La mujer despreciada del ceo
La mujer despreciada del ceo
Por: Blanca Rios
CAPÍTULO 1 –El trato

Cuando era pequeña, me dijeron que el amor, solo es para los adultos, que, lo que yo llamaba amor, solo era una tontería o un capricho porque era niña, pero, yo sabía que no era así porque conforme pasaban los años mi amor seguía tan fuerte como desde el primer día en que lo vi durante aquella reunión de nuestras familias.

Yo era aún una niña pero él, era mucho más mayor que yo, “m****a me vuelvo loca con recordar ese dia” sus ojos eran como la oscura noche, tenebrosa cuando te adentras a al ver sus ojos, alteró cada circulación de mi cuerpo mi corazón no dejaba de tener esos latidos alocados “bum, bum, bum” como si tuviera dos tambores en cada oído.

Desde ese día ssuspiro cada día por el, siento que con solo ver la foto que me obsequió como regalo de cumpleaños donde estábamos juntos me hacía soñar cada noche en que me convertiría en su esposa y le daría tantos hijos como él lo deseara. Recuerdo que fue vergonzoso cuando le pedí que ese fuera mi regalo de cumpleaños ya que fueron sus padres quienes mencionaron el tema, ese recuerdo es el que me hace olvidar que mi padre se enamoró de una víbora de cascabel y que su hija al parecer lleva su mismo temperamento.

Se que Leonardo es un hombre genial ahora, se que será el esposo perfecto y el hombre ideal de una mujer, siempre he anhelado volver a verlo, pero ¡Dios!... ha sido imposible volver a verlo ya que ahora está a cargo de las empresas de su familia, no he tenido la oportunidad de volver a encontrarme con él, desearía volver a verlo y volver a repetir esa agradable tarde donde conversamos como si fuéramos viejos amigos.

—Otra vez soñando niña. —ruedo mis ojos cuando veo que mi madrastra entra a mi habitación como si fuera la dueña de todo. —Ash, deberías dejar de comer grasa, mirate, tienes otro barro en la nariz.

—¿No se supone que estaba en la clase de piano de Emilia?. Oh es que … no es tan perfecta como usted lo dice a los cuatro vientos.

—Escúchame mocosa…

—Mi niña hermosa… —papá entró justo antes de que Magdalena volviera a hacer de las suyas. —Quiero que tu y tu hermana, se vean radiantes esta noche, —acuna mis mejillas con delicadeza. Pregunto la razón y el sonríe como si fuera mi mayor felicidad —Iremos a ver a los Russos.

—¿Enserio?. —dijimos mi madrastra y yo en un tono de felicidad diferente. Papá sabe cuanto he deseado volver a ver Leo. —Estaré lista temprano.

Besa mi frente para luego salir de mi habitación, Magdalena me mira con desdén antes de seguirlo detrás, cierro la puerta con seguro mientras siento que mi corazón brinca dentro de mí pecho por la felicidad que alberga y desborda al imaginar su sonrisa, la misma que me dio esa tarde.

Estaba muy ansiosa y molesta, ansiosa porque ya moría por verlo a él y molesta porque Emilia y Magdalena se tardan una eternidad para bajar e irnos a la cena con los Russos. Mi padre estaba molesto por su tardanza.

Al salir del auto, observé la enorme villa de la familia Russo, estaba admirando la casa cuando lo vi en una de las ventanas, observa el exterior con esa misma mirada que estremece a cualquiera que le sostiene la mirada.

—Muévete sonza. —Magdalena empuja molesta. —Asi que es él.

Magdalena logró ubicarlo en segundos pero él ni siquiera notó nuestra presencia ya que se alejó de la ventana manteniendo su vista en el horizonte, ahora se veía diferente, más apuesto y varonil.

Escucho un quejido molesto de parte de Magdalen, seguramente estaba molesta porque papá dejó a Emilia en casa ya que aún se encontraba a medias de maquillaje para terminar de prepararse, no es la primera vez que pasa y siempre decía que lo no haría pero supongo que papá se cansó de sus promesas vacías.

Los primeros en recibirnos fueron los padres de Leo, en realidad fueron los únicos que nos recibieron al entrar a la casa, ellos fueron tan amables, tal y como los recordaba. Nos invita a acompañarlos a la cena, mi padre y Magdalena aceotaron su invitación y pasaron al comedor, los señores Russos me ven de pies a cabeza mientras mantienen su sonrisa amable

—Has crecido mucho querida. —dijo el señor Russo.

—Es cierto amor, se ha convertido en toda una… señorita.

—Gracias señores Russos… ustedes lucen igual que hace 11 años atrás.

—Papá, mamá.

