19 años antes.
La tormenta azotó la ciudad con una violencia brutal, dentro del hospital, las paredes temblaron amenazando con ceder ante la ventisca y el ruido del techo se mezclaba con los gritos de ambas mujeres en la sala de parto.
Cuando Eva sintió que el cuerpo de su pequeña hija salió de su cuerpo lanzó un último grito de dolor y luego dejó caer la cabeza.
Las luces del hospital titilaron con un fuerte relámpago y ella miró a su bebé.
— ¿Cómo está? — preguntó con la respiración agitada y el doctor la miró, lucía pálido.
— La bebé tiene un problema, la llevaremos a la sala de neonatos.
— ¡Espere! — gritó Eva —. Déjeme verla — la enfermera la mostró, era muy pequeña, del cabello oscuro. Luego se la llevaron.
Las luces titilaron de nuevo, la tormenta en vez de mermar aumentaba cada minuto.
Eva se puso de pie, casi no tenía fuerzas, pero se vistió lo mejor que pudo y se puso de pie. A su lado, y sólo separada por una cortina otra mujer dio un último grito antes de que su bebé llorara fuerte y saludable y Eva la miró por entre la cortina.
El esposo estaba con ella, se veía como un hombre alto y millonario de traje fino hecho a medida. La enfermera sostuvo a la bebé, Eva vio su brillante cabello rubio.
— Lo siento, con esta tormenta deberé llevarme a la bebé — dijo y salió con la otra bebé y la mujer la llamó, pero no contestó.
Cuando Eva salió al pasillo, se encontró con el doctor que la miró asustado.
— Señora, debe descansar.
— ¿Qué tiene mi bebé? — le preguntó ella y el doctor la tomó por los hombres.
— Es un problema cardiaco, pero deberá ser operada cuanto antes si desea que sobreviva — Eva se sintió morir. Su esposo no estaba, de seguro, atrapado en el tráfico de la tormenta.
— Pero, no tengo dinero para pagar una cirugía de ese calibre.
— Tiene que encontrar el dinero, hay que operar hoy mismo y si todo sale bien cuando la niña tenga diez años de nuevo — a Eva no le importó la cirugía en diez años, le importaba la de ahora, ¿qué podía hacer? Su hija moriría, no tenían el dinero para pagar tal operación.
El doctor la dejó en la camilla y salió. Eva escuchó llorar a la mujer del millonario al lado.
— No me dejaron verla siquiera — le decía a su esposo.
— Tampoco la vi, pero tenían que ponerla a salvo de la tormenta — un fuerte rayo cortó la electricidad del hospital y todo se tornó oscuridad.
Eva se puso de pie y encendió una vela que encontró a su lado y salió de la habitación.
Todo era un caos, las personas corrían de un lado para otro, el viento quitó parte del techo y ella aprovechó la confusión para entrar a la sala de neonatos.
Solo había dos bebés, su hija y la hija de los millonarios.
Abrió la incubadora y la observó, su hija tenía la piel muy pálida y se veía enferma. No podía dejarla morir, no podía hacerlo.
Le dio un último beso de despedida y la cargó hasta la incubadora de la otra niña y con cuidado cambió el costoso trajecito de la niña millonaria y se lo puso a la suya, luego cambió las etiquetas con los nombres.
— Lo siento — le dijo a su hija con lágrimas en los ojos —. Lo siento, pero es la única forma, ellos podrán pagar la cirugía y vivirás — luego miró a la otra bebé.
Tenía que criar a esa niña como suya para que su hija pudiera vivir, pero no pudo ver más que un trozo de carne rubio y desagradable.
La tomó con asco y la dejó en la incubadora que antes era de su hija.
Eva salió de la habitación con el corazón roto, pero había salvado la vida de su hija.
