¿Te gusta más que yo?

La música de la fiesta retumbaba en los oídos y ahogaba la mayoría de los sonidos. La joven, al borde del pánico, seguía gritando, pero gracias a la música, sus gritos apenas eran audibles.

—¡Por favor, no grites! —le pedí, tratando de mantener la calma.

—¡Es el Alacrán, acaso no lo ven! ¡Te advierto que tengo gas pimienta! —respondió, su voz temblando.

Él rió a carcajadas, mostrando su cinismo. —¡Por supuesto, preciosa!

—¿Por qué la llamas preciosa, estúpido? —exclamé molesta. Me resultaba inconcebible que él fuera tan descarado como para coquetear con otras mujeres en mi presencia. Quizás no era tan especial para él como me había hecho creer.

—¿Y a ti qué te importa cómo le dice ese tipejo a las mujeres? —espetó Michael, visiblemente irritado.

Justo entonces, las sirenas de la policía comenzaron a sonar, lo que alarmó al Alacrán. Intentó huir, pero dos policías aparecieron a la salida del jardín. En un movimiento rápido, el Alacrán agarró a Grace y la apuntó con un arma.

Michael me
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