Ha transcurrido una semana desde que mis asistentes y mi querido Julián desaparecieron sin dejar rastro, dejándome en soledad y siendo acosada por este capitán y la criatura monstruosa que nunca se aleja de él, así como la enigmática Ángel que siempre le acompaña. Mis días se consumen entre la lectura y el trabajo en el despacho, dado que no poseo la paciencia necesaria para inventar historias para los niños.Las hermanas me invitan constantemente a sus actividades, pero siempre encuentro excusas para no acompañarlas. Pasan el tiempo realizando excursiones por la finca, observando los animales y jugando en la nieve, ya que no ha cesado de nevar durante toda la semana. Esta constante nevada ha sumido todo en un silencio cada vez más profundo y solitario.Cada noche, cuando la oscuridad se cierne sobre la casa, siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Los ruidos comienzan, suaves al principio, pero creciendo en intensidad y frecuencia. El sonido de la criatura monstruosa paseando
El niño era realmente hermoso y se veía muy bien cuidado, sus regordetes cachetes eran prueba de ello. Al poco rato, entraron las hermanas que ayudaban a las obreras en la preparación y el servicio del desayuno. Se quedaron emocionadas al ver al bebé que les sonreía de una manera tan encantadora.A pesar de la sorpresa y la preocupación inicial, sentí una extraña sensación de paz y alegría al tener al bebé en mis brazos. No sabía qué futuro le esperaba a este pequeño, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para asegurarle un hogar seguro y amoroso en nuestra casa. —¿Qué creen que debemos hacer con él?—, pregunté, mirando a las hermanas y a las obreras.—¿Qué quieres decir, Ángel?—, preguntó la Madre Superiora, quien acababa de entrar al comedor donde todas nos encontrábamos. —Lo recibiremos como uno más de la familia, como siempre hacemos en estos casos. Me pregunto si no será de uno de tus sirvientes, por su color negro. No he visto familia de ese color por esta zona.La obser
Después de pasar un buen rato intentando abrir una puerta sin encontrar la llave correspondiente, lo cual me estaba desesperando, el niño volvió a señalarme la puerta y se escondió detrás de mí. En ese momento, se escucharon golpes en la puerta. Una de las sirvientas fue a abrir y en el umbral se encontraba una mujer vestida completamente de negro, con un enorme sombrero cubierto por un velo que ocultaba su rostro.—Buenos días—, la saludó la sirvienta, —¿en qué podemos ayudarle?—Buenos días—, respondió la mujer con una voz que parecía salir de ultratumba. —¿Es aquí donde vive la señorita Ángel del Castillo?— preguntó con la misma voz espeluznante.Al escuchar mi nombre, me acerqué a la puerta, sosteniendo al niño en mis brazos. No reconocía a la mujer, pero su presencia y su pregunta me llenaron de curiosidad y un poco de inquietud.—Sí, soy yo. ¿Cómo puedo ayudarle?— respondí, tratando de discernir su rostro detrás del velo.El niño detrás de mí se aferró a mi falda, impidiéndome a
No puedo explicar la enorme emoción que me entró, cuando ella me enseñó la llave, apenas si tenía fuerzas para levantar mi mano y hacer que no temblara para tomarla. La hermana Inés me observaba curiosa, hasta que se adelantó e introdujo la llave en la cerradura.—¿Qué extraño? Hubiese jurado que era esta. No abre —dijo volviéndola a sacarla de la cerradura.—¿No abre? — pregunté ansiosamente — deja que pruebe yo.—Está bien, toma el llavero, todavía tengo que hacer algunas cosas, si no es esa seguro que es otra, y está ahí.La vi alejarse de prisa al encuentro de otras hermanas que las estaban esperando, mientras yo miraba la llave que ella había introducido en la cerradura, con cuidado volví a hacerlo, despacio giré hacia la derecha sin ningún tipo de problemas, la puerta se abrió. Estaba todo oscuro, las velas que antes siempre estaban prendidas, ahora estaban apagadas. Cerré de nuevo con llave y me dirigí a la cocina buscando unos cerillos para prenderlas de nuevo. A mí regre
