Capítulo 4 —Realidad

Capítulo 4 —Realidad

Elektra:

La noticia de la muerte de mi madre llegó como un golpe inesperado. Todo en mi vida cambió en un instante. Ella siempre había sido mi pilar, mi apoyo incondicional, y su ausencia dejó un vacío imposible de llenar. Fue en ese momento de vulnerabilidad que mi padre, Gideon Marlowe, se acercó con una propuesta que cambiaría mi vida. Mi padre no había estado presente en mi vida durante mucho tiempo, especialmente después de su divorcio con mi madre. Sin embargo, tras su fallecimiento, se mostró preocupado y dispuesto a ayudarme. Me ofreció vivir con él, argumentando que sería mejor que estuviera con alguien de mi familia en lugar de estar sola.

—Elektra, quiero que vengas a vivir conmigo —dijo una tarde, sentado en el sofá de la casa que había sido mi hogar —No quiero que enfrentes esto sola.

Miré sus ojos, buscando alguna señal de sinceridad. Había pasado tanto tiempo desde que habíamos tenido una conversación real. Sin embargo, en mi estado de vulnerabilidad, sus palabras me parecieron una salida a mi dolor.

—Está bien, papá —respondí, tratando de sonar firme —Iré contigo.

Mudarse a la casa de mi padre, fue un proceso rápido. Dejé atrás todo lo que conocía y me sumergí en un nuevo mundo. Su casa era grande, elegante, pero fría y desprovista de vida. Me sentía como una extraña en un lugar que debería sentir como hogar. Los primeros días fueron tranquilos. Mi padre parecía atento y preocupado por mi bienestar. Pero pronto, esa fachada comenzó a desmoronarse. Su verdadera naturaleza controladora empezó a manifestarse de maneras que no esperaba.

—Elektra, ¿dónde has estado? —me preguntó una noche, con un tono severo, cuando llegué a casa más tarde de lo habitual.

—Solo salí con unas amigas, papá —respondí, intentando mantener la calma —No es gran cosa.

—No me gusta que estés por ahí sola, sin supervisión. No es seguro.

Su preocupación parecía razonable, pero pronto se hizo evidente que no se trataba solo de seguridad. Empezó a controlar cada aspecto de mi vida; con quién hablaba, a dónde iba, incluso lo que vestía. Un día, la situación se volvió insoportable. Había quedado con una amiga para salir, y él se opuso vehementemente. 

—No vas a ninguna parte esta noche —dijo, cruzándose de brazos.

—¿Por qué no? —Pregunté, frustrada —Solo es una salida con amigas. Necesito un poco de espacio, papá.

—No confío en esa gente. Y no confío en que sepas lo que es mejor para ti.

Sus palabras me hirieron profundamente. Sentí que estaba perdiendo el poco control que tenía sobre mi vida.

—Esto no puede seguir así —dije, mi voz temblando de ira y tristeza —No soy una ni*ña, papá. No puedes controlarme de esta manera.

—Elektra, solo quiero protegerte.

—¿Protegerme o controlarme? —Repliqué, dándole la espalda —Ya no puedo vivir así.

Esa noche, aprovechando que él dormía, empaqué mis cosas en silencio. No podía seguir viviendo bajo su sombra opresiva. Dejé una nota en la mesa de la cocina, explicando mis razones y asegurándole que estaría bien.

—Lo siento, papá. Necesito encontrar mi propio camino.

Salí de la casa, con mi corazón pesado pero decidido. Caminé sin rumbo fijo, sintiendo una mezcla de miedo y libertad. No sabía a dónde iba, pero cualquier lugar era mejor que estar bajo el control de mi padre. Después de vagar por un tiempo, encontré trabajo en un club nocturno, llamado “Eclipse”. No era el trabajo de mis sueños, pero me dio la independencia que tanto anhelaba. Aquí, podía ser quien quisiera, lejos de la mirada vigilante de Gideon. Cada noche en el club era una nueva oportunidad para reinventarme, para descubrir quién era realmente sin las ataduras de mi pasado. Fue en este lugar donde, sin saberlo, me encontraría con Dorian, un hombre que cambiaría mi vida de maneras que nunca imaginé. Y así fue como mi vida como bailarina, inicio. Unos días más tarde, subiendo y bajando mi pecho por la agitación del momento, regresé a mi habitación después de mi primer encuentro sex*ual con un hombre. Un hombre que desde que sentí su presencia en aquella sala para mi primer baile privado, captó mi atención por su olor embriagador. Exhalando algo de aire, recargué mi espalda en la fría pared, rememorando cada minuto junto a él, su rostro, sus caricias, y empezando a despojarme de la ropa, tomé una ducha para prepararme a descansar una vez mi noche terminó.

—Natasha… ¿Ya estás dormida?

Llegando al dormitorio que compartíamos, un par de minutos después que Eclipse cerró, Katrina como se hacía llamar lo más cercano que tenía a una amiga, agitó mi cuerpo para saber si ya descansaba, y tomando asiento en la cama, mordí mi labio inferior cuando empezó a preguntar por Dorian.

—Él fue…  —No terminé la frase sintiendo mi corazón acelerado al no saber cómo describir lo que había sucedido, sabía muy bien que yo solo era una dama de compañía para él; que independientemente de que mi primera vez fuera esa, no debía significar nada para mí —Pero mejor dime ¿Cómo te fue a ti?

