Val sintió que perdió las fuerzas cuando la persona la tiró de la mano y la escondió en el callejón oscuro. trató de huir, pero la voz de la mujer que le habló se le hizo familiar.
— Hija, ¡soy yo!
— ¿Salma?
Era su vecina, la única persona amable con ella.
— ¿Qué haces aquí?
— Me enteré de todo, lo siento, todo el barrio cree que estás muerta, tus papás están en casa como si nada, pero tenemos que salir de aquí, tu mamá te vendió a un hombre millonario, tenemos que salir de aquí.
Con mucha dificultad la vecina la ayudó a salir del callejón del hospital sin ser vistas por los hombres que buscaban desesperados a Val y cuando estaban en la calle la lluvia comenzó a caer.
— No tengo a donde ir — dijo Val y Salma negó.
— Lo mejor es que vuelvas a casa con tus padres, a pesar de todo, cuando el policía vuelva debes estar ahí, él te ayudará — Val se limpió las lágrimas.
— Ellos no son mis padres, quieren venderme — la expresión de su vecina se ensombreció.
— ¿Qué? No esperaba que supieras esto.
— ¿Usted lo sabe? — le preguntó Val sacudiéndola por los hombros y la vecina asintió.
— Lo supe desde siempre, Val, lo siento muchísimo.
Val no podía creerlo, empujó a la mujer, la lluvia le golpeó la cara y no pudo distinguir las lágrimas que se confundían con el agua.
— Hija, todo es mi culpa, no tuve el valor para contarte la verdad porque mi marido…
— No quiero saber. Déjeme en paz.
— Escúchame, solo una cosa. Sé cuál es tu verdadera familia.
Valentina abrió los ojos sorprendida.
— ¿Ellos también lo saben?
— No lo sé, pero si quieres te digo donde viven, su apellido es Vadell .
— Los Vadell — murmuró Val. La vecina le escribió en el brazo la dirección y le dio un beso de despedida —. No le digas a nadie que estoy viva, es mejor así — la señora asintió.
Con el corazón en la mano y dolor en el cuerpo, Valentina caminó hacia la casa de su familia biológica y entre más se acercaba más se asustaba.
La lluvia se convirtió de llovizna a aguacero.
Estaba entrando en los barrios ricos de la ciudad, las casas lujosas a los lados de la calle la hicieron sentir muy pequeña hasta que llegó a la gran mansión de los Vadell, sobre la entrada había un hermoso caballo azabache en forma de emblema de la familia.
la puerta estaba abierta ya que había una fiesta y Valentina entró
En el lugar la fiesta era enorme, con música fuerte y luces de colores.
Sobre un escenario se encontraba una muchacha de su edad, con el cabello oscuro y dos señores a su lado, el hombre hablaba por el micrófono.
— Que bueno que todos están reunidos para celebrar el cumpleaños de nuestra hija Ana Leticia — decía el hombre y Val sintió un escalofrío.
Ella también estaba cumpliendo años ese día, entonces ella era…
Esa muchacha sobre la tarima era la verdadera hija de sus padres, y la pareja que la acompañaba eran los padres biológicos de Valentina.
— Muchas gracias por estar aquí — dijo Ana Leticia, tenía un tono chillón y mimado —. Pueden dejar los regalos por allá — señaló una mesa —. Y ahora, aprovecharé para presentarles a mi novio Caleb, mi futuro esposo, eso espero — a la tarima subió un hombre muy atractivo y alto que le dio un beso a la cumpleañera —. Ahora el pastel — dijo y todos bajaron de la tarima.
Cuando bajaron la hija falsa captó la presencia de Valentina y su rostro pasó de la sorpresa a la rabia.
— ¿Seguridad? — llamó — se coló una vagabunda a la fiesta — todos la voltearon a mirar, cuando sus padres biológicos la vieron, dejaron salir una expresión de tremendo fastidio que le rompió el corazón a Val.
— Esperen — dijo Val —. Tengo que hablar con ustedes yo…
— No tiene nada que decir — intervino el hombre, el que era su padre biológico según lo que se había enterado —. Saquen a esta callejera de aquí — los guardias de seguridad de la mansión se la llevaron arrastrada y la tiraron a la calle en medio de la lluvia.
Val se sentó en la acera, sentía que estaba muriendo y esperó que así fuese.
Mientras la música de la fiesta de cumpleaños de Ana Leticia resonaba, Val sintió mareo.
Esa era su vida, la vida que le habían arrebatado.
En ese momento, un auto se detuvo frente a ella y un hombre alto y en traje se bajó de él.
— Mira nada más, si es la mismísima Valentina Laszlo, o mejor dicho, Valentina Vadell — ella lo miró asustada.
