Capítulo 4
Aitana apretó la prueba de embarazo:

—Todavía no estoy segura.

Su período se había retrasado y con los síntomas recientes, tenía sus sospechas.

—Si estás embarazada... ¿qué harás? —Patricia la miró preocupada—. ¿Thiago lo aceptaría?

Aitana bajó la mirada. Thiago no querría que tuviera este hijo. Ya estaban divorciados. Un bebé no sería bueno para nadie. Aunque... alguna vez había soñado con tener un hijo suyo.

—No lo tendré —respondió después de una larga pausa—. No tiene sentido mantener lazos ni forzar las cosas. Si estoy embarazada, abortaré.

El hijo que esperó durante tres años... ahora ya no era el momento.

Aitana no se hizo la prueba inmediatamente. En vez de eso, fue con Patricia a tomar unos tragos suaves.

Al día siguiente, en la oficina, recordó la prueba. En el baño, se quedó paralizada al ver las dos rayitas, estaba embarazada del hijo de Thiago... Palideció.

Justo entonces alguien entró. Asustada, tiró la prueba a la basura, pero sus dedos temblaban. ¿Realmente iba a abortar al hijo de Thiago? Sintió una punzada de dolor en el corazón.

Su distracción continuó hasta el final de la reunión. Al terminar, una compañera se le acercó chismosa:

—Directora Quiroga, ¿se enteró? Alguien del departamento de proyectos está embarazada.

En el grupo Urrutia la competencia era feroz. Un embarazo podía afectar seriamente la carrera y los ascensos.

—Me pregunto quién será, lo ha mantenido muy en secreto —comentó la compañera con malicia.

El corazón de Aitana se aceleró. Levantó la mirada y se encontró con los ojos profundos y serenos de Thiago.

—Directora Quiroga, venga a mi oficina —dijo él con voz grave.

Cuando llegó, Thiago habló con frialdad:

—En unos días irá con la asistente a hacerse una prueba de embarazo.

El corazón de Aitana dio un vuelco:

—No... no soy yo.

Su voz sonaba tensa, pero Thiago la interrumpió:

—Es por precaución. No queremos sorpresas desagradables.

Aitana no pudo negarse:

—Está bien.

Al salir, Yaritza la interceptó:

—Aitana, lo de aquella vez fue un malentendido, ¿no estás molesta? ¡No sabía que los Ortiz fueran tan ruines como para enviar mercancía defectuosa!

—No me concierne —respondió Aitana con frialdad—. La empresa tiene sus normas. Asume las consecuencias de tus errores.

No tenía nada que hablar con Yaritza. Ella siempre separaba lo personal de lo profesional.

Yaritza pareció aliviada:

—Aitana, la próxima semana es el cumpleaños de papá. Hace tiempo que no te ve, ¿por qué no vuelves a casa de los Quiroga? Podríamos celebrar en familia.

El cumpleaños de Miguel coincidía con el aniversario de la muerte de su madre.

—Yaritza —la interrumpió Aitana con dureza—, no tengo paciencia para tus juegos. Si no eres completamente estúpida, te recuerdo que ese día no es precisamente alegre para mi madre y para mí.

—Sé que es el aniversario de la muerte de tu madre —respondió Yaritza sonrojada—, pero los muertos no vuelven y papá merece celebrar su cumpleaños. Como yo nunca le reproché a tu madre que me enviara al campo... ¿por qué sigues guardándole rencor a papá?

—Sabes muy bien por qué mi madre te envió al campo —dijo Aitana fríamente—. Si perdonara a quien causó su muerte y además celebrara con él, no demostraría ser comprensiva, sino que no tengo corazón.

Yaritza palideció. Sus ojos se llenaron de lágrimas:

—Aitana, no quise decir...

—No me importa lo que pretendas —la cortó Aitana—. En la empresa somos solo compañeras, Yaritza. Concéntrate en tu trabajo.

Aitana se fue. No tenía ganas de jugar a los juegos de una niña.

Esa tarde, pidió permiso y fue secretamente al hospital, sin preocuparse por lo que pensara Yaritza. Pero la chica, asustada después de su encuentro, se torció el tobillo y Thiago la llevó al hospital.

—Felicidades, tiene seis semanas de embarazo.

Cuando Aitana salía del hospital con el informe médico, se encontró con Thiago ayudando a Yaritza a caminar. Las palabras del doctor resonaban en su mente: "Señorita Quiroga, su cuerpo estará en riesgo, si aborta ahora, podría ser muy difícil quedar embarazada después. Piénselo bien."

Sintió un nudo en la garganta, llevaba al hijo de Thiago y él no le permitiría tenerlo, aunque ella lo esperaba con alegría.

Thiago notó su expresión mientras Yaritza balbuceaba:

—Di... directora Quiroga.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Thiago.

Aitana escondió instintivamente el informe:

—Mi resfriado no mejoraba, vine a un chequeo.

Thiago entrecerró los ojos, estudiándola.

Yaritza pareció entender algo y tiró suavemente de la manga de Thiago, con tristeza en la mirada:

—Señor Urrutia, ustedes necesitan hablar. Mejor me voy.

Thiago frunció el ceño:

—Haré que alguien te lleve.

Yaritza asintió obedientemente.

Aitana respiró aliviada y arrugó el informe en su bolso.

Ya en el auto, Thiago la miró de reojo:

—¿Por qué tan nerviosa? Me hace pensar que realmente estás embarazada.

Aitana quiso negarlo, pero sonrió y preguntó:

—Si fuera así, ¿qué haría, señor Urrutia?

—Abortarlo —respondió sin dudar, mirándola a los ojos.

Justo lo que esperaba.

Aitana Aitana se estremeció y negó con la cabeza:

—Solo es un resfriado.

Thiago la observó un momento antes de decir:

—Me dijeron que tuviste un desacuerdo con Yaritza hoy. Por eso se cayó al bajar las escaleras. Es joven e inexperta, pero tiene buen corazón y rara vez discute con otros. Deberías ser más paciente con ella.

La amargura en el corazón de Aitana amenazaba con desbordarse.

El favoritismo... nadie podía escapar de él en este mundo.

—Señor Urrutia, ella no es una niña, y yo no tengo por qué ceder.
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