Diecisiete años después
- Emerald Brown, preséntese en el despacho de dirección.
Cuando escucho mi nombre brotando de los altavoces del techo, me quedo rígida, y creo que quizá me lo haya imaginado. Estoy en clase de literatura, y estaba tan concentrada en la explicación que mi apuesto profesor estaba dando sobre la literatura moderna, que es posible que solo haya sido una imaginación.
Después de un par de minutos, percibo como los rostros de mis compañeros de clase se giran hacia mi, y me juzgan con sus miradas por no hacer caso de la petición del director. Para ellos es más habitual ir al despacho del director, pero no para mi, que desde que llegué a este colegio, no he recibido ni una sola falta disciplinaria.
Me levanto un poco temblorosa, me aliso la falda escolar, de cuadros azules y grises, y me bajo las mangas de la camisa blanca que completa mi uniforme. La rasposa tela de la camisa me pica en la piel suave, y por ese motivo, suelo llevar las mangas dobladas a la altura de los codos.
A medida que recorro el largo pasillo decorado con carteles artesanales, y anuncios de campamentos de verano, me pregunto que querrá el director de mi. No estoy muy segura, porque no recuerdo haberme retrasado en la entrega de trabajos, y he asistido a todas las clases del trimestre.
Llamo a su puerta de oscura madera cuando al fin me encuentro ante ella, y espero a escuchar su voz ronca pidiéndome que pase.
En el interior se encuentra el director del colegio, el señor Fieldman, y dos hombres sentados de espaldas a mi, y de frente al señor Fieldman. Me quedo parada en medio de la sala, que está decorada al estilo de las mansiones inglesas del siglo XIX, y me siento un poco tonta al no recibir ni siquiera una mirada por parte de los presentes.
Pocos segundos después, el director se levanta de su silla, y me pide que me quede junto a los dos desconocidos, que al fin se giran en sus asientos para presentarse.
Y cuando se dan la vuelta, puedo reconocer al antiguo Beta de mi padre, un soldado fuerte y valiente que siempre ha estado a nuestro lado; y a un chico joven, de rasgos parecidos a él, por lo que supongo que será su hijo, que actualmente tiene casi mi edad.
- Emerald,lamento tener que comunicarte que tu padre murió anoche. Lo siento mucho.
Lo miro con la mente en blanca, procesando sus palabras, sin llegar a entenderlas por completo. Mi padre, el antiguo Alfa Jackson Brown de la manada de Mar de Sierra no puede haber muerto, era muy joven para fallecer por causas naturales.
Es cierto que desde la muerte de mi madre, durante el parto en el que yo vine al mundo, mi padre había perdido la cabeza, de hecho todos mis recuerdos de él son de un hombre medio loco, dominado por su naturaleza de lobo, e incapaz de contener sus impulsos naturales.
Cuando yo tenía cinco años, el consejo de sabios de nuestra manada lo obligó a abandonar su cargo como Alfa, y cederlo a su hermano menor, mi tío, que es el que actualmente ostenta la posición de Alfa de la manada. Y desde ese día, mi padre solo se ha dedicado a pintar retratos de mi madre, y a llorar en su cuarto.
- ¿Cómo murió?- pregunto con la voz cortada por el dolor.
- Fue un ataque al corazón. Ya sabes que tu padre no llevaba muy buena vida, y bueno esos excesos acaban pasando factura, Emerald.
- Ya, claro.- digo yo sin saber muy bien que añadir.
- De verdad que lo siento, Emerald, tu padre era un gran hombre, pero se vio salpicado por la tragedia desde muy joven, y no pudo superarlo.
- ¿Has venido para escoltarme hasta la casa de la manada?
El antiguo Beta de mi padre carraspea, y yo lo miro confundida, ya que supongo que no ha venido hasta mi colegio en el extranjero solo para comunicarme la noticia.
- Ese es el otro punto por el que he venido hasta aquí.- me dice él.- tu tío, ha solicitado tu presencia en la casa de la manada, parece que considera necesaria tu vuelta.
