La mujer del Alfa: La reencarnación de la luna.
La mujer del Alfa: La reencarnación de la luna.
Por: PayperLee
Capítulo 1

—He esperado tanto tiempo por ti.

Cada partícula de mi cuerpo vibró ante tan afirmación aunque fingí ser indiferente ante él.

—No me toques, no puedes tocarme.

Sí, yo misma había pronunciado esas palabras pero ahora estaba arqueándome bajo ese toque inesperado pero increíblemente seductor que me tentaba y me hacía actuar desinhibida.

—Eso no es lo que me dice tu cuerpo...

Su voz era ronca y endiabladamente masculina como si llevara años sin usarla, lo que era muy extraño.

Eso poco me importó, estaba más centrada en sus dedos acariciando mis puntos más sensibles.

Casi retorciéndome vergonzosamente contra él.

—No tienes derecho a tocarme, quiero irme de aquí.

Cuando recuperé mi cordura mis manos golpearon su pecho intentando empujarlo pero no logré que se moviera ni siquiera un milímetro.

Su cálido aliento acarició mi piel erizándome enseguida al mismo tiempo que sentía los latidos acelerados de mi corazón.

De repente sus ojos se alzaron hasta los míos.

—¡Ah!

Mi gemido fue cortado por un gruñido que salió de sus labios.

Yo lo miré horrorizada.

Ese intenso azul de sus ojos había desaparecido siendo cubierto por un color tan oscuro como la noche.

Unos colmillos aterradores también se abrieron paso de inmediato.

—¡Suéltame de una vez!

Un chillido histérico estalló en mis labios y no sé cómo pude hacerlo pero escapé de su agarre para irme corriendo tan rápido como mis piernas lo permitieron.

Estaba en un inminente peligro y las palabras que salieron de su boca me lo confirmaron.

—No puedes huir de mí. Eres mía desde que naciste...

Estaba siendo cazada por ese hombre peligroso.

Una bestia.

Los ojos se me llenaron de lágrimas.

Estaba aterrada a pesar de que antes... hubiera estado lista para yacer con él.

Eso no era importante ahora mismo.

Lo importante era saber a dónde dirigirme.

—Te lo dije.

En esta ocasión el sonido de su voz se oyó aún más animal. Antes de que pudiera dar un paso más él me tomó por la cintura evitando que huyera una vez más.

—¡No! ¡Déjame!

Sin escucharme, él clavó sus colmillos en mi cuello logrando que gritara de dolor aunque no fue eso lo único que sentí.

Sino un placer absoluto que me hizo gemir sin poder reprimirme.

—¡Oh por Dios! 

Me desperté sentándome sobre la cama agitada.

Mi pecho subía y bajaba intentando regular mi respiración al mismo tiempo que me llevaba una mano en dirección a la mordida que supuestamente había recibido.

—¿Por qué tengo que soñar con esas cosas?

Aparté la sábana que había estado cubriendo mi cuerpo y enseguida me levanté de la cama.

Miré mi cama revuelta e inevitablemente me sonrojé de golpe sintiéndome enojada conmigo misma porque no podía dejar de imaginar lo que él había hecho en mi sueño.

Siempre aparecía en ellos desde que tenía catorce años.

Y a pesar de eso nunca he visto su rostro.

Apreté mi mandíbula dirigiéndome al baño.

—Leif es en todo lo que debo pensar —me recordé.

No tardé en arreglarme y me fui de inmediato a la universidad.

En clases mi mente estaba flotando bajo ese pensamiento que no me había dejado en todo el día, aunque eso no me gustaba nada.

Esos sueños que siempre tenía eran extraños pero hoy... simplemente me sentía diferente, aunque no entiendo el porqué.

—La clase terminó.

El anuncio de la profesora me hizo salir de mis pensamientos.

Tomé mis cosas y nos retiramos del salón.

A pesar de que mi mejor amiga estaba a mi lado hablándome iba perdida en mis pensamientos, una vez más.

