El sol iluminaba las calles de la Habana, era su tercer y último día en esa maravillosa ciudad, en días anteriores había podido visitar los lugares más emblemáticos de la capital cubana y seguía asombrada con los diferentes estilos de la arquitectura colonial del lugar. Caminaba por el Paseo de Martí, durante su recorrido solía quedarse unos minutos admirando los edificios para hacer unos dibujos o tomar algunas fotos para poder enseñárselas a su madre cuando estuviera de regreso a casa, los vehículos clásicos de las décadas de los 40s y 50s llamados “almendrones” eran otro atractivo turístico, en ocasiones se sentía como si estuviera atrapada en un set de una película antigua, solo le hacía falta un eterno enamorado, que luchará por ella y le dijera que serían felices para siempre. —Cómo si eso existiera. — pensó.
Al llegar al parque de los enamorados, una lágrima se deslizó por su mejilla, se había prometido no llorar más, pero no podía evitarlo, instintivamente coloco sus manos sobre su abdomen y varios dolorosos recuerdos llegaron a su mente.
Continuo su recorrido hacia el malecón, y más tarde mirando al mar se prometió ser fuerte y dejar atrás el pasado, ya había sufrido demasiadas pérdidas como para seguir arrastrándolas al presente. Ya había aceptado que nunca llegaría a ser madre y mucho menos estar al lado de alguien.
Las bocinas de los autos resonaron y vio como desfilaban una serie de almendrones descapotables celebrando un nuevo compromiso.
— Pobres, no saben lo que les espera. — Escucho decir detrás de ella. Comenzó a reír por las ocurrencias de su amiga.
— Que a nosotras nos haya ido mal en nuestras relaciones, no significa que a ellos también. Además, a nosotras no nos trajeron a Cuba para proponernos matrimonio. — Laura pudo notar la tristeza en la mirada de Ana María.
— ¡Ana! ¿Otra vez llorando? — Laura abrazo a su amiga— ya hemos hablado de esto muchas veces, debes soltar todo tu dolor y seguir adelante. Disfruta estas vacaciones, ¡estamos en Cuba!, es tu oportunidad para perderte en el alcohol y disfrutar de una noche de pasión sin compromiso.
— Sabes que nunca he hecho algo así, y no lo haría, tengo principios.
—Principios que pueden ser eliminados con unos mojitos, solo déjate guiar por el sonido de la salsa y el sabor del ron. Vamos que nos están esperando los demás chicos del grupo.
Laura tomo de la mano a su amiga, y juntas caminaron hacia la calle Empedrado donde se encuentra uno de los bares más famosos de la ciudad.
El olor a puro inundo sus fosas nasales apenas ingreso al bar donde las estaban esperando, a pesar de que hay personas a quienes les desagrada ese aroma, ella disfrutaba mucho de ese olor, era algo nuevo para ella. Conforme fue pasando el tiempo, Ana se maravillaba con la música del lugar, y es que los sonidos de la clave, el bongo y los timbales la animaban a dejar a un lado la melancolía, y es que el ambiente emanaba alegría al compás de la música salsa, algunas parejas bailaban sin importarles si lo hacían bien o mal solo disfrutaban el momento. Se animó a ser una de esas personas y antes de irse a la pista a bailar se tomó de golpe el primer mojito que le ofrecieron.
— ¡Calma! Que esto no es un chupito para que te lo tomes de golpe. El mojito se bebe poco a poco. Disfruta del sabor del ron combinado con el azúcar, el limón y las hojas de hierba buena. — Comento Rodrigo, mientras le quitaba el vaso vacío y le entregaba otro mojito.
— Lo siento, solo que he caminado mucho esta tarde y me encontraba sedienta. — se disculpó Ana María.
— En ese caso, debiste pedir un vaso de agua, chica. — comenzaron a reír al escucharlo imitar el acento cubano.
“De haber sabido que un mojito me cambiaría el estado de ánimo, me hubiera tomado unos desde hace mucho”, pensaba Ana María mientras saboreaba otro mojito. Ya había perdido la cuenta, se sentía alegre y desinhibida, su cuerpo se movía al ritmo de la salsa. A pesar de no saber bailar, su cuerpo se encontraba suelto, y de vez en cuando aceptaba bailar con un extraño. Nunca bailaba más de una canción, porque sentía que se le enredaban las piernas o pisaba a su pareja.
Cada vez que tenía un tropiezo reía, se carcajeaba, todo producto del alcohol. Hacia tanto tiempo que no se sentía así, ¡FELIZ!, nunca se imaginó que esa noche fuera a terminar tan divertida. Los días previos se la pasaron en tours conociendo el lugar, y tras la combinación de humedad, sol y calor lo último que tenía ganas era de salir a bailar.
Después de tanto bailar, decidió que era momento de sentarse un momento a refrescarse y disfrutar otro mojito. Del otro lado del salón, observo a un chico bebiendo una cerveza, se encontraba solo en la mesa. De alguna manera, le recordó a ella, sumido en su soledad y tristeza. Por un momento cruzaron sus miradas, lo que la motivo a acercarse al joven ya que era imposible estar triste en ese lugar.