— ¿Usted cómo sabe eso? — el hombre se arrodilló frente a ella.
— Yo sé todo sobre los Vadell, y puedo ayudarte, ¿quieres vengarte de ellos? — Val no estaba segura de aquello, había mantenido encerrados sus deseos de venganza —. ¿No quieres que todos aquellos quienes te han hecho daño paguen?
Val cerró los ojos y vio el rostro enfurecido de su supuesto padre, de las veces que la tocó, de su madre golpeándola y la rabia en los ojos de sus padres biológicos y una rabia creció en ella.
Ese hombre parecía conocerla, ¿siempre supo su identidad?
Cuando abrió los ojos miró al hombre con determinación.
— Sí — él sonrió.
— Genial — murmuró el hombre —. Eres la legítima heredera de todo lo de los Vadell, la heredera olvidada… Yo te ayudaré con tu venganza y tú con la mía, pero primero, tienes que casarte conmigo.
Val no logró contestar, todo se oscureció y perdió el conocimiento.
Cuando Val despertó, lo primero que sintió fue una cálida manta sobre su cuerpo. El dolor seguía en ella, le dolía respirar e incluso moverse, pero estaba realmente cómoda. Abrió los ojos con lentitud y descubrió un techo impolutamente blanco, con un candelabro de luces cálidas. Estaba sobre una cama y había una sonda con suero pegada a su mano, estaba limpia y seca y al recordar todo lo que le había sucedido desde que su padre la empujó por las escaleras le pareció que había sido un mal sueño, una pesadilla. Pero el hecho de estar en una cama que no era la suya la hizo regresar a la realidad. Cayó sentada de golpe, como si su cuerpo estuviera alerta a un ataque y miró alrededor. Desde donde estaba, se podía ver el mar a través de la ventana, eso significaba que no estaba lejos del centro de la ciudad. — Al fin despiertas — le dijo una voz y Val se volvió para verlo, era un hombre alto, con el cabello y los ojos tan oscuros que era realmente intimidante. Le costó un poco reconocer
Un año después. Después de la “boda” Val había regresado a la casa con Gael. Lo cierto es que no era más que un trato comercial todo aquello, el hombre no la había tocado y le había dejado una linda habitación al final del pasillo en su casa y después de contarle los primeros pasos de su venganza, se había deslindado de ella. Trabajaba todo el día y pasaban meses enteros sin siquiera verse el rostro mientras Val se preparaba, estudiaba y se educaba. — Es un hombre ocupado — le había dicho Rosita, una de las empleadas. — Pero no sé nada de él. — Ah, no lo sabrás si él no quiere — las pocas veces que Val y él entablaron conversaciones el hombre le decía: — No debes olvidar todo lo que te han hecho, Val — le dijo unas semanas después de casados cuando Val dudaba de la venganza —. Mis informantes me dijeron que la señora del palacio de los Vadell mandó a un sicario a matarte esa misma noche, una mujer que manda a matar a su propia hija para que no la avergüence en sociedad, recuerda
Val despertó en la casa de sus padres biológicos de un sobresalto, cada noche las pesadillas la atormentaban, soñaba con su caída por las escaleras, con la voz de su madre diciéndole que no era su hija y el dolor de todo lo que vino después. Pero aquellas pesadillas siempre tenían algo en común, y era que la sensación de angustia desaparecía cuando llegaban los oscuros ojos de Gael Belmonte. El hombre la había rescatado, le había dado un techo y un propósito y ella se lo agradecería de por vida, pero más allá de eso, podía contar con los dedos de las manos las veces que lo había visto. Vivía en su casa, pero no lo veía. A veces tomaba viajes de negocios que duraban semanas o incluso meses, y cuando estaba en la ciudad, llegaba en la noche y se iba en la madrugada. Val imaginó que la sensación que le provocaba no era más que agradecimiento, era imposible que comenzara a sentir cosas por un hombre que apenas había visto, pero la última semana… había estado tan pendiente de ella que
Val abrió la boca para contestar, pero tenía la lengua pegada al paladar, su padre avanzó hacia ella con el mentón levantado y la tomó del brazo con fuerza.— ¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó de nuevo y Val trató de zafarse, pero el hombre la tenía bien sujeta.Agradeció que el año que había pasado más el maquillaje y los lentes impedían que el hombre la reconociera, pero sin duda tenía ese mismo horrible carácter.— Lo siento — dijo en un tono sumiso, aunque quisiera lo contrario — caminaba por el corredor, la puerta estaba abierta y desde allá pude ver el cuadro de su familia, así que entré a verlo — Alexander miró alrededor, como si pudiera notar si faltaba algo. Su expresión se relajó, pero no la soltó.— ¿Quién eres?— Me llamo Valentina Luna, soy la nueva chef privada de su yerno Caleb — el hombre la soltó y ella se aguantó las ganas de acariciarse el brazo donde le había quedado una sensación helada.— No me importa quién seas, cada empleado de esta casa sabe que mi ofic