Cambiando de tema de manera abrupta, Katrina, bajo su rostro un poco decaída, lo cual me indicaba que la noche había sido pesada para ella, por lo que abriendo mis brazos, la abracé en un intento de confortarla.

—Hice muy poco dinero, y Mario se quedó con él… Ya sabes, por la deuda.

Hizo un mohín con su boca al separarse de mí; que si bien, yo me encontraba en este lugar por cuenta propia, para ocultarme del patán de mi padre. Katrina, no. Ella, para saldar las deudas de su madre alcohólica, tenía que trabajar para el idiota de Mario, quien vendía su alma al diablo si era necesario por un par de billetes. Acariciando su brazo, le sonreí con desgano, y tratando de calmarla, agregué.

—Mañana será un día mejor

Palmeando mi lado de la cama unos minutos después, le pedí acostarnos a descansar para no pensar demasiado, y tratando de conciliar el sueño, no salía de mi mente, mi madre, y todo el asunto de la pelea con Gideon. ¿Cómo es que en pleno siglo XXI un hombre pretende casar a su hija con un tipo que apenas conoce? Pues, Gideon Marlowe quería hacerlo, unir mi vida para siempre a un aspirante a diputado de quinta, quien no era más que una cara linda para mí. Tal vez en mi adolescencia, siendo aún una niña estúpida, que creía en los cuentos de hadas, en el feliz para siempre, en el guardarse para su esposo. Hubiese accedido a su capricho del matrimonio arreglado, pero ahora después de la muerte de mi madre, el cambio de ciudad tras aceptar su propuesta de vivir con él, tener que valerme por mí misma después de huir de su casa. No puedo aceptarlo, ahora yo decido sobre mi vida, sobre mi cuerpo, y el primer paso para romper mi estereotipó, fue entregar mi virginidad a Dorian, quien debo resaltar, es más apuesto de lo que pensé. Al amanecer, me preparé para ayudar a Katrina en los quehaceres, y enviando a una de las chicas a llamarme, me presenté en la oficina de Mario.

—Pasa adelante.

Con cierta incomodidad empecé a caminar hasta él, y tomando asiento en una silla frente a la mesa en la que recargaba sus codos, tomé lugar sin dejar de verle. En realidad, él no me había hecho nada como para detestarlo, de hecho fue compasivo al dejarme quedar en este lugar, solo con la condición de que ayudara a las chicas, pero al ver que necesitaba dinero para alimentarme, y ciertas cosas, inicié con bailes que me llevaron a otra cosa. 

—Pequeña Natasha… Debo decir que me has asombrado, jamás pensé que darte asilo en este sitio me sería tan fructífero —Colocándose de pie, empezó a caminar por el pequeño lugar, y llegando a mis espaldas, antes de seguir apoyo sus manos en mis hombros, inquietándome un poco —Gracias a ti, a tu talento para el baile, tu cuerpo… Los clientes han pagado una gran suma de dinero —Acercándose a mi costado, musitó cerca de mi oído, y apretando mi puño, me preparé para atacarlo, si era necesario —Incluso el político de cartón, ha pagado más por tu compañía que por cualquier otra chica… Y eso que tiene mucho tiempo siendo uno de mis mejores clientes —Tragué saliva al escucharlo ¿Mucho tiempo? Eso quería decir que se había acostado con las demás chicas.  Exhalando un poco de aire aparté esos pensamientos absurdos de mi mente, y viendo como Mario regresaba a su lugar, llevó un cigarrillo a su boca, el cual encendió enseguida.

—Aquí está tu paga… Felicidades, puedes salir de compras.

Sacando de pronto dos fajos de dinero, los arrojó sobre la mesa, y enarcando una ceja en espera de una respuesta, solo los tomé antes de salir.

No era pros*tituta, solía bailar porque me gustaba, seducir a los hombres, que sintieran el deseo por mí, carcomer su ser, sus miradas intensas sobre mi cuerpo mientras lo recorría con mis manos; solo con Dorian, sin siquiera mirar su rostro me sentí cómoda como para hacer algo así, por lo que saliendo del lugar me prepare para dar un paseo

— ¿Regresarás?

Antes de salir a la calle, escuché la voz de Katrina a mis espaldas, y girándome para responder la vi recargada en el umbral de una puerta.

—Claro que si… Soy una ni*ña desamparada que no tiene a donde ir ¿Acaso lo olvidas?

Eso lo dije en una media sonrisa, gracias a ella tras, huir de las garras de mi padre, tengo un techo sobre mi cabeza, fueron un par de noches durante las cuales dormí afuera, solo por no volver a someterme a sus mandatos y prohibiciones bastantes absurdos. Por lo que, agitando mi mano, me despedí con la promesa de regresar. Transité un par de calles, sin saber por dónde iniciar, no conocía mucho la ciudad, además de eso debía estar pendiente por si mi camino se cruzaba con el gran Gideon Marlowe, quien de buenas fuentes supe no había parado de buscarme. Deteniendo mi andar en un café bastante interesante, miré la vitrina antes de ingresar y pedir una rebanada de pastel, y sintiendo de pronto como una mano se posaba en mi brazo, giré cuando tiraron de él.

—¿Elektra?

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