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Entre las garras de mi primo

- Querida Emerald, que ganas teníamos de volver a verte.-me dice la Luna de mi tío, y yo la miro con escpeticismo, aunque evito comentar que de ser así, podría haberme visitado en el colegio, o al menos, podrían haberme enviado alguna felicitación navideña.

- Si, yo también deseaba retomar el contacto con vosotros.- digo yo,  en vez de lo que estaba pensando hace solo unos instantes.

- Y ahora que sé que vamos a estar unidos por un doble lazo, me siento aún más feliz de tenerte entre nosotros.

- ¿Qué quiere decir, tía?

- Emerald, tu primo Aldo es tu pareja destinada, lo ha predicho uno de nuestros sabios.

Yo los miro a todos con los ojos desencajados, y trato de adivinar si me están tendiendo una trampa o algo así, porque nunca se ha podido predecir cuando una pareja de lobos está destinada a estar junta.

- Tíos, disculpen mi franqueza, pero entre mis planes no entra la posibilidad de contraer matrimonio.

Cuando digo ésto, todos me miran con caras espantadas, supongo que porque estoy desafiando la autoridad de la pareja del Alfa, y eso equivale a desafiar al propio Alfa, pero no puedo callarme, y dejar pasar la oportunidad sin más.

- Salid todos del salón.- grita mi tío enfurecido, con la cara teñida de una tonalidad roja que me hace temerlo.

Comienzo a caminar hacia la puerta, esperando que “todos” se refiera también a mi, pero a los pocos segundos vuelvo a escuchar como su grito restalla entre las paredes del moderno salón de la casa de la manada.

- Emerald, Aldo, vosotros no.- Me acerco hasta el lugar en que se encuentra sentado con pasos dubitativos, esperando que no me mate en ese mismo instante por desafiar su autoridad. Y veo como él sigue con la mirada a todos los que se apresuran a abandonar la sala, hasta que al fin el último cierra la puerta al salir.- Emerald, no creo que entiendas la situación en la que te encuentras, eres la hija del único Alfa que ha sido destiuido de su cargo, y dependes totalmente de mi caridad para sobrevivir.

Mientras él habla, noto como mi primo Aldo se acerca a mi, y se coloca más cerca de mi de lo que me gustaría. De repente, noto como una de sus manazas adolescentes se coloca en mi culo, y lo manosea con poca habilidad. Me giro hacia él, con los ojos llenos de furia por su atrevimiento, y él me devuelve la mirada, en la suya puedo leer toda la lujuria que este momento le está provocando, porque tiene las pupilas dilatadas, y noto como se esfuerza para no dejar que su lobo interior tome el control.

- Tío, hace ya muchos años que no se obliga a nadie a contraer matrimonio, desde los tiempos del abuelo, se deja que los lobos de la manada se emparejen libremente.

Protesto yo mientras me muevo levemente, evitando el contacto de Aldo.

- Emerald, no es una obligación, por supuesto, pero nuestro consejo de sabios os ha emparejado,  supongo que eso tiene alguna importancia para ti.

Aldo vuelve a acercarse, y su mano ahora me manosea más fuerte, y noto como su respiración se acelera.

- Tío, no deseo casarme todavía, tal vez pueda esperar un par de años.

- Eso sería muy desconsiderado por tu parte, Emerald, pues si esa es tu decisión, me temo que tendré que deshacerme de tus amigos.- yo lo miro horrorizada.- me refiero a ese profesor que ha aceptado acompañarte, y los dos soldados leales a tu padre que se ofrecieron para ir a recogerte al carísimo colegio que yo he estado pagando todos estos años.

Noto como las lágrimas se agolpan en mis ojos, no sé si es porque sé que hay varias vidas que dependen de la decisión que yo tome; o si es porque ahora Aldo me aprieta los pechos con sus manos torpes y desagradables. Supongo que ambas cosas me afectan por igual.

Tardo varios segundos en decidirme a hablar, sobre todo porque estoy intentando procesar el horror de todo lo que está sucediendo desde hace unas horas, y antes de que yo pueda decir o hacer nada, noto como Aldo acerca su cara a la mia, veo su rostro lleno de granos acercarse, sus labios apretándose contra los míos que apenas responden a sus acciones. A mi pesar, él me agarra fuertemente de las caderas, y continúa presionando sus labios sobre los míos, su mano derecha asciende por mi costado, hasta toquetear uno de los pechos, y yo solo puedo sentir una ola de terror en mi interior. Su lengua invade mi boca, entra a la fuerza, y se mueve en mi interior buscando mi colaboración. Me doy cuenta de que su otra mano, la izquierda, se ha metido bajo mi camiseta y frota con adoración mi otro pecho, que pugna por salirse del sostén, pero lejos de excitarme, me siento asqueada, quiero salir corriendo, y encerrarme lejos de Aldo, y de su repulsivo tacto.

- Está bien, accedo, me casaré con Aldo.

Consigo decir en el breve momento en que mi primo me suelta para coger aire. No sé porqué he accedido, de hecho me siento arrepentida en cuanto pronuncio esas palabras, pero el mero hecho de pensar en como esos hombres que me han acompañado hasta aquí, dependen de mi para sobrevivir, me ha hecho decidirme.