— ¡Hola!, ¿puedo hacerte compañia? — Preguntó con cautela Ana María.
Hugo se encontraba inmerso en sus pensamientos, al escuchar la voz de la joven levanto la mirada y observo a la persona que tenía de frente, portaba un vestido de algodón de tirantes muy sencillo, no se parecía en nada a las chicas que solían acosarlo en su bar. Asintió con la cabeza, permitiendo que compartiera mesa con él.
Ana María se sentó junto a él. En silencio observaban a las parejas seguir bailando.
—¿Quieres tomar algo? — Se tomó la cerveza de un trago y le hizo una seña al mesero para que le enviara otra.
—Un mojito por favor.
El mesero regreso con las bebidas y Ana María se adelantó y pago la cuenta.
—Hagamos algo, yo pago esta ronda y tú la siguiente. Es lo justo. — Ana María veía fijamente a Hugo quien no daba crédito de lo que estaba sucediendo, generalmente era el quien pagaba las cuentas, por lo que no le quedó más remedio que asentir con la cabeza.
— ¿Dónde aprendiste a bailar Salsa? —
A Ana le extraño su pregunta, nunca se imaginó que estuviera observándola.
— En realidad no tenía idea de cómo hacerlo y no es tan difícil como parece, solo debes dejarte llevar y tener cuidado de no pisarle los pies a tu pareja. —dijo levantando los hombros y restándole importancia a su comentario.
— ¿Enserio? No he dejado de observarte desde que llegué, y me has dado la impresión que eres toda una experta, es más, creí que te acercaste a mí para ofrecerme unas lecciones de baile.
Hugo no había parado de verla desde que llego al lugar. Se sintió atraído por esa chica de cabellos castaños, en ese poco tiempo pudo darse cuenta de lo independiente que era, pues no aceptaba que ningún chico pagara su cuenta.
— En realidad sí, me acerque a ti para invitarte a bailar. ¿Vienes solo? — pregunto Ana María esbozando una gran sonrisa y ofreciéndole la mano en señal de invitación. No entendía de donde salió el valor para hacerlo.
—Sí, ¿Y tú? — respondió el tomando su mano y aceptando la invitación.
— Vine con unos amigos. Solo que algunos ya se han retirado y otros están ocupados bailando. — Hugo la tomo de la cintura y la acerco a su cuerpo. Ambos comenzaron a moverse al ritmo de la música caribeña, riéndose de cuando en cuando mientras hacían lo posible por evitar las pisadas.
— ¿Es tu costumbre invitar a bailar a extraños?
— No, debe ser producto de los mojitos.
— ¿Por qué yo? — le dijo acercando sus labios al oído, mordió levemente el lóbulo de su oreja, mientras sus manos recorrían el cuerpo de Ana María, era un poco difícil hablar entre la multitud. En su interior Hugo temía que esta extraña mujer lo hubiera reconocido y quisiera estar con él por interés.
En medio de la excitación por el baile, Ana María medito su respuesta. No podía decirle que sintió lastima de verlo tan solo y pensativo en un lugar tan alegre.
Ana no pudo contestar, continúo dejándose acariciar por aquel extraño mientras bailaban al ritmo de la bachata. Esa noche, por primera vez, se sintió deseada y decidió hacer caso al consejo de su amiga Laura prometiéndose pasar un buen rato sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Mientras Ana se encontraba entre sus brazos bailando, Hugo recordó una de las tantas pláticas que había tenido con su amiga Luciana, si bien estaba seguro de que no encontraría el amor en esa desconocida, si podría hacer el intento de volver a estar con una chica, ya que a pesar de lo que pensaran los demás, la realidad es que se encontraba célibe desde la muerte de Alessandra, y la chica que tenía enfrente le estaba despertando las pasiones dormidas.
