Capítulo 4

Selene:

Mis ojos se abrieron lentamente.

—¿Dónde estoy...?

Entonces el recuerdo fugaz me golpeó.

—No ha sido un sueño.

Realmente estoy aquí, ¡¿Por qué estoy durmiendo en la cama si me acosté a dormir en el suelo?!

De prisa miré al otro lado de esta y por suerte estaba vacío, noté que nadie había dormido ahí.

—Por lo menos no se acercó a mí ese tipo —gruñí quitándome la sábana de encima para levantarme—. No debería estar pensando en asearme pero lo necesito.

Tengo que deshacerme de esta ansiedad que estoy sintiendo.

No tardé en quitarme la ropa, bañarme y después lavarme los dientes.

—Así me siento un poco mejor.

Aparté la mirada del espejo para ir en busca de un poco de ropa al closet aunque evidentemente solo había ropa de hombre.

—Tengo que encontrar una manera de escapar de aquí.

Este tipo quiere volverme loca.

No sé lo que pretende conmigo pero no va a lograrlo.

Me coloqué unos boxers nuevos que encontré y una camisa que me cubría hasta los muslos pero no había nada más.

—¿Cómo puedo escapar de aquí? ¿Mis padres me estarán buscando? ¿Leif...?

Interrumpiendo mi retahíla la puerta se abrió y yo enseguida me tensé esperando ver a ese tipo pero para mi sorpresa se trataba de una mujer mayor.

—Buenos días luna, le he traído su desayuno. No sabía qué le gustaba así que traje de todo un poco.

Espero que le guste.

Mis pupilas se dirigieron hasta la bandeja que la mujer sonriente sostenía.

Efectivamente todo se veía riquísimo pero no podía perder el tiempo, esta era mi oportunidad.

—Lo siento mucho.

Antes de que ella lo previera la empujé haciéndola a un lado mientras corría fuera de la habitación sintiendo mi corazón latir apresurado.

—¡No puedes irte luna! ¡Guardias, ha escapado la luna!

—Maldita sea.

A pesar de todo yo seguí corriendo sin detenerme.

Mi curiosidad me ganó cuando escuché gritos a mi espalda así que giré a ver sin detenerme.

—¿De dónde salieron tantos? ¿A caso todos son... bestias? ¿Hombres lobo...?

Horrorizada aceleré el paso sintiendo el cansancio llegar a mí.

–No puedo parar, no ahora cuando logré salir de esa m*****a casa.

Podía sentir la mirada de las personas cuando pasaba pero no me importaba.

Ellos eran cómplices de esas bestias.

—Un poco más y llegaré al bosque... ¡Sí!

Miré a atrás otra vez notando que venían mucho más cerca.

Mis pies dolían al haber salido descalza me había hecho daño.

—Ya quedará tiempo para lloriquear. Tengo que hacer algo para perderlos, debo despistarlos.

Fue entonces cuando frente a mí aparecieron un grupo de lobos gruñendo logrando que gritara deteniéndome en el acto.

Una cosa era que mis padres me contaran sobre los hombres lobos y otra era que yo los viera.

Eran mostruosamente grandes y sumamente peligrosos.

Di un paso atrás sin apartar la mirada de ellos hasta que mi espalda golpeó un pecho duro y firme.

Escuché un gruñido que hizo que el vello de mis brazos se erizara.

Estuve a punto de echarme a correr pero no pude hacerlo.

—Ni siquiera lo pienses —gruñó.

Me tomó en brazos levantándome del suelo en forma nupcial logrando que un grito escapara de mis labios por la sorpresa.

Alcé mi mirada y nuestros ojos se conectaron.

—¡No puedes hacerme esto! ¡No es justo! ¡Quiero volver a casa ya!

—Será mejor que no hables.

—¡¿Ahora no tengo ni siquiera derecho de hablar?!

—Has perdido todos tus derechos y más, ahora mantente en silencio.

Sí.

De verdad estaba furioso.

Pero entonces noté que a pesar de ello él intentó cubrir mi retaguardia para que nadie pudiera verme ya que estaba prácticamente desnuda a la mirada de todos estos hombres, cosa que logró ruborizarme aunque lo oculté.

—No puedes solo mantenerme encerrada y pensar que no voy a escapar. Eso es estúpido.

Él no me respondió manteniendo su mandíbula firmemente apretada mientras que seguía caminando de vuelta a mi encierro.

—En algún momento estarás descuidado.

No lo esperarás y yo podré salir victoriosa.

No volverás a verme nunca más.

Él apretó aún más se agarre mientras que aceleraba el paso gruñendo.

—Alfa, no pude detenerla. Ella...

—No te preocupes Verona. Puedes retirarte.

No sé en qué momento habíamos llegado tan rápido pero ya estábamos frente a mi prisión.

—¡Esto no puede ser! ¡Este hombre está secuestrándome y todos se han unido para ayudarlo! ¡Cuando mi familia venga por mí...!

Antes de que yo terminara de hablar, él cerró la puerta de la habitación con fuerza logrando que me sobresaltara mirándolo a los ojos.

Los de él estaban tan oscuros como la noche.

Tal y como siempre me hacía daño en mis sueños.

Contuve un grito de mi boca dando pasos atrás sin apartar mi mirada de él hasta que comenzó a seguirme intimidándome.

—No-no sé qué quieras conmigo pero sea lo que sea no vas a conseguirlo. 

Mi familia y mi novio vendrán por mí.

—¿Tu novio, pequeña? —estaba tan cerca de mí que lograba erizarme la piel incluso sin tocarme, pero no era solo eso sino también el tono de su voz peligrosa—. ¿El mismo inútil cobarde que decidió abandonarte en el bosque dejándote a mi merced?

—Él creía que yo iba justo detrás de él ¡Además no tienes derecho a hablar sobre Leif!

—Si hubiera sido yo te hubiera puesto delante de mí. Yo jamás te dejaría atrás.

Su cálido aliento se mezcló con el mío mientras que mi corazón latía de prisa sintiéndome nerviosa con su cercanía. Pero entonces me enojé conmigo misma por ello.

¿Por qué estaba sintiéndome de este modo por este tipo?

—¡Es absurdo!

Mi chillido hizo que él arqueara una ceja y mis mejillas se colorearan de rojo una vez más.

Intenté apartarme de él una vez más pero ahora sí mis pies dolieron y me mordí el labio para no mostrar debilidad.

—¿Sabes lo que verdaderamente es absurdo? Tú escapando, te lastimaste. Déjame ver...

—¡No! Tienes que dejar esa manía de tocarme cuando se te antoje.

No eres nada mío.

Soy una chica grande, por unas cortaditas en los pies no voy a morir.

—Pero eso no lo determinas tú, pequeña. Yo lo hago.

—Ya, claro. Es que tu vas con esa arrogancia por el mundo imaginando que todos deben obedecerte.

Pero yo no soy como los demás.

Me tiene sin cuidado que seas el líder de todo este sitio.

Sin ponerle atención a mis quejas me tomó en brazos cargándome hasta colocarme sobre la cama.

—¡Que me sueltes, que obsesión tienes por cargarme, yo puedo sola!

—No te muevas y no seas dramática. Quédate aquí, voy por el botiquín.

—Como si pudiera ir a otro lado.

Entorné los ojos pero él no me miró.

Salió de la habitación dejándome sola y furiosa.

—Maldita sea, estos tipos evidentemente son más rápidos que un humano normal. ¿Cómo escaparé de aquí entonces?

Entonces una idea cruzó por mi mente logrando que sonriera con malicia porque probablemente escapara al fin.

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