291. MIS PADRES

Y los vi marcharse caminando por toda la orilla del mar mientras recogían muchas conchas de colores, que iban acumulando en una cesta que llevaba la niña. Fue entonces que comprendí que estaba mirando la vida de mis padres desde el mismo instante en que se habían conocido. Desde ese momento no se volvieron a separar, todos los días se encontraban en el mismo lugar y se la pasaban jugando y corriendo uno al lado del otro.

Una mañana después de que sus padres, es decir mis abuelos, terminaron sus oraciones frente a la luz del sol, salieron a buscarla.

—Lucecita, tienes que venir ahora con nosotros —le pidió su padre.

Justo en ese momento aparecieron mis abuelos paternos, conociéndose e invitándolos a desayunar con ellos. No pude evitar darme cuenta de la mirada que se dirigieron mis abuelos maternos con una expresión de, ¡te lo dije no se puede cambiar el destino! Transcurrieron los días en que la familia no se separaban y hacían prácticamente todo juntos, debido a que los niños
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