- Pero él me prometió que podría acabar mis estudios, me dijo que no pondría ningún impedimento a que yo permaneciera fuera de la manada.
- Las cosas han cambiado, Emerald. Con la muerte de tu padre, bueno, digamos que la posición como Alfa de tu tío se tambalea. Él asumió el control de la manada para asegurar una buena gestión ante el problema de salud mental de tu padre. Pero todos en la manada consideraban a tu padre como el legítimo Alfa, y bueno, con su ausencia, el Alfa debería ser el hombre que te despose, Emerald.
Yo noto como un escalofrío recorre todo mi cuerpo, solo tengo diecisiete años, no quiero casarme con algún joven lobo con ansias de ascender a Alfa. Yo solo quiero continuar mis estudios y alejarme de un lugar del que no tengo ningún recuerdo feliz.
- No voy a ir con vosotros, lo siento, mi lugar está aquí, en el colegio.
- No creo que tengas alternativa, Emerald, tu compromiso con tu primo Aldo ha sido ya anunciado.
El antiguo Beta de mi padre, y su hijo, al que parece que está entrenando para entrar en la guardia de la manda, me escoltan hasta mi cuarto del colegio para que pueda preparar mi maleta. Pero yo me hago la difícil, y la antipática. No tengo nada contra ellos, es solo que no deseo que me obliguen a volver a la manada contra mi voluntad. Con la muerte de mi padre, ya no me queda nada allí, y si la intención de mi tío es obligarme a contraer matrimonio con mi primo, mi deseo de volver se reduce a la mitad.A pesar de mi reticencia, y de mi absoluta falta de modales, ambos hombres comienzan a guardar mi ropa,mis libros, y el resto de mis cosas en una de las maletas que encuentran en el armario, y a mi no me queda más remedio que colaborar con ellos, si no quiero que acaben recogiendo mi ropa interior.Cuando ya hemos recogido todo, y parece que no queda nada por hacer en este colegio que ha sido mi casa durante tantos a&nti
El viaje hasta la antigua casa de mi manada se me pasa muy rápido, apenas me ha dado tiempo a prepararme mentalmente para lo que va a ocurrir, y ya me dejo desembarcando del avión que me ha traído de vuelta a mi tierra natal.Ya en la terminal, me veo envuelta por la escolta que mi tío ha envíado a recibirnos, pero que para mi es una precaución totalmente innecesaria. Llevo tantos años fuera de estas tierras, que dudo que nadie me reconozca aquí. Aún así, decido no dar problemas desde el principio, y los sigo con paso reticente y la mirada perdida en todas las personas que arrastran sus maletas por el aeropuerto, y miran sus teléfonos con ansiedad.Al llegar al vehículo designado por mi tío para llevarme hasta la casa de la manada, me doy cuenta de que estoy sola con los guardaespaldas, todos ellos lobos altos, fornidos y ceñudos. El más fuerte de todos ellos me ind
- Querida Emerald, que ganas teníamos de volver a verte.-me dice la Luna de mi tío, y yo la miro con escpeticismo, aunque evito comentar que de ser así, podría haberme visitado en el colegio, o al menos, podrían haberme enviado alguna felicitación navideña.- Si, yo también deseaba retomar el contacto con vosotros.- digo yo, en vez de lo que estaba pensando hace solo unos instantes.- Y ahora que sé que vamos a estar unidos por un doble lazo, me siento aún más feliz de tenerte entre nosotros.- ¿Qué quiere decir, tía?- Emerald, tu primo Aldo es tu pareja destinada, lo ha predicho uno de nuestros sabios.Yo los miro a todos con los ojos desencajados, y trato de adivinar si me están tendiendo una trampa o algo así, porque nunca se ha podido predecir cuando una pareja de lobos está des