Hugo acercó el cuerpo de Ana junto al suyo y se inclinó hacia su cuello besándolo con suavidad, subiendo poco a poco hasta llegar a sus labios, sus brazos se encontraban aprisionándola alrededor de su cintura, Ana jadeo y cerró los ojos para disfrutar del momento, sintió una sensación de estallido en su pecho provocando un hormigueo por todo su cuerpo, sus brazos se encontraban alrededor de la cabeza de Hugo, obligándolo a profundizar aquel primer beso.Laura y Rodrigo los miraban desde su mesa, estaban sorprendidos del desenvolvimiento de su amiga, de haber sabido que la salsa y los mojitos eliminaban la depresión, se la hubieran llevado a Cuba desde antes. Estaban de acuerdo con que tuviera una noche de sexo sin atadur
Los rayos del sol se filtraban por la ventana de la habitación, Ana sentía los parpados pesados, lentamente fue abriendo los ojos, aún se sentía mareada por los estragos causados por los mojitos y se extrañó por no reconocer el lugar donde estaba, tenía vagos recuerdos sobre la noche anterior. Sintió un peso sobre su estómago y piernas, al girar la cabeza observo el cuerpo de aquel desconocido que la tenía apresada. Si, desconocido porque ni siquiera se habían tomado la molestia de preguntarse el nombre.No tenía idea de cómo debía actuar, era la primera vez que tenía sexo casual de una noche. Sutilmente se fue deshaciendo de su agarre y se deslizo por la cama hasta ponerse de pie, en silencio comenzó a buscar su ropa o lo que quedaba de ella. Se miró al espejo y sonrió ante su reflejo, se veía satisfecha, se sentía plena, aunque se disgu
Ana María camino con prisa por las calles de la Habana rumbo a su hotel, se sentía diferente, nunca se imaginó que pasar la noche con un desconocido fuera tan satisfactorio. Al llegar a su destino vio que su amiga Laura salía del restaurante, quien, al verla, no pudo evitar dar un grito de emoción.Corrió hacia ella y se fundieron en un abrazo como si no se hubieran visto en años.Al separase Laura se asombró al ver de cerca a su amiga.¡Joder tía! Pero qué guapa te miras recién follada, ¿y estos chupetes?, que te han dejado marcada como a una vaca— Ana comenzó a sonrojarse al ver qué las personas se estaban fijando en ellas dos.Shhh Quieres dejar de gritar y de exponer mi vida sexual, vamos a la habitación ahí te contaré todo.Comenzaron su trayecto mientras platicaban y reían. En el camino se encontraron a Rod
Ana estaba sorprendida del valor que había surgido en ella para pedirle que viajara con ellos a Varadero. Hugo por su parte estaba encantado de que ella fuera quien formulara la pregunta.—Me encantaría poder acompañarles, pero estoy de viaje familiar. Supe que conociste a mi hermano y mi cuñada esta mañana — Ana afirmo con la cabeza, al mismo tiempo que sintió como si le dieran un golpe en el estómago y la dejaran sin aire pensando que era una negativa— Aunque, por otro lado, no creo que a mi familia le importe prescindir unos días de mi presencia. —Ahora sentía que le volvía el alma al cuerpo. —Te propongo algo, acompáñame adentro, te presentaré ante el resto de mi familia, recogeré mis cosas y me ire con ustedes a Varadero.Ana se sentía aterrada, una cosa era pasar unos días con él y otra muy diferente que le presentar
Después de la breve charla con su padre, Hugo subió a su habitación. Dio un par de golpes a la puerta y no fue abierta. Se intranquilizó por que Ana hubiera cambiado de opinión y se haya ido, así que bajo por una copia de la llave a recepción.Al regresar a la habitación entro con cautela y vio a su amada profundamente dormida, tal como la noche anterior. Aprovecho para revisar su bolsa y tomar una foto de su identificación para enviársela a su padre. No quería que se sintiera ofendida si se lo pedía directamente. Tomó la foto y dejo sus cosas tal como las encontró.Se acostó junto a ella en la cama, le envió un mensaje de texto a su papa acompañado de la foto para que iniciara su investigación. Comenzó a acariciar el cabello de Ana, al ver que no se movía opto por dormirse un rato también.Un par de horas más
El viaje a Santiago estaba lleno de sorpresas para ambos, ya que cada uno era encargado de sorprender a su pareja con la elección de alguna actividad. El reto estaba en que apenas se conocían, por lo que tenían que adivinar cuales eran sus gustos, pasiones o hobbies. Hugo fue el primero en elegir, aprovechando que la noche anterior supo sobre su pasión por la arquitectura y las obras de arte, primero la llevo a visitar el museo Diego Velázquez, una de las casas más antiguas en Latinoamérica, donde pudieron ser testigos de la morada que sirvió al colonizador español durante su residencia en Cuba. Se comportaban c
A la mañana siguiente, Ana se levantó muy temprano para reservar un original tour gastronómico por la Ciudad de Santiago, en el cual visitarían el museo del ron, la Casa de la Trova y terminarían la noche disfrutando un show en el Club Tropicana.Al regresar a su habitación se percató de que Hugo seguía dormido. Se quitó la ropa y se acostó junto a él para que no sospechara que había salido. En cuanto se había recostado, Hugo se despertó y se subió sobre su cuerpo.—¿Intentabas escapar nuevamente de mí princesa? —Comenzó a hacerle cosquillas y Ana comenzó a reír y a negar. —eso espero que la próxima vez será peor. —La atrapo con un beso que le arrebató el aliento.Ambos se encontraban completamente desnudos, ella con su respiración entre cortada comenzó a recorrer el
Al llegar al aeropuerto, se dirigieron a la sala exclusiva donde les revisarían su documentación antes de tomar el vuelo particular que los llevaría a Varadero. Hugo esperaba que Ana realizara algún gesto o hiciera algún comentario por el hecho de viajar en un avión privado, pero este nunca llego. Ella estaba acostumbrada a realizar viajes privados durante sus reuniones de negocios.Al abordar el avión, ambos se percataron que el único tripulante del vuelo sería el piloto.— Buenos días señores, espero que no les incomode viajar sin sobrecargo. El cambio de hora nos tomó desprevenidos y el Sr. Mateo nos confirmó que no habría problema.—No hay problema, y te agradezco por hacernos el favor de venir por nosotros con tan poco tiempo de anticipación.—No es ningún problema. Les pido que tomen asiento y partiremos enseguida.<