No puedo explicar la enorme emoción que me entró, cuando ella me enseñó la llave, apenas si tenía fuerzas para levantar mi mano y hacer que no temblara para tomarla. La hermana Inés me observaba curiosa, hasta que se adelantó e introdujo la llave en la cerradura.—¿Qué extraño? Hubiese jurado que era esta. No abre —dijo volviéndola a sacarla de la cerradura.—¿No abre? — pregunté ansiosamente — deja que pruebe yo.—Está bien, toma el llavero, todavía tengo que hacer algunas cosas, si no es esa seguro que es otra, y está ahí.La vi alejarse de prisa al encuentro de otras hermanas que las estaban esperando, mientras yo miraba la llave que ella había introducido en la cerradura, con cuidado volví a hacerlo, despacio giré hacia la derecha sin ningún tipo de problemas, la puerta se abrió. Estaba todo oscuro, las velas que antes siempre estaban prendidas, ahora estaban apagadas. Cerré de nuevo con llave y me dirigí a la cocina buscando unos cerillos para prenderlas de nuevo. A mí regre
Desde ese día que me habían visitado esas personas extrañas, no dejaron de aparecer en mi puerta, dos o tres veces al día, diferentes visitantes pidiendo lo mismo. Recibiendo la misma respuesta que las primeras, ya no solo yo, sino todos los sirvientes, habían comenzado a sospechar que algo extraño sucedía. Pues ellos no conocían a nadie de esas personas que aparecían en la puerta pidiendo asilo y ellos se conocían a todos en el pueblo.—Señorita, no debe dejar pasar a nadie, es todo muy extraño, ¿de dónde sale toda esa gente? — me decía a cada rato la responsable de las sirvientas. —Lo raro es que ninguno se queda en el albergue que usted los manda, todos desaparecen.—¿Cómo qué desaparecen? —preguntó la hermana Caridad que me acompañaba en ese momento. —¿No se quedan en el albergue después que vienen a pedir asilo?—No hermana, es lo que le estaba contando a la señorita Ángel. Yo desde que nací vivo en el poblado, me conozco a todas las personas que viven en ese lugar y much
Estaba realmente asombrada de ver como el capitán que tanto ahínco había puesto para que yo lo dejara quedarse en mi casa, ahora trataba de encontrar miles de excusas para no hacerlo. ¿Qué era lo que pasaba con él para que se negara de esa manera? Volví a mirar al bebé a mi lado, que me indicó que siguiera insistiendo.—Por favor capitán, no me haga rogarle, realmente estoy muy asustada, quédese conmigo aquí en la casa. — Al tiempo que le tomaba una mano para que mi ruego fuera más intenso — por favor… Se quedó observándome por un instante, luego tomó mi mano y la llevó a sus labios besándola fervientemente.—Veo que realmente está muy asustada, está bien señorita Ángel, mudaré a toda mi tropa para aquí, hasta que averigüemos quiénes son esas gentes, que han decidido asustarla de esa manera.—¡Muchas gracias Luis Manuel, muchas gracias! — exclamé realmente agradecida de haberlo logrado, sin darme cuenta que lo había llamado por su nombre, lo cual hizo que sonriera de una man
El capitán había cumplido la palabra y había mudado a todos sus soldados para el albergue, mientras él se quedaba en el que era mi antiguo cuarto, mantenía una guardia estricta de toda la zona, sin dejar que entraran extraños a la casa. Estaba de lo más asombrada, se conocía a la perfección cada cosa en la hacienda y cómo funcionaba. Ordenaba sin dudar lo que se debía hacer y cómo hacerlo. Tanto la Madre Superiora como las hermanas, que estaban muy asombradas de que yo hubiese permitido de pronto que él viniera a vivir conmigo, así como la familiaridad en que nos tratábamos los dos. Pues no habíamos dejado de tutearnos ni llamarnos por nuestros nombres. Por lo que todos asumieron que lo había aceptado como mi compañero y lo trataban como tal. En la noche que había invitado a que se quedara, traté de conversar con el pequeño bebé, que no volvió a convertirse en un hombrecito grande. Permaneció siendo un bebé y ya no le molestaba que le pusiera la ropa de otro color, incluso
