Celsiur.

—¿Entonces preciosa mía, soy un perro?—burló, su voz llena de picardía.

—No, me entendiste mal, ¿sabes?—quise alegar, sintiendo el pánico crecer en mi interior. Me sacudió suavemente y miré el agua que relucía bajo la tenue luz de la luna. A juzgar por el viento, debía estar a una temperatura helada. —, ¿No vas a lanzar a tu preciosa mate a esa agua helada?, ¿verdad? Podría pescar un resfrío y arruinar nuestro fin de semana.

Su sonrisa se ensanchó aún más, superando con creces la del felino de Alicia. La gran sonrisa que preveía el rostro de mi acompañante me heló la sangre. Al predecir sus acciones, me aferré a él con fuerza, entrelazando mis brazos alrededor de su cuello y pegando mi cuerpo a su pecho. Tiró de mí, pero como buena larva apegada, lo traje hacia mí, cayendo así los dos a la fría agua. Una enorme cantidad de agua fue salpicada al caer juntos, creando un estruendo que rompió el silencio de la noche. Al salir a la superficie, solté una carcajada que resonó en el aire, al
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