El policía tocó la puerta con dos golpes fuertes, la llamada anónima que había recibido sobre el maltrato a una joven en esa casa lo había tomado por sorpresa, había pasado muchas veces por ahí, pero nunca había visto una muchacha como describieron en la llamada. — ¿Qué necesita? — le preguntó la mujer que abrió la puerta. — Recibí un llamado de que en esta casa estaban golpeando a una joven — dijo el policía. Valentina escuchó todo esto a lo lejos, la discusión con su padre se había salido de las manos, el hombre la había empujado por las escaleras y estaba mareada, sentía como la sangre le bajaba por la espalda. — Señor, aquí no hay nadie, estoy sola — le repuso su madre al policía, pero el hombre no parecía conforme. — Recibí un llamado… — Es mentira, aquí no hay nadie — repuso su madre, Valentina quiso llamarlo para que la ayudara, pero no podía hablar. — Voy a entrar — dijo el policía y empujó a la mujer que lo empujó de vuelta. — Si no tiene una orden, no puede ent
Val sintió que perdió las fuerzas cuando la persona la tiró de la mano y la escondió en el callejón oscuro. trató de huir, pero la voz de la mujer que le habló se le hizo familiar. — Hija, ¡soy yo! — ¿Salma? Era su vecina, la única persona amable con ella. — ¿Qué haces aquí? — Me enteré de todo, lo siento, todo el barrio cree que estás muerta, tus papás están en casa como si nada, pero tenemos que salir de aquí, tu mamá te vendió a un hombre millonario, tenemos que salir de aquí. Con mucha dificultad la vecina la ayudó a salir del callejón del hospital sin ser vistas por los hombres que buscaban desesperados a Val y cuando estaban en la calle la lluvia comenzó a caer. — No tengo a donde ir — dijo Val y Salma negó. — Lo mejor es que vuelvas a casa con tus padres, a pesar de todo, cuando el policía vuelva debes estar ahí, él te ayudará — Val se limpió las lágrimas. — Ellos no son mis padres, quieren venderme — la expresión de su vecina se ensombreció. — ¿Qué? No esperaba
Cuando Val despertó, lo primero que sintió fue una cálida manta sobre su cuerpo. El dolor seguía en ella, le dolía respirar e incluso moverse, pero estaba realmente cómoda. Abrió los ojos con lentitud y descubrió un techo impolutamente blanco, con un candelabro de luces cálidas. Estaba sobre una cama y había una sonda con suero pegada a su mano, estaba limpia y seca y al recordar todo lo que le había sucedido desde que su padre la empujó por las escaleras le pareció que había sido un mal sueño, una pesadilla. Pero el hecho de estar en una cama que no era la suya la hizo regresar a la realidad. Cayó sentada de golpe, como si su cuerpo estuviera alerta a un ataque y miró alrededor. Desde donde estaba, se podía ver el mar a través de la ventana, eso significaba que no estaba lejos del centro de la ciudad. — Al fin despiertas — le dijo una voz y Val se volvió para verlo, era un hombre alto, con el cabello y los ojos tan oscuros que era realmente intimidante. Le costó un poco reconocer
Un año después. Después de la “boda” Val había regresado a la casa con Gael. Lo cierto es que no era más que un trato comercial todo aquello, el hombre no la había tocado y le había dejado una linda habitación al final del pasillo en su casa y después de contarle los primeros pasos de su venganza, se había deslindado de ella. Trabajaba todo el día y pasaban meses enteros sin siquiera verse el rostro mientras Val se preparaba, estudiaba y se educaba. — Es un hombre ocupado — le había dicho Rosita, una de las empleadas. — Pero no sé nada de él. — Ah, no lo sabrás si él no quiere — las pocas veces que Val y él entablaron conversaciones el hombre le decía: — No debes olvidar todo lo que te han hecho, Val — le dijo unas semanas después de casados cuando Val dudaba de la venganza —. Mis informantes me dijeron que la señora del palacio de los Vadell mandó a un sicario a matarte esa misma noche, una mujer que manda a matar a su propia hija para que no la avergüence en sociedad, recuerda