Dijo poniéndose de pie de un salto, guardando los libros que tenía sobre la mesa en un estante y salió rauda conmigo rumbo a primero a la habitación que ocupaba el capitán, la cual nos asombramos de ver que estaba muy en orden y junto a mis vestidos, estaban todos sus uniformes muy bien organizados. Me quedé observándolos un momento y sin saber por qué dije.—Creo que podría acostumbrarme a mirar tus uniformes al lado de mi ropas.—¡Ángel! — exclamó la hermana Caridad mirándome sorprendida, por lo que había dicho sin que yo todavía comprendiera el alcance de lo que significaba aquello. —Yo ya me acostumbré a ver su ropa al lado de mis uniformes— contestó muy serio el capitán tratándome de usted — sería un honor para mí, si los viera la vida entera. Y fue entonces que me percaté del alcance de lo que yo había dicho, prácticamente lo había aceptado como mi compañero de vida. Traté de disimular entrando en el closet, comencé a mostrarle los diferentes vestidos a la hermana Caridad
Solo faltaba una semana para las navidades, todo es alegría y felicidad en la casa. Hasta yo he comenzado a participar de todas las actividades que realizan las hermanas con los niños y los soldados se han incorporado también a todo para cuidar siempre, por lo que podemos andar libremente por toda la hacienda sin ningún tipo de miedo. Hoy decidimos ir de nuevo al pueblo a comprar otros regalos para poner en el árbol de navidad. Hace tres días que no nieva y el sol ha salido hoy por primera vez radiante y hermoso por lo que la temperatura está un poco más elevada y nos permite salir. El capitán ordenó preparar a sus soldados los diferentes carruajes para que fuéramos todos cómodos sin ningún tipo de contratiempo. A pesar que el camino es algo incómodo en un pequeño trayecto, todo transcurrió sin ningún tipo de problemas. Mañana empezarán a llegar los invitados que se hospedarán como dijo el capitán, en el cuartel general, que ya ha sido preparado para tal caso. Al entrar el p
Ya nos habíamos introducido en el gran mercado, enseguida vinieron los encargados del mismo a saludarme, aunque me quedé con las hermanas revisando todo lo que estaban escogiendo los niños. Pensando en la sugerencia de la hermana Inés, que no me parecía del todo errada, por lo que la conversaría con el capitán para ver qué opinaba al respecto.Estando en la tienda se me acercaron un matrimonio, que no sé porqué me parecían conocidos. Tenía la pequeña sensación de que los había visto antes.—Buenas noches, señorita Baronesa del Castillo.—Buenas noches, señores.—Al parecer no recuerda quiénes somos nosotros.—Para ser honesta, no lo recuerdo, me parece que los he visto anteriormente, pero no viene nada ahora mi memoria— contesté honestamente—Somos los Condes de Altagracia y futuros suegros suyos. Tenemos una promesa de su abuela, de que usted se casaría con nuestro hijo cuando la encontrara.—¿Qué? Pregunté realmente sorprendida, a la par que Inés y Caridad, que se giraban para
Regresamos a la casa, yo iba en un carruaje junto al capitán Luis Manuel que llevaba su caballo detrás de nosotros. Ambos hacíamos silencio sin saber qué decir. Hasta que llenándome de valor le pregunté.—¿Capitán, sería capaz de hacerse pasar por mi esposo?—Ya lo hice mi querida Ángel, creo que todo esto que te está pasando, es por mi culpa.—¿Por qué dices eso?—No creas que no me di cuenta, cómo se iluminaron tus prendas, esas personas eran unos demonios, son los mismos que me poseyeron a mí, lo pude sentir claramente. Están detrás de ti por mi culpa, a lo mejor fue mi gran deseo de poseerte a toda costa, que desató mis más oscuros pensamientos y provocó que ese demonio ahora te esté persiguiendo, al punto que te ha hecho decir que soy tu esposo. Así que no tienes que hacerme esa pregunta.—No creo que sea eso que acabas de decir. Son seres oscuros que quieren apoderarse de almas limpias como la tuya y la mía. Por eso te pedí que te quedaras conmigo, solo que ahora tendrem