212. PREPARACIÓN

El capitán había cumplido la palabra y había mudado a todos sus soldados para el albergue, mientras él se quedaba en el que era mi antiguo cuarto, mantenía una guardia estricta de toda la zona, sin dejar que entraran extraños a la casa. Estaba de lo más asombrada, se conocía a la perfección cada cosa en la hacienda y cómo funcionaba. Ordenaba sin dudar lo que se debía hacer y cómo hacerlo.

Tanto la Madre Superiora como las hermanas, que estaban muy asombradas de que yo hubiese permitido de pronto que él viniera a vivir conmigo, así como la familiaridad en que nos tratábamos los dos. Pues no habíamos dejado de tutearnos ni llamarnos por nuestros nombres. Por lo que todos asumieron que lo había aceptado como mi compañero y lo trataban como tal.

En la noche que había invitado a que se quedara, traté de conversar con el pequeño bebé, que no volvió a convertirse en un hombrecito grande. Permaneció siendo un bebé y ya no le molestaba que le pusiera la ropa de otro color, incluso
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