34. VISITA

Mi pesadilla era tan real, y angustiosa, que el llanto incontrolable que me había atacado ante la dificultad de alcanzar a aquel hombre desconocido y que era al parecer alguien muy importante de mi vida. En vez de disminuir aumentaba más y más. La persistente voz que me llamaba, y había empezado a sacudirme, al fin a ayudarme a despertar. Dentro de mi inconsciencia algo me decía que si seguía aquella voz, saldría. Por eso luché para seguir esa voz. Unas gotas de agua cayeron en mi rostro haciendo el milagro de despertarme. ¡Al fin me despierto! Al abrir los ojos tengo a Dolores frente a mi muy preocupada.

—¿Niña, qué tiene? ¿Por qué llorabas así? —me pregunta con mucha dulzura.

—¡Dolores, gracias por despertarme! He tenido un sueño, o más bien una pesadilla, angustiosa. No, era un sueño pesadilla. —le cuento, sentada en la cama, con ella de pie mirándome expectante.

—¿Cómo un sueño pesadilla? ¿Quién entiende eso? ¿Fue un sueño o una pesadilla? —pregunta intrigada.

—Bueno, deja que te
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