Val caminó dos pasos hacia atrás confundida y alterada, era la primera vez que veía a la mujer desde que la dejó esa noche abandonada en el hospital y sintió como se le bajó hasta la presión. Cayó sentada en el mueble de la sala principal y Eva entró en la mansión. Estaba visiblemente más delgada y ojerosa. — Mi niña — le dijo — no sabes cuando te he extrañado. Te busqué después, pero nunca pude volver a encontrarte, te extrañamos en casa. — ¿Qué… qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? — preguntó, se sentía tonta y mareada. — Quise buscarte, pero no te encontré, imaginé que irías a ver a tus padres biológicos así que iba todos los días hasta que al fin te vi, luego te seguí hasta aquí. Me haces falta, de verdad, lamento todo lo que ha pasado — pero Val negó. — ¡Me vendiste¡ — Sólo fue un momento de desesperación, tienes que perdonarnos — se abalanzó hacia Val para darle un abrazo, pero una espalda ancha se atravesó entre ellas, era Gael. — ¡Qué hace usted aquí? — le preguntó a l
Cuando Gael giró hacia la derecha de un volantazo Val cayó sentada sobre sus piernas. El hombre la tomó por la cadera y la regresó a su asiento. — Ponte el cinturón — le ordenó y ella lo hizo con las manos temblorosas, todo lo que había pasado en la casa… era tanto que no tenía tiempo para procesarlo. Su madre… Eva, se veía tan arrepentida, pero todo había sido una trampa para entregarla con el hombre a quien la había vendido. — ¿Quién es ese hombre? — le preguntó a Gael mientras él trataba de escapar por las calles cerradas del barrio. — Siervo es un mafioso pequeño de la ciudad, está más que acostumbrado a comprar la virginidad de muchas jóvenes… de no ser porque estás conmigo él ya te hubiese hecho suya — Val sintió un escalofrío y se aferró con fuerza al asiento. Un par de disparos golpearon el asfalto a su lado. — ¡Nos van a matar! — gritó Val, pero Gael negó. — A ti no, están tratando de darle a las llantas — de otro giro brusco entró a la autopista — aquí los perderemos —
Val caminó detrás de la mujer hacia la sala, toda la casa la sintió en un silencio sepulcral. Su madre biológica tenía el gesto apretado y Val dudó. «¿Me descubrió? » se preguntó asustada. Cuando ambas se sentaron en el mueble ancho la mirada de la mujer se suavizó y Val pasó saliva. — Quiero que disculpes a mi hija — le dijo — es una muchacha voluntariosa, de verdad quiero que nos disculpes. Me enteré de lo que pasó con mi esposo el viernes cuando te regañó por entrar a su oficina, no quiero que pienses que en realidad somos así. — Está bien, señora, no pasa nada yo…— la mujer la tomó de las manos y Val se quedó paralizada con el calor en sus palmas. — Hemos sido una familia muy cerrada, hemos tenido las mismas empleadas por más de treinta años y no estamos acostumbrados a que una persona nueva merodee por ahí — Val asintió sin saber qué más decir — cuando Caleb, el prometido de mi hija se mudó con nosotros fue raro, alguien nuevo en la casa era extraño, sobre todo que debíamos
Val apretó el teléfono contra el oído con fuerza. — ¿De qué me estás hablando, Gael? — preguntó preocupada, el beso con Caleb aún la tenía atontada y no entendía del todo lo que le decía el hombre. — Pues, así como lo escuchas, mi familia se dio cuenta que me casé y te quieren conocer. — ¡Pero esto es un matrimonio falso! — bufó Val. — ¿Y quieres que se lo diga a mi mamá? Eso es imposible, es más fácil fingir por una tarde que evitala, así que pide permiso como sea y ven. — Apenas llevo una semana, ¿Cómo crees que voy a pedir permiso? Además ya comencé con el plan de enamorar a Caleb, ya nos besamos — bueno, Val lo había besado.— ¿Ya lo besaste? — Gael sonó un poco exasperado — pues… que bien, así es el plan, pero no importa, debes venir como sea — y cortó la llamada. Val se dejó caer en la dura cama a mirar hacia el techo y se acarició los labios con la yema de los dedos, podía sentir aún el calor y la humedad de Caleb, y el recuerdo la acompañó el resto de la noche. Pedir pe