Desde ese día que me habían visitado esas personas extrañas, no dejaron de aparecer en mi puerta, dos o tres veces al día, diferentes visitantes pidiendo lo mismo. Recibiendo la misma respuesta que las primeras, ya no solo yo, sino todos los sirvientes, habían comenzado a sospechar que algo extraño sucedía. Pues ellos no conocían a nadie de esas personas que aparecían en la puerta pidiendo asilo y ellos se conocían a todos en el pueblo.—Señorita, no debe dejar pasar a nadie, es todo muy extraño, ¿de dónde sale toda esa gente? — me decía a cada rato la responsable de las sirvientas. —Lo raro es que ninguno se queda en el albergue que usted los manda, todos desaparecen.—¿Cómo qué desaparecen? —preguntó la hermana Caridad que me acompañaba en ese momento. —¿No se quedan en el albergue después que vienen a pedir asilo?—No hermana, es lo que le estaba contando a la señorita Ángel. Yo desde que nací vivo en el poblado, me conozco a todas las personas que viven en ese lugar y much
Estaba realmente asombrada de ver como el capitán que tanto ahínco había puesto para que yo lo dejara quedarse en mi casa, ahora trataba de encontrar miles de excusas para no hacerlo. ¿Qué era lo que pasaba con él para que se negara de esa manera? Volví a mirar al bebé a mi lado, que me indicó que siguiera insistiendo.—Por favor capitán, no me haga rogarle, realmente estoy muy asustada, quédese conmigo aquí en la casa. — Al tiempo que le tomaba una mano para que mi ruego fuera más intenso — por favor… Se quedó observándome por un instante, luego tomó mi mano y la llevó a sus labios besándola fervientemente.—Veo que realmente está muy asustada, está bien señorita Ángel, mudaré a toda mi tropa para aquí, hasta que averigüemos quiénes son esas gentes, que han decidido asustarla de esa manera.—¡Muchas gracias Luis Manuel, muchas gracias! — exclamé realmente agradecida de haberlo logrado, sin darme cuenta que lo había llamado por su nombre, lo cual hizo que sonriera de una man
El capitán había cumplido la palabra y había mudado a todos sus soldados para el albergue, mientras él se quedaba en el que era mi antiguo cuarto, mantenía una guardia estricta de toda la zona, sin dejar que entraran extraños a la casa. Estaba de lo más asombrada, se conocía a la perfección cada cosa en la hacienda y cómo funcionaba. Ordenaba sin dudar lo que se debía hacer y cómo hacerlo. Tanto la Madre Superiora como las hermanas, que estaban muy asombradas de que yo hubiese permitido de pronto que él viniera a vivir conmigo, así como la familiaridad en que nos tratábamos los dos. Pues no habíamos dejado de tutearnos ni llamarnos por nuestros nombres. Por lo que todos asumieron que lo había aceptado como mi compañero y lo trataban como tal. En la noche que había invitado a que se quedara, traté de conversar con el pequeño bebé, que no volvió a convertirse en un hombrecito grande. Permaneció siendo un bebé y ya no le molestaba que le pusiera la ropa de otro color, incluso
Dijo poniéndose de pie de un salto, guardando los libros que tenía sobre la mesa en un estante y salió rauda conmigo rumbo a primero a la habitación que ocupaba el capitán, la cual nos asombramos de ver que estaba muy en orden y junto a mis vestidos, estaban todos sus uniformes muy bien organizados. Me quedé observándolos un momento y sin saber por qué dije.—Creo que podría acostumbrarme a mirar tus uniformes al lado de mi ropas.—¡Ángel! — exclamó la hermana Caridad mirándome sorprendida, por lo que había dicho sin que yo todavía comprendiera el alcance de lo que significaba aquello. —Yo ya me acostumbré a ver su ropa al lado de mis uniformes— contestó muy serio el capitán tratándome de usted — sería un honor para mí, si los viera la vida entera. Y fue entonces que me percaté del alcance de lo que yo había dicho, prácticamente lo había aceptado como mi compañero de vida. Traté de disimular entrando en el closet, comencé a mostrarle los diferentes vestidos a la hermana Caridad