—¡Ay, no!

 Gemí cuando un chico se tropezó conmigo destrozando la pulsera que mis padres me habían dado.

Rápidamente me arrodillé para recoger la bisutería.

—Lo lamento, no te vi.

Esa voz era extrañamente familiar pero no me importó.

—Selene, para.

Mi movimiento era frenético.

Seguía tomando la bisutería del suelo hasta que las manos de Ari me tomaron los brazos para detenerme haciendo que alzara mi mirada hasta chocar con sus ojos marrones.

—Ya basta, cálmate un poco.

—No lo entiendes Ariana.

Mis padres me habían obsequiado esta pulsera desde niña y después me habían hecho prometerles que jamás me la quitaría.

Nunca lo había hecho y me sentía de una manera extraña.

—Lo siento, yo te lo compensaré.

La voz del chico que había estado ignorando llamó mi atención y volví mi mirada a él fulminándolo con mis ojos.

Me di cuenta que sus orbes eran muy parecidas a las mías, tanto que me extrañó.

Apreté los dientes y terminé de recoger lo que me faltaba para guardarlo en mi bolso para después levantarme del suelo ignorándolo.

—Mi nombre es...

—No me importa, arruinaste mi día.

Mi gruñido lo interrumpió y sin darle tiempo a que dijera algo más me di la vuelta para irme a casa.

—Espera, Selene ¿Qué te pasa? Fuiste muy grosera con él. Se estaba disculpando.

—Ya, pero eso no me devuelve mi pulsera.

—¿Y qué más da?

Es solo una pulsera, no dramatices chica.

Iba a responderle cuando un auto se detuvo frente a nosotras llamando nuestra atención.

Ariana hizo una mueca al ver que se trataba de Leif.

Ellos dos nunca se han llevado bien.

—Sube, preciosa.

—¿Vienes con nosotros Ari?

—Claro que no, no lo soporto.

Yo entorné los ojos antes de despedirme de mi amiga y subirme al auto de mi novio sin saber que estaba siendo seguida por un par de ojos verdes que no habían apartado su mirada de mí ni siquiera por un segundo.

—Esto no va a gustarle nada —susurró el chico misterioso al viento guardándose las manos en los bolsillos al mismo tiempo que los veía alejarse.

***

Mykonos, Grecia.

Los ojos de la bestia se abrieron en medio de la oscuridad.

Después de tantos años había despertado otra vez.

Solo significaba una cosa.

Ella estaba viva.

No había otra explicación.

Su corazón se apretó ante esa certeza sintiendo la calidez envolverlo.

—¡Demonios, esa bestia despertó!

—¿De qué estás hablando Renki? No pudo haber despertado.

La bestia, tal y como lo llamaban alzó su mirada a los guardias que trataban de verlo en medio de la oscuridad de la celda donde estaba encadenado.

Él podía oler el aroma a miedo irradiar de ellos.

—Él esta...

—De todas maneras no podrá escapar. Tenemos que avisar a Grey.

A pesar de que intentó parecer sereno no lo logró.

Su nerviosismo era palpable.

El gruñido que dejó salir Aidan de sus labios los hizo sobresaltar y el recién llegado intentó huir para dar aviso a su jefe de que la bestia había despertado sin embargo no pudo hacerlo.

Antes de que siquiera se lo imaginaran "la bestia" rompió sus cadenas en una fracción de segundos y lo mismo ocurrió con los barrotes de la celda que lo mantenía cautivo.

—¡No, por favor!

Pero él no tuvo piedad así como ellos no la habían tenido con él.

Nadie podría mantenerlo aquí de nuevo porque su compañera estaba viva y tenía que encontrarla a como diera lugar.

En esta ocasión nadie la lastimaría otra vez.

Aidan, conocido como “la bestia” acabó con todos los hombres que se encontraban en su camino antes de irse de ese lugar.

—Voy a encontrarte compañera, nadie volverá a alejarte de mí otra vez. Nuestra familia estará unida otra vez.