El aire desapareció, todo se paralizó a mi alrededor cuando lo vi acercarse a nosotros, paso saliva mientras siento su mirada sobre mi cuando llama a sus padres, sentía que me estaba asfixiando lentamente mientras siento su cercanía tan letal que me nublada mi mente.

“Es…mucho más sexy que antes, demasiado”

Cada latido de mi corazón es más acelerado, tan potente que podía escucharlo como si estuviera sostiendolo en mis manos, la mejor sensación paralizante que podía sentir. “supongo que su forma de verme es porque no me recuerda”

—¿Megan?

“¡Oh… por dios… si me recuerda. Genial!

—Hola… Leo.

Mi sonrisa tímida lo hizo ladear una sonrisa sensual que provocó sed, mucha pero mucha sed. Terminando la cena, los padres de Leo le sugirieron a él darme un pequeño recorrido por el jardín de rosas blancas que seguramente me encantaría. No me importó acompañarlo ya que es lo que deseaba en realidad, estar a solas con él y conversar solo de nosotros dos y de los ue ha sucedido durante todos los años en que no nos hemos visto.

Una caminata por la sombría noche que se convierte cálida con su compañía es todo lo que yo necesitaba, después de muchos años de espera, al fin se me hizo realidad mi anhelado encuentro con él, lo único que deseo es que no tenga una novia o este comprometido con alguien más porque me destruiría por dentro, definitivamente lo haría y no lo soportaría.

—Cambiaste mucho desde la última vez que te vi. Tenías al menos.. Cinco..

—9. Tenía nueve años cuando nos conocimos —corrijo tímidamente. —supongo que tú tenías 19, ¿no es.asi?

—Vaya, me sorprende que sepas eso.

Había imaginado una conversación tan agradable como la de esa tarde pero, en realidad no fue como yo lo había soñado por 4, 015 Días, osea, once años donde imaginaba que nuestro segundo encuentro sería donde podría decirle lo que sentía por él y que él me correspondería a lo mis sentimientos pero él simplemente hizo lo que sus padres dijeron, darme un paseo por el jardín de su madre, no habló mucho en realidad, sólo respondía de forma tajante sin dejar de ser amable conmigo.

No podía describir en realidad su forma de actuar, porque era amable pero al mismo tiempo era cortante al hablar pero al mismo tiempo mantenía serenidad y una sonrisa que tranquilizaba como si te dijera que todo estaría bien.

—¿No te agrada nuestra visita?.

El detiene su andanzas frente a la fuente que se ilumina cuando alguien está cerca. Gira sobre sus talones y se acerca a mi, toma el mechón de cabello que caía sobre mi pecho y lo acomoda detrás, en mi espalda

—Todas las visitas siempre son agradables Megande la fuentes. De lo contrario, jamás hubieran sido recibidos, ¿no crees?.

—Supongo que si. —mi cara se calienta cuando siento que su respiración choca contra la mía —Leo… ¿Qué opinas tú.. del amor a primera vista?.

La expresión confusa de su rostro acompañada de una burlesca sonrisa me indica que no compartimos los mismos pensamientos sobre el amor, aun así me interesaba saber lo que piensa sobre ese tema así sabré a que atenerme antes de hablar sobre lo que siento por él.

—El amor no existe en realidad, sólo existe, el deseo que sentimos, ese deseo sexual cuando vemos a alguien que nos hace soñar… incluso despierto. —siento que me desamyo en sus brazos cuando me tomó de la cintura al decirlo. —Y que rápidamente consigues lo que deseas de esa persona que te provoca ese deseo voraz que te quema. Pero no creo en esas estúpidas cosas como el amor,

Continúa su andanzas hacia la casa llenando mincorazon de tristeza y decepción porque el ni siquiera siente eso por mí, eso creo. Llegamos a la casa donde al entrar, nuestros padres.salen contentos, excepto por una que no se veía tan feliz como papá.

—Ahí esta mi niña. —papá me abraza lleno de orgullo frente a los padres de Leo y él, observa muestro afecto con desinterés. —Espero que nuestro trato sea respetado como lo acordamos.

—¿De qué trato hablas papá?.

—Megan, eres mi mayor orgullo y lo sabes. —lo observo fijamente confundida —Y es por esa razón que no podía dejar a mi hija con cualquier tipo, por esa razón decidí que estarías en buenas manos al casarte con el único hijo de los Russos, Leonardo.

Mi rostro desencajado oculta la felicidad que siento por dentro porque estaba comprometida, no pude evitar sonreír y emocionada vi a Leonardo pero mi sonrisa se esfuma cuando veo que tenía una sonrisa forzada mientras.se encuentra paralizado por la noticia.

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