- Me alegra saber que has entrado en razón, sobrina. Aldo, acompaña a Emerald a su habitación, estoy seguro de que necesita descansar.

¿Qué? ¿Ese lobo con manos insaciables va a acompañarme hasta mi cuarto? ¿Cómo conseguiré frenarlo si decide que no tiene suficiente con solo acompañarme?

Aldo me acompaña a través de la casa de la manada, pero afortunadamente, he conseguido que me sujete la pequeña mochila que llevaba conmigo en el coche. Imagino que el resto de mi equipaje ya debe de estar en la habitación que me hayan asignado, pero esta mochila que iba conmigo, me ha servido como excusa, para mantener las manos de primo Aldo ocupadas.

Mientras me guía a través de los pasillos, va haciendo comentarios sobre los cuadros o esculturas que decoran los espacios por los que pasamos, pero yo apenas lo escucho, ya que mi cabeza zumba con el desagradable recuerdo de sus manoseos.

Tras varios minutos, veo como se detiene frente a una puerta, la abre, y me pide que pase al interior de la habitación.

Entro, y veo una preciosa habitación con papel pintado rosa, y una bonita cama blanca con dosel vestida con una colcha de color granate, a juego con las cortinas que están colocadas en la ventana, desde la que puedo contemplar el precioso paisaje que nos rodea.

Es una habitación preciosa, y me sorprendo a mi misma al reconocer que no había esperado un cuarto tan bonito. Pero mientras estoy ocupada contemplando el lugar donde me alojaré a partir de ahora, Aldo deposita la mochila, y se acerca a mi dispuesto a darme la bienvenida a la manda.

Se coloca a mi espalda, y vuelve a colocar sus manos sobre mis caderas. Sus labios se acercan a mi cuello, y noto como deposita un reguero de besos en mi piel. Su gesto hace que se me erice la piel, él lo nota, y lejos de pensar que lo que siento es repulsión, piensa que sus avances me han excitado; así que noto como me gira para colocarme frente a él, y sus labios vuelven a chocarse contra los míos, en un torpe intento de beso. Mete su lengua entre mis labios, y lo escucho gemir de placer mientras se frota contra mis caderas.

Sus manos siguen su avance, colándose bajo la camiseta y desabrochando el sujetador que llevo puesto de un fuerte tirón. Yo me sobresalto, y doy un leve salto, que una vez más él interpreta como un signo de excitación, y se dedica a frotarme los pechos con una fuerza inusitada, manoseándolos, y apretando mis sensibles pezones que se endurecen bajo su contacto.

Ahora está verdaderamente cachondo, lo sé por el bulto que se aprieta contra mi cuerpo, y aunque no tengo experiencia propia, he escuchado suficientes historias en el colegio para saber lo que eso significa. Él me arranca la camiseta, y baja sus labios hasta mis pechos que han quedado expuestos, los lame con reverencia, se mete los pezones en la boca y los succiona con impaciencia, haciendo que mi cuerpo se tense por la falta de cuidado con la que me toca.

Me dejo hacer porque no quiero que mi tío vuelva a enfurecerse y descargue su ira contra mis amigos,pero no me excito, y mucho menos me siento como se supone que debería en esta situación.

Noto como empieza a desabrochar mi pantalón, y me asusto por lo rápido que va todo. Mi cabeza piensa frenéticamente en como ralentizar sus movimientos sin hacerlo enfadar, y tras varios segundos, decido que necesito tomar el control. Meto mi lengua en su boca, y apoyo las manos en su pecho. Él jadea sintiendo mis movimientos. Le abro la camisa, y muevo mis manos por su pecho lampiño, él gime al notar mi tacto suave, y me alegro al ver que mis instintos son buenos. Vuelvo a besarlo, respondiendo ligeramente a su lengua avasalladora, y él se frota con insistencia en mi entrepierna.

Me aterra la posibilidad de perder mi virginidad con este muchacho desagradable y que no me hace excitar ni un poco, así que bajo mi mano por su pecho, y la acerco hasta su entrepierna abultada.

Él se frota contra mi mano, y yo le desabrocho la cremallera con manos temblorosas. Veo su miembro desembarazarse del pantalón y el calzoncillo, y me sorprendo al ver por primera vez un pene erecto.

Dejo que mi mano se deslice a lo largo de su miembro, y lo acaricio lentamente, Él me susurra que aumente el ritmo, y yo lo hago,  lo acaricio más fuerte, y él jadea más rápido. Sigo con mis movimientos inexpertos, y recorro su longitud una y otra vez hasta que lo noto tensarse, y me paro porque creo que he debido hacerle daño para que responda de esa manera a mi contacto.

- Sigue, nena, estoy a punto.

Yo reanudo mis movimientos, porque no sé bien a lo que se refiere, y tras unos minutos más de rápidas caricias, noto como un líquido viscoso y caliente llena la mano con la que lo acaricio. La retiro, y la veo cubierta de una sustancia blanca, que intuyo que debe de ser el semen del que las chicas del colegio hablan, y se ríen en voz bajita mientras dice que ellas lo tragan.

Yo vuelvo a mirarlo, y al ver su extraña textura y olor, me pregunto ¿de verdad es comestible esta cosa?

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