***

Amazonas, Venezuela:

Leif se bajó conmigo cuando llegamos a casa para saludar a mis padres quienes estaba en la sala de estar, charlando.

—Leif y yo vamos a salir.

Tan rápido como pude me escabullí entrando en mi habitación sintiendo mi corazón acelerado de una extraña manera.

Desde que la pulsera se había roto había sentido algo extraño en mi interior.

No solo por la regañina que iban a darme mis padres.

Se trataba de algo más, inentendible.

Me llevé una mano a mi pecho pero de repente una presencia apareció como si estuviera dormida.

—¡Ay! ¡¿Qué…?!

Sus brazos entrecerraron mi cuerpo dejándome vulnerable frente a su pecho desnudo y musculoso. 

Di un paso atrás intentando huir de su intensa presencia pero mi espalda chocó contra la puerta detrás de mí y contuve el aliento.

—¿Quién eres? ¡¿Con qué derecho entras a mi habitación?! 

Él no se inmutó.

Parecía absorto mirándome.

Poniéndome nerviosa.

La luz no me dejaba ver sus rasgos pero si que podía ver sus ojos.

Los mismos que tantas veces he visto en mis sueños.

—No puede ser, tú…

Él se inclinó hacia mi dejando una distancia mínima entre nuestras bocas, mi pulso enseguida se disparó.

—Soy yo pequeña, he vuelto por ti —susurró con voz ronca.

Los vellos de mis brazos se erizaron.

Por alguna razón mi cuerpo estaba derretido ante él.

—Me perteneces, estamos destinados…

No podía decir una palabra.

Estaba congelada.

Sus labios rozaron los míos y mis ojos se abrieron con fuerza.

Rápidamente con el poco sentido común que me quedaba intenté apartarlo pero mis manos lo atravesaron y su imagen se disipó.

—¡¿Qué…?! ¿Qué demonios está pasándome?

Asustada y extasiada al mismo tiempo salí de mi habitación y corrí a la sala una vez más intentando quitar ese “encuentro” de mi cabeza.

Pero… ¿Por qué me sentía así?

—Estoy lista, vámonos. 

—¿No ibas a cambiarte?

Vi que el ceño de Leif se arrugó en confusión pero ahora no estaba para tonterías, quería huir de mis propios pensamientos y olvidarme de ese tipo que estaba volviéndome loca.

—No, solo quería refrescarme, estoy lista. Vamos —repetí.

—Espera un momento Selene, ¿Dónde está la pulsera que tu padre y yo te regalamos?

Su voz sonó extrañamente temblorosa y angustiada, cosa que me hizo sentir muy mal y en definitiva dejar en segundo plano esos locos pensamientos que estaban rondando mi cabeza.

—Mamá... alguien me la rompió en la universidad por accidente. 

—¡¿Por qué no me lo dijiste?! —el rugido de Leif me hizo sobresaltar.

Era muy extraño que él se enojara.

—¡¿Cómo es posible?! ¡Esa pulsera es indestructible!

Jamás los había visto de ese modo.

Parecían tan histéricos.

¿Qué hacía tan especial esa pulsera?

—¿Recogiste los fragmentos Selene? Quizás si vuelvo a unirlos…

La retahíla de mi madre fue interrumpida por el teléfono de la casa el cual mi padre no dudó en contestar.

Sus labios permanecieron apretados en un gesto duro mientras que miraba a mi madre.

Él no intercambió palabras con la persona que había llamado hasta que esta colgó.

—Es demasiado tarde para unir los fragmentos.

La bestia ha despertado y viene por su compañera.

Ha llegado el momento de irnos.

Mi madre asintió con determinación mientras que yo los miraba perpleja.

¿De qué estaban hablando?

Un sentimiento extraño volvió a golpear mi corazón pero a pesar de la ansiedad del momento, lo que estaba sintiendo era una emoción indescriptible.

Como si mi alma supiera algo que yo desconocía y estuviera dándome aviso.

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