Una cita.

Sentía arder mis mejillas y una comezón impropia se apodero de mí. Me sentía incomoda. Quizá exagere al venir aquí haciéndome pasar por la luna. Pero situaciones desesperadas requieren medidas descabelladas. Así que Ann me necesitaba y debía dar la cara.

—¿Lo soy después de todo no?

—¿Quieres decir que me estas aceptando?

Su sonrisa arrogante volvió a surcar en sus labios, me miraba fijamente y parecía no querer quitarme la vista de encima. ¿Que estará pasando por su retorcida cabeza?

—Nunca dije tal cosa.

—¿Qué es lo que quieres?

—Saber que quieres de Ann y que me ayudes en algo.

—¿Y por qué debería seguir tus ordenes?

—Porque soy tu mate.

—¿Y? Eso no significa nada.

—Te equivocas, para ustedes lo es todo.

—En fin... Ann déjame a solas con tu defensora. —sentenció. Ann asintió hizo una reverencia leve con la cabeza y salió—, ¿En qué requieres mi ayuda?

—Quiero saber más sobre el mundo inmortal y saber si pertenezco a él.

—¿Y dónde entró yo?

—Tienes más conocimientos y miles de años.
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