Después de que Aldo se fuera de mi cuarto, aproveché para cerrar con llave, comprobar que todas mis cosas estaban ya colocadas en los cajones y armarios de la habitación, y después decidí tumbarme en la cama, y dejar la mente en blanco. No sé en que momento ocurrió, pero debí de quedarme dormida, supongo que por el agotamiento del viaje, pues lo siguiente que recuerdo es despertarme sobresaltada con una voz femenina que me resultaba desconocida.Abrí los ojos de inmediato al escuchar esa voz, y vi frente a mi a una mujer mayor, con el cabello grisáceo por las canas, y la piel del rostro arrugada en torno a los ojos, y a la comisura de la boca.- Buenos días, señorita Emerald, soy su asistente, estoy aquí para ayudarla en lo que necesite. ¿Desea que abra las cortinas de la habitación, señorita?Nada más escuchar sus palabras, me giro hacia la ven
Durante las dos semanas siguientes a nuestra primera clase, Albert y yo establecemos una dinámica bastante sencilla. Las clases comienzan todos los días a las nueve, y a cuando terminan a las dos, yo me voy a comer al salón, con mis tíos y primos; y él se va a la zona del servicio, en la que pasa el resto del día.Yo no me atrevo a sacar el tema del beso del primer día, y él apenas se atreve a mirarme a los ojos, así que los dos permanecemos en un silencio tenso durante los descansos, y yo ni siquiera me atrevo a preguntarle las dudas que me surgen cuando estudio por las tardes los temas que él me ha explicado por la mañana.El sábado posterior a mi segunda semana lectiva, mientras yo planeaba como colarme en las dependencias de los sirvientes de la manada para buscar a Albert y explicarle que tenemos que confiar el uno en el otro, Vicenta entra en mi habitación junto con otras d
Las dos semanas previas a la ceremonia de apareamiento se me pasaron en un suspiro. El lunes cuando ya me había preparado para asistir a mis habituales clases de la semana, Vicenta me anunció que habían sido suspendidas por la inminencia de la celebración.Y en vez de verme rodeada de libros, música, e interesantes explicaciones sobre geografía, historia o matemáticas; me vi inmersa en una apabullante cantidad de pruebas de las que desconocía su existencia hasta que mi asistencia era requerida.Durante la primera semana, nos dedicamos a escoger el menú, que tras muchas deliberaciones se compuso de un cóctel frío y caliente, que permitiría a los asistentes relacionarse entre si, y moverse con libertad. Supongo que tras esta decisión estaba mi tío, y su ambición por construir una relación comercial con las manadas vecinas, que tras la desaparición de mi padre ha
Vicenta me llevo hasta un enorme cuarto con las paredes blancas, y presidido por una cama de más de dos metros de ancho, con un cabecero de cuero negro, y vestida con sábanas de satén negro. Yo me estrmecí al contemplarla, porque supe de inmediato que la habían preparado especialmente para nosotros, para nuestro apareamiento.Vicenta sacó del armario varias prendas minúsculas, la mayoría de ellas transparentes, y las rechacé todas con la cara ardiendo por la vergüenza.- Escúchame bien, Emerald.- comenzó a decir ella.- has aceptado compartir tu vida con el hijo del Alfa de esta manada, y eso no va a cambiar porque te muestres reticente en la cama. Tienes que aprender a ser una compañera complaciente, y aunque Aldo no sea tan bien parecido como otros muchachos, no es malvado, y puedes hacer que te desee y que se enamore de ti.
Me quedo paralizada ante la petición de estos hombres, y rehuso seguir sus instrucciones. Estoy absolutamente paralizada por el miedo, estos dos intrusos se han colado en la casa de mi manada, y han matado al hijo del Alfa, ¿acaso creen que voy a ir con ellos sin oponer resistencia?- Lobita, no hay escapatoria, levanta tu lindo trasero, y ven con nosotros.- dice ahora el mismo hombre que me había hablado con anterioridad.Como no me muevo, se acercan más a la cama, y uno de ellos, el que ha permanecido silencioso, me agarra del pelo que aún llevo recogido, portando el delicado moño que me hicieron las mujeres de la manada, y me arrastra al exterior de la habitación.Yo pataleo, e intento zafarme de su agarre, pero es demasiado fuerte, y el brazo que tira de mi pelo no cesa en su agarre, de hecho temo que cuando me suelte me haya arrancado mechones enteros de cabell