Capítulo 2
Al regresar de su licencia médica, Aitana encontró cambios en la oficina y sus colegas comentaban con malicia:

—Directora Quiroga, ¿se ha enterado de las novedades? Tenemos una nueva secretaria que, casualmente, también se apellida Quiroga. Aunque esta jovencita es... digamos, un caso particular.

El rostro de Aitana se congeló. ¿Thiago había designado a Yaritza como su reemplazo?

Poco después, Thiago la convocó a su oficina.

—Ya que insistes en permanecer en la empresa, el puesto de secretaria personal ya no es apropiado para ti. El gerente de proyectos fue trasladado a una filial, así que hay una posición disponible.

Aitana comprendía perfectamente la situación. Thiago siempre había sido directo en estos asuntos. No permitiría que su presencia como secretaria incomodara a Yaritza.

Más que un reconocimiento a sus capacidades, era simplemente una manera de evitar tensiones con Yaritza.

—Entiendo —respondió ella con serenidad.

Thiago frunció el ceño:

—Yaritza acaba de graduarse y carece de experiencia. Ayúdala a adaptarse.

Aitana no se negó. Al fin y al cabo, la entrega del cargo, requería tiempo y era su responsabilidad.

Al bajar, encontró a Yaritza en el vestíbulo. La recién llegada había caído en la clásica novatada: la habían enviado a comprar café para todo el departamento. Iba y venía presurosa, con la frente perlada de sudor, torpe pero complaciente.

Al verla, Yaritza se sobresaltó.

—Aitana... —se corrigió inmediatamente—: Directora Quiroga.

Aitana la miró de soslayo y le advirtió:

—Eres la secretaria del señor Urrutia, no la empleada de mandados. Deja el café y ven conmigo.

Yaritza palideció pero obedeció, dejando el café y siguiéndola. Los demás empleados se quedaron callados.

Aitana no planeaba hacerle la vida imposible. Mandar a Yaritza de vuelta al campo no reviviría a su madre. Además, su madre había dejado de pelear con los Quiroga antes de morir.

—Aquí están los archivos recientes, y estas son las notas importantes y la agenda del señor Urrutia —explicó Aitana con tono neutral—. Durante el trabajo, evita llevar joyas llamativas, excepto en eventos donde sea necesario. Aquí lo más importante es seguir los procedimientos.

Yaritza parpadeó, sonrojándose:

—¿Y esto tampoco? —Yaritza tocó el collar en su cuello—. Directora Quiroga, es un regalo del señor Urrutia y me encanta. ¿No puedo?

Aitana, al verlo se quedó tiesa, era el mismo que a ella le había gustado y Thiago, esa vez, le preguntó: “¿¡Esas joyas les gustan a las jóvenes?”

Así que era para Yaritza.

—Como quieras —respondió Aitana en tono frío.

—. Solo no dejes que interfiera con tu trabajo.

Yaritza sonrió.

Después de mostrarle los procedimientos básicos, Yaritza la detuvo:

—Aitana, ¿no te agrado? ¿Es por el señor Urrutia?

Aitana la miró fijamente.

Yaritza mantuvo su sonrisa dulce:

Urrutia? —Aitana la miraba fijamente —. En cuestiones del corazón es difícil distinguir que está bien o mal, como les pasó a mamá y papá... De todas formas me gustaría que fuéramos amigas...

—Yaritza —la interrumpió Aitana con frialdad—. Toda relación está sujeta a la moral, de no ser así jamás te habrían enviado al campo, y segundo, ocúpate de tus asuntos y deja de tratar a los demás como tontos.

Su padre engañó a su mamá y, aunque ella estaba muerta, Aitana jamás perdonaría a la madre de Yaritza y mucho menos a Yaritza que nació del engaño.

¿Con qué derecho hablaba de que no hay bien o mal?

Aitana se fue de inmediato y le mandó un mensaje a Thiago:

—Señor Urrutia, ¿tiene tiempo hoy para tramitar el divorcio?

Esta vez Thiago no la dejó plantada.

A las dos de la tarde, en el registro civil, Aitana terminó de firmar y lo miró:

—Todo está listo, solo falta su firma.

Había venido directamente de la oficina, sin tiempo de cambiarse. Aún vestía su traje sastre, pero su cabello negro enmarcaba su rostro delicado y elegante, lucía hermosa.

Después de un momento, Thiago apartó la mirada:

—Pareces tener prisa.

—No es eso —Aitana vaciló—. Ya que nos vamos a divorciar, no tiene sentido alargar esto.

Thiago no dijo más y firmó.

Al salir, encendió un cigarrillo y la miró:

—¿Ya te mejoraste?

—Sí —asintió Aitana.

Cuando iba a irse, Thiago, con mirada profunda, abrió la ventana del auto:

—Te llevo.

Aitana dudó y cuando iba a negarse, sintió náuseas.

Se le escapó una arcada.

Cuando se recuperó, vio que Thiago la miraba con los ojos entrecerrados:

—¿Estás embarazada?

El corazón de Aitana se detuvo por un momento.

La última vez que estuvieron juntos fue hace un mes. Había sido intenso y no se habían cuidado. Pero, ¿qué tan probable era quedar embarazada de una sola vez?

—No puede ser —Aitana apretó los puños.

Thiago iba a decir algo más cuando su teléfono comenzó a sonar. Después de atender, frunció el ceño:

—Hay un problema en la empresa —apagó el cigarrillo y la miró significativamente—. Aitana, no podemos tener hijos. Espero que esto sea solo una coincidencia.

Aitana sintió un nudo en el pecho y no dijo nada más.

En sus tres años de matrimonio, siempre habían sido cuidadosos con la anticoncepción, excepto aquella vez. Ella no había tomado la píldora, pero ¿qué tan probable era quedar embarazada en esa única ocasión?

Aitana alejó esos pensamientos y tomó un taxi de regreso a la oficina.

Al llegar, el ambiente estaba tenso. Un compañero se le acercó nervioso:

—Hubo un problema con el envío de Horizonte. La nueva, Yaritza, firmó la recepción sin verificar la mercancía.

Aitana frunció el ceño. Le había advertido específicamente a Yaritza que debía verificar todo antes de firmar, no era la primea vez que pasaba algo así, ya que Horizonte solía aplicar esos trucos.

Poco después, su asistente le avisó:

—Directora Quiroga, el señor Urrutia quiere verla.

Aitana abrió la puerta.

Aitana, al abrir la puerta de la oficina, encontró a Yaritza llorosa, pero cuando habló, Aitana frunció el ceño:

—Lo siento, Thiago. No sabía que tenía que verificar todo el envío. La directora Quiroga solo me dijo que tenía que revisar, pero no me advirtió que Horizonte haría algo así. Fue mi culpa...

Justo cuando Aitana entraba, Thiago la miró con frialdad:

—Yaritza acaba de graduarse y no sabe nada. Tú conoces los trucos de Horizonte, ¿por qué no la advertiste?
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