La mujer que no supe valorar
La mujer que no supe valorar
Por: Nour
Capítulo 1
—Thiago regresó—llegó el mensaje de su mejor amiga mientras Aitana estaba conectada al suero.

Hizo una pausa. Después de un mes sin hablarse, no habían cruzado ni una palabra. Ni siquiera sabía que había regresado.

Otro mensaje apareció: —Y no vino solo, trajo a una chica.

Enseguida le llegó la foto. Era su media hermana, Yaritza Quiroga, quien fue criada en el campo.

—Van a hacer una fiesta de bienvenida para los dos. ¿No quieres ir a confrontarlos? —insistió su amiga.

Conociendo el carácter de Aitana, si Thiago se atrevía a provocarla, ella respondería con el doble, incluso sería capaz de incendiar la mansión Quiroga.

Aitana se miró el brazo, inflamado y rojo en el punto del intravenoso. Llevaba tres días hospitalizada con fiebres altas.

Desanimada respondió—:

—No iré.

Cerca de las diez de la noche, regresó a su casa en taxi. Intranquila se durmió, y despertó cuando llegó Thiago.

—¿Te desperté? —preguntó él.

Thiago, en traje formal, pero arremangada la camisa, la miraba flemático, lejano, aunque su voz era profunda y cautivadora como siempre.

—No —contestó Aitana fañosa, recién despierta—. Tomé medicina y no duermo bien.

—¿Estás enferma?

Frunció el ceño mientras la observaba.

Aitana sonrió con ironía. Desde que se sintió mal, buscó su apoyo y se lo dijo por mensaje, y ahora actuaba como si recién se enterara.

Le sirvió dos vasos de agua, le pasó uno y preguntó casualmente:

—¿Cómo va todo en Santa Ana? Juan me comentó que había problemas y tú...

Su garganta le molestaba y no tenía ganas de charlar, pero después de casi dos meses sin verse, alguien tenía que dar el primer paso.

—Divorciémonos —la interrumpió Thiago.

Aitana se quedó inmóvil, el vaso en su mano tembló ligeramente.

La garganta le dolió aún más.

Thiago no dio explicaciones, solo añadió con frialdad:

—Puedes pedir lo que quieras, no te dejaré desamparada.

El corazón de Aitana se estremeció, pero rápidamente recuperó la compostura:

—Si es por lo de hace dos meses, cuando fuiste a recibir a Yaritza, podemos hablarlo.

—No es por eso —la miró directamente—. Aitana, este matrimonio nunca fue deseado por ninguno, no tiene sentido continuarlo.

Era cierto que el matrimonio arreglado entre los Urrutia y los Quiroga nunca fue lo que Thiago quería. Desde el principio, nunca tuvo intención de casarse con Aitana Quiroga. Solo terminó haciéndose responsable después de aquella noche accidental.

Aitana bajó la mirada y respondió:

—Bien, solo quiero la casa de Santa Ana, y después del divorcio, no renunciaré a mi trabajo.

La casa de Santa Ana era herencia de su madre, que había terminado en manos de los Urrutia como parte de su regalo de boda. En cuanto a su carrera, llevaba cuatro años trabajando en el grupo Urrutia y no iba a permitir que un divorcio borrara todo su esfuerzo.

—De acuerdo —dijo Thiago—. ¿Algo más?

—No. Si te incomoda, puedo mudarme mañana mismo.

Thiago pareció sorprendido por su cooperación.

—Aitana, ¿estás segura? No quiero que después del divorcio surgen pendientes por resolver.

—Tranquilo —sonrió ella.

Thiago parecía querer decir algo más, pero su teléfono sonó. Al colgar, volteó a verla:

—Tengo que irme. Los abogados te contactarán por el divorcio.

Más tarde, Aitana vio que unas fotos de Thiago junto a Yaritza, eran tendencia en redes sociales.

Qué ironía, cuando su madre supo de Yaritza, obligó a su padre a enviarla al campo evitando el escándalo, pero apenas murió, su padre volvió a casarse, convirtiendo a Aitana en el hazmerreír, y Yaritza regresó. Nadie imaginó que Yaritza era el amor de juventud de Thiago.

Aitana durmió hasta el mediodía siguiente. Su resfriado había mejorado cuando el abogado le presentó los papeles del divorcio y le explicó la división de bienes. Thiago había sido generoso: además de la casa, había incluido otras propiedades.

—Señorita Quiroga, si está de acuerdo, firme aquí por favor.

Aitana asintió y firmó sin dudar. Aún faltaban un par de días para finalizar el trámite. Thiago estaba muy ocupado; ella ni lo veía, solo le pidió al abogado:

—Si el señor Urrutia tiene tiempo, recuérdele que hay que finalizar esto pronto. Prolongarlo no beneficia a nadie.

Después de arreglar el divorcio, Aitana se mudó de la casa matrimonial. El día de la mudanza, Patricia López se enteró y la invitó a tomar un café.

—¿Sabes de Yaritza, no? A pesar de que tu madre la mandó al campo, estudió mucho y entró a Universidad Nacional y allí se encontró con Thiago cuando daba una conferencia —Patricia rio sarcástica—. Y dicen que lo admira demasiado, pero alguien tan dedicada así, ¿no entiende que está mal meterse en un matrimonio?

Patricia siempre había sido protectora y despreciaba este tipo de comportamiento, especialmente viniendo de una hija ilegítima que tanto detestaba.

Pero Aitana no le dio importancia:

—Ya pasó todo. Estamos divorciados, así que técnicamente no se metió en ninguna relación —sonrió con sentimientos encontrados—. Además, Thiago y yo nunca tuvimos una verdadera relación.

Aitana bajó la mirada, recordando la primera vez que vio a Thiago. Fue después de la muerte de su madre. Ella salió con Patricia a celebrar que había saboteado un contrato a su padre por venganza y, pasada de copas, coqueteó con un hombre atractivo, y luego amanecieron juntos.

Más tarde descubrió que era Thiago, su prometido.

Los rumores decían que él nunca había querido casarse con ella, pero fue el mismo Thiago quien le propuso matrimonio apenas despertaron juntos:

—Aitana, estoy dispuesto a hacerme responsable, ¿aceptas?

Aitana sostuvo su mirada. Fue quizás uno de los pocos momentos en su vida donde actuó por impulso.

—De acuerdo —respondió.

Thiago no era un mal tipo, amable, considerado, emocionalmente estable e incluso eran compatibles en la intimidad y, aunque no la amaba, no era mujeriego.

Hasta hace dos meses atrás cuando se encontró con Yaritza.

Patricia miraba a Aitana con pesar. Aunque ella no lo dijera, Patricia la concia bien y sabía que si no quisiera a Thiago, no habría aguantado tanto tiempo.

—Aitana, ¿por qué no vuelves a Código Futuro? No tiene sentido que sigas en el grupo Urrutia sufriendo, me enferma pensar en esos dos traidores.

Aitana siempre había sido fuerte. Cuando su madre murió, usó la herencia para crear Código Futuro y enfrentarse a los Quiroga. Aunque estos años había dejado la empresa en manos de Diego Ortiz, amigo de su madre, quien figuraba públicamente como dueño.

—El matrimonio es una cosa, y la carrera otra —respondió Aitana con firmeza—. No voy a abandonar todo lo que he construido por un matrimonio fallido.

Así lo pensaba Aitana, y Thiago se lo había prometido.

Sin embargo, al día siguiente, cuando regresó a la oficina, descubrió que la habían trasladado de secretaria a gerente de proyectos.
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