esa dirección, frunciendo el ceño. Alberto era conocido por su comportamiento libertino. ¿Qué hacía ella con él?

Aitana no notó la presencia de Thiago y poco después se despidió de Alberto.

El asistente se acercó:

—Directora Quiroga, el señor Urrutia la espera.

Alberto miró al asistente y luego a ella con una sonrisa burlona:

—Directora Quiroga, si algún día no se siente cómoda en el grupo Urrutia, considere Horizonte. Siempre valoramos el talento.

«Una mujer únicamente hermosa, puede ser aburrida, pero una mujer hermosa e inteligente, es un valioso recurso»

Aitana se despidió cortésmente y siguió al asistente hasta el auto de Thiago.

Eran las once de la noche y el aire estaba frío. Al subir al auto, Aitana tenía los labios pálidos y con la cabeza baja se veía tan frágil.

Thiago frunció el ceño. No había notado lo delgada que estaba.

—¿Terminaste con lo de Horizonte? —preguntó casualmente.

Aitana, visiblemente cansada, asintió.

—Alberto es más difícil que David, pero accedió a reemplazar la mercancía defectuosa. Solo hay que enviar a alguien para la recepción.

Thiago la miró:

—Yaritza es joven e inexperta. No puedes culparla completamente por esto.

Aitana hizo una pausa:

—Eres el presidente del grupo Urrutia. Haz lo que creas correcto.

"Joven", pensó. Cuando ella entró al grupo Urrutia era más joven que Yaritza. Pero Thiago siempre había sido estricto separando lo personal de lo profesional.

—Aún no le he contado a mi abuelo sobre el divorcio —dijo Thiago.

El abuelo Maciel estaba enfermo y era sensible. Aunque su relación siempre fue distante, la noticia del divorcio podría afectarlo.

—Lo sé —respondió Aitana—. Esperaré el momento adecuado para decírselo.

Thiago no dijo más.

Aitana había bebido pero apenas comió, así que se durmió en el auto.

Thiago notó su mal aspecto y se disponía a llevarla al hospital cuando ella despertó.

—¿Dónde estamos? —preguntó con voz ronca.

—Te llevo al hospital —respondió él.

El corazón de Aitana se aceleró, pero mantuvo la calma:

—No es necesario, solo es mi estómago. Descansaré en casa.

Thiago la miró intensamente, como si pudiera ver a través de ella.

—Bien —dijo finalmente.

Aitana respiró aliviada.

Al llegar a casa, llamó a Patricia:

—Necesito que me compres una prueba de embarazo.

Al día siguiente era la fiesta de bienvenida de Gael Echeverría.

Gael era amigo de ambos y había llamado especialmente a Aitana para que asistiera, esperando poder reconciliarlos.

Cuando Aitana llegó, la sala privada ya estaba animada. A través de la puerta, escuchó la voz de Gael:

—¿De verdad te divorciaste de Aitana? ¿Por Yaritza?

Aitana se detuvo, su mano congelada en la puerta.

Después de un momento, Thiago respondió con indiferencia:

—No tiene nada que ver con ella. Aitana y yo no éramos compatibles.

—¿No compatibles? —Gael sonó escéptico—. Aitana es perfecta: hermosa, inteligente, respetada en el grupo Urrutia. ¿Por qué eres tan terco? Además, ella te salvó la vida. Lo peor es darse cuenta demasiado tarde.

Gael había conocido a Yaritza. Era una chica con sus intenciones, pero no se comparaba con Aitana, quien había salvado a Thiago de unos secuestradores. Esa fortaleza no la tenía una chica común. Thiago se arrepentiría.

—En el amor no se puede forzar nada —respondió Thiago después de un largo silencio.

Aitana bajó la mirada, apretando los puños.

Gael no insistió más:

—Piénsalo bien. Si tú no la quieres, otros están esperando su oportunidad.

Aitana se fue sin entrar. Le mandó un mensaje a Gael diciendo que tenía un compromiso y fue a encontrarse con Patricia.

Patricia le entregó la prueba de embarazo y preguntó con duda:

—Aitana, ¿no estarás embarazada de verdad?
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