Capítulo 5
Aitana lo miró con serenidad:

—No le debo nada a Yaritza ni a usted, señor Urrutia. En el trabajo, solo soy su superior, y en lo personal, cuando su madre se volvió a casar y Yaritza apareció, mi madre, como lo hubiera hecho otra en su lugar, no la aceptó. Sin embargo, la envió al campo, sí, pero le pagó todos sus gastos. Ni profesional ni personalmente le debo algo. ¿Por qué tendría que considerarla o ceder ante ella?

El silencio llenó el auto.

Thiago la observó. Llevaba un vestido sencillo que resaltaba su cintura delgada. Su rostro elegante mantenía esa frialdad característica, sus ojos claros y serenos. Aitana poseía una fuerza y determinación que casi hacían olvidar su deslumbrante belleza.

—Lo siento, me equivoqué —dijo Thiago rompiendo el embarazoso silencio—. No debí pedirte que cedieras por Yaritza —continuó él con voz suave—. Aitana, eres una mujer excepcional. Incluso después del divorcio, mereces vivir tu vida.

Aitana apretó los puños, conteniendo las lágrimas. Debía admitir que lo amaba profundamente, pero algunas cosas no se podían forzar.

De vuelta en casa, Aitana investigó sobre el médico que Thiago había elegido para su examen. Patricia seguía preocupada:

—¿No podrías decírselo a Thiago? Quizás no sea tan cruel, después de todo, fueron tres años juntos.

—No —Aitana se tocó inconscientemente el vientre y después de un largo silencio añadió—: Patri, si no puedo abortar, no tiene por qué enterarse. Ya estamos divorciados, esta es mi vida. Ayúdame a arreglar lo del médico.

Sin importar qué, no podía permitir que Thiago supiera del bebé.

Patricia aceptó, pero añadió:

—Aitana, Yaritza hizo prácticas en Código Futuro. ¿Será coincidencia o sabrá algo?

Aitana se sorprendió. ¿Yaritza en Código Futuro? ¿Sabría que era su empresa o...?

Una duda cruzó su mente, pero la descartó:

—Probablemente sea coincidencia. Se graduó de la Universidad Nacional, y Código Futuro recluta allí.

Patricia cambió de tema:

—Diego y Andrés vuelven pronto, ¿no? Te sentirás más tranquila con ellos aquí.

Los Ortiz habían manejado Código Futuro todos estos años. Desde la muerte de su madre, se habían convertido prácticamente en su familia.

Al día siguiente, explotó la noticia de la caída de David. Alberto, aunque parecía un playboy refinado, había resultado ser astuto. Filtró a los medios los negocios turbios de David, incluyendo un accidente donde, borracho, había atropellado a alguien y pagado a otro para que asumiera la culpa.

Todo se acumuló y David fue arrestado.

Alberto envió la mercancía de calidad para el reemplazo y mientras Aitana la revisaba, él la observaba divertido:

—¿La señorita Quiroga no confía ni en mí?

Notó el sudor en su frente con interés.

Aitana sonrió con picardía, iluminando su rostro y, a él le resultó mucho más interesante de lo que esperaba.

—No es eso —respondió Aitana—. Solo soy precavida. Pero…

Thiago y Yaritza presenciaron la escena desde lejos.

—El señor Ortiz y la directora Quiroga se llevan muy bien —comentó Yaritza con una sonrisa—. Algo bueno salió de todo esto.

Su tono inocente insinuaba algo más entre Aitana y Alberto.

Thiago observó a Aitana con expresión seria:

—Gracias por su ayuda en esta colaboración, señor Ortiz.

—No hay de qué —respondió Alberto con intención—. Con la compañía de una belleza como la directora Quiroga, ¿cómo podría ser una molestia?

—La directora Quiroga es estrictamente profesional. Quizás hay un malentendido, señor Ortiz.

—Ser profesional no significa ser de piedra. Además, para conquistar a una mujer hay que ser persistente… —Alberto frunció el ceño y preguntó extrañado—: Pero… ¿El señor Urrutia también controla la vida personal de sus empleados?

Thiago hizo una pausa:

—Haga lo que quiera, señor Ortiz.

Y dándose la vuelta se fue con Yaritza, mientras Aitana los observaba con tristeza.

Alberto lo notó:

—Su jefe tampoco es muy especial… ¿No ha considerado cambiarlo?

Ahora fue directo

—Creo recordar que dijo que no soy su tipo, señor Ortiz, ¿cambio de opinión? —respondió Aitana sonriendo.

Para Alberto, Aitana era una mujer demasiado estricta, sin embargo, había descubierto sus grandes talentos: Inteligencia y belleza.

Astutamente respondió:

—No cambié de opinión —se acercó—. Pero usted es la excepción. ¿Considerará mi propuesta?

Aitana no tomó en serio sus palabras.

El problema de la mercancía se resolvió exitosamente, evitando pérdidas para la empresa. Thiago sancionó a Yaritza con tres meses sin bonos ni sueldo, y le dio a Aitana un bono doble.

En la oficina criticaban el favoritismo.

—Lo que es entrar por conexión, si fuera otro ya estaría despedido.

—Exacto. Y eso que es graduada de la Universidad Nacional. Apenas llega como secretaria y comete semejante error. Ni siquiera es tan bonita como la directora Quiroga. No sé qué le vio el señor Urrutia.

Todos lucharon para entrar al grupo Urrutia, y para sobrevivir allí, luchaban más.

Aitana no quería opinar, pero tampoco era correcto que acosaran así a una novata.

—Basta —interrumpió con dolor de cabeza—. Es solo una chica nueva. Ocúpense de su trabajo. Los invitaré a cenar uno de estos días.

Todos se calmaron.

Aitana fue a entregarle los contratos a Thiago antes de irse, pero se detuvo en seco frente a la puerta al escuchar:

—Thiago, ¿soy muy inútil? Todos dicen que no me comparo con Aitana —sollozaba Yaritza.

Él frunció el ceño con molestia y le secó las lágrimas:

—¿Por qué compararte con ella? Ustedes son diferentes.

Aitana se quedó inmóvil en la puerta antes de decidirse a entrar.
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