Val despertó en la casa de sus padres biológicos de un sobresalto, cada noche las pesadillas la atormentaban, soñaba con su caída por las escaleras, con la voz de su madre diciéndole que no era su hija y el dolor de todo lo que vino después. Pero aquellas pesadillas siempre tenían algo en común, y era que la sensación de angustia desaparecía cuando llegaban los oscuros ojos de Gael Belmonte. El hombre la había rescatado, le había dado un techo y un propósito y ella se lo agradecería de por vida, pero más allá de eso, podía contar con los dedos de las manos las veces que lo había visto. Vivía en su casa, pero no lo veía. A veces tomaba viajes de negocios que duraban semanas o incluso meses, y cuando estaba en la ciudad, llegaba en la noche y se iba en la madrugada. Val imaginó que la sensación que le provocaba no era más que agradecimiento, era imposible que comenzara a sentir cosas por un hombre que apenas había visto, pero la última semana… había estado tan pendiente de ella que
Val abrió la boca para contestar, pero tenía la lengua pegada al paladar, su padre avanzó hacia ella con el mentón levantado y la tomó del brazo con fuerza.— ¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó de nuevo y Val trató de zafarse, pero el hombre la tenía bien sujeta.Agradeció que el año que había pasado más el maquillaje y los lentes impedían que el hombre la reconociera, pero sin duda tenía ese mismo horrible carácter.— Lo siento — dijo en un tono sumiso, aunque quisiera lo contrario — caminaba por el corredor, la puerta estaba abierta y desde allá pude ver el cuadro de su familia, así que entré a verlo — Alexander miró alrededor, como si pudiera notar si faltaba algo. Su expresión se relajó, pero no la soltó.— ¿Quién eres?— Me llamo Valentina Luna, soy la nueva chef privada de su yerno Caleb — el hombre la soltó y ella se aguantó las ganas de acariciarse el brazo donde le había quedado una sensación helada.— No me importa quién seas, cada empleado de esta casa sabe que mi ofic
Val caminó dos pasos hacia atrás confundida y alterada, era la primera vez que veía a la mujer desde que la dejó esa noche abandonada en el hospital y sintió como se le bajó hasta la presión. Cayó sentada en el mueble de la sala principal y Eva entró en la mansión. Estaba visiblemente más delgada y ojerosa. — Mi niña — le dijo — no sabes cuando te he extrañado. Te busqué después, pero nunca pude volver a encontrarte, te extrañamos en casa. — ¿Qué… qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? — preguntó, se sentía tonta y mareada. — Quise buscarte, pero no te encontré, imaginé que irías a ver a tus padres biológicos así que iba todos los días hasta que al fin te vi, luego te seguí hasta aquí. Me haces falta, de verdad, lamento todo lo que ha pasado — pero Val negó. — ¡Me vendiste¡ — Sólo fue un momento de desesperación, tienes que perdonarnos — se abalanzó hacia Val para darle un abrazo, pero una espalda ancha se atravesó entre ellas, era Gael. — ¡Qué hace usted aquí? — le preguntó a l
Cuando Gael giró hacia la derecha de un volantazo Val cayó sentada sobre sus piernas. El hombre la tomó por la cadera y la regresó a su asiento. — Ponte el cinturón — le ordenó y ella lo hizo con las manos temblorosas, todo lo que había pasado en la casa… era tanto que no tenía tiempo para procesarlo. Su madre… Eva, se veía tan arrepentida, pero todo había sido una trampa para entregarla con el hombre a quien la había vendido. — ¿Quién es ese hombre? — le preguntó a Gael mientras él trataba de escapar por las calles cerradas del barrio. — Siervo es un mafioso pequeño de la ciudad, está más que acostumbrado a comprar la virginidad de muchas jóvenes… de no ser porque estás conmigo él ya te hubiese hecho suya — Val sintió un escalofrío y se aferró con fuerza al asiento. Un par de disparos golpearon el asfalto a su lado. — ¡Nos van a matar! — gritó Val, pero Gael negó. — A ti no, están tratando de darle a las llantas — de otro giro brusco entró a la autopista — aquí los perderemos —