Cuando Val despertó, lo primero que sintió fue una cálida manta sobre su cuerpo.
El dolor seguía en ella, le dolía respirar e incluso moverse, pero estaba realmente cómoda. Abrió los ojos con lentitud y descubrió un techo impolutamente blanco, con un candelabro de luces cálidas.
Estaba sobre una cama y había una sonda con suero pegada a su mano, estaba limpia y seca y al recordar todo lo que le había sucedido desde que su padre la empujó por las escaleras le pareció que había sido un mal sueño, una pesadilla. Pero el hecho de estar en una cama que no era la suya la hizo regresar a la realidad.
Cayó sentada de golpe, como si su cuerpo estuviera alerta a un ataque y miró alrededor. Desde donde estaba, se podía ver el mar a través de la ventana, eso significaba que no estaba lejos del centro de la ciudad.
— Al fin despiertas — le dijo una voz y Val se volvió para verlo, era un hombre alto, con el cabello y los ojos tan oscuros que era realmente intimidante. Le costó un poco reconocerlo, era el hombre que se había encontrado en la calle esa noche.
— ¿Quién es usted? — preguntó ella.
— Tú salvador, ¿No te das cuenta? — Val se sentó en la cama y bajó los pies, parecía curada de todas sus heridas.
— Yo… lo que dije anoche, no sé si es lo que quiero.
— ¿Te refieres a que quieres vengarte o a casarte conmigo? — las mejillas de Val se pusieron muy rojas.
— A ninguna de las dos.
— ¿Estás segura de eso? me lo confirmaste, y no fue anoche, fue hace tres noches — dio un paso al frente y Val retrocedió en la cama.
— ¿Llevo tres días dormida? — el hombre se sentó en una silla a su lado y la miró detenidamente, sus ojos eran tan oscuros…
— Sí, pero estás bien, los mejores médicos de la ciudad te han atendido — Val se sintió como secuestrada, observó una bata de dormir junto a la cama y la tomó, luego temió arrancarse la aguja y agarró la bolsa de suero y se puso de pie.
Un mareo la invadió cuando se levantó de la cama, pero salió de la habitación con pasos trémulos y el hombre salió tras ella.
— ¿Y a donde vas a ir?
— A casa.
— ¿Con tus padres maltratadores?
— No sé, deja de seguirme — Val estaba asustada de verdad.
— Tus padres biológicos te odian, no tienes a donde ir.
— Me quedaré en la calle entonces, usted es un desconocido…
— En la calle, donde el hombre que te encontró en el hospital te está buscando, el que te compró cuando Eva te vendió — Val se detuvo en seco en medio de un largo pasillo. Todo regresó a ella de golpe, el hospital, las palabras de su madre, que la había vendido…
— ¿Qué haré ahora? — el hombre la rodeó hasta que estuvo frente a ella.
— Vengarte. Yo te ayudaré, soy lo único que tienes ahora, pero si quieres mi ayuda, deberás casarte conmigo — a Val le parecía la cosa más absurda del mundo.
— ¿Por qué?
— Tengo mis razones, Valentina — su nombre en su voz la hizo estremecer — te he seguido la pista desde hace años, pero nunca había encontrado el momento de ayudarte.
— ¿No pudiste antes de que me empujaran por las escaleras, me vendieran y luego me humillaran? — él levantó el mentón.
— ¿Ves? Esa rabia, es lo que sientes, sé cómo hacer que se vaya.
— ¿Quién eres?
— Mi nombre es Gael Belmonte, y nos vengaremos juntos, te enseñaré algo que terminará por convencerte.
Gael Belmonte era un hombre adinerado, tenía una mansión grande con empleados y un auto lujoso en el que metió a Val y luego salió disparado por la carretera junto al mar.
— ¿A dónde vamos? — le preguntó Val.
— Ya te lo dije, te enseñaré quienes son los Vadell en verdad.
— No creo que me hubiesen mandado a matar como dijiste, yo soy su hija biológica — el hombre la miró con una intensidad que le hizo apartar la mirada.
— ¿Crees que les importa? — Val no contestó, sabía que no le importaba a nadie.
Cuando llegaron a la ciudad, Gael se detuvo frente a un enorme edificio de ventanas altas. Comenzaba a caer la noche.
— Esperalo en la entrada, sabrás que hacer — le dijo. Val se bajó del auto y caminó hacia la entrada. La ropa que Gael le había dado le quedaba un poco grande, eso la hizo ver mucho más pequeña de lo que en realidad era.
Se quedó en medio de la entrada sin saber bien qué esperar hasta que lo vio salir del ascensor y no pudo evitar reconocerse en él. Tenía su mismo cabello rubio, sus ojos verdosos, incluso la manía de apretar un puño al caminar.
Cuando pasó por su lado ni siquiera la miró, pero Val se aclaró la garganta.
— ¿Siempre lo supieron? — le preguntó a su padre biológico y el hombre se detuvo a mirarla.
— ¿Disculpe? — le preguntó, luego, en solo un segundo, reconoció de quien se trataba. Su cara palideció y sus labios se hicieron una línea apretada — ¿Qué haces aquí?
— Tenía que hablar contigo…
— Yo no tengo nada que hablar con una mujerzuela de la calle como tú.
— ¡Yo soy tu hija! — le gritó Val, su padre recortó la distancia y le cubrió la boca con su mano.
— No digas eso, no lo digas, tú no eres mi hija, no me importa que mi sangre corre por tus venas, dejaste de ser mi hija desde que pisaste ese barrio de mala muerte con esos ridículos vagabundos — Val lo empujó con fuerza.
— Usted es un monstruo — no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas, las personas que pasaban comenzaban a ver la situación y su padre comenzó a sentirse incómodo.
— Largo de aquí, no quiero volverte a ver, tú no eres mi hija, si se te ocurre regresar…
— ¿Vas a matarme? — Val sintió rabia en medio de su tristeza —. ¿Eso es lo que quieres para que no te avergüence en sociedad? — observó a su padre tal cual era, un desalmado millonario… sí, quería su venganza —. Cuando volvamos a vernos recordarás este momento y te arrepentirás.
— Nunca volveremos a vernos — le dijo él y se alejó.
Val regresó al auto de Gael con los ojos llenos de lágrimas, tenía rabia y miedo y también tristeza, nunca había tenido nada en la vida y aún así lo había perdido todo.
Justo antes de entrar al auto una mano firme se prendió de su muñeca y la sostuvo con fuerza. Cuando Val se volvió se encontró con el hombre que se la quiso llevar en el hospital.
— ¿Creíste que escaparías de mí? — le dijo —. A mi jefe nada ni nadie se le escapa, así que iremos ahora con él, pagó un alto precio por tu virginidad y la cobrará — Val trató de soltarse, pero el hombre era muy fuerte y comenzó a arrastrarla.
Gael salió del auto y se plantó frente al hombre que se levantó la camisa y le enseñó el arma que tenía en el pantalón.
— Quítate o te juro que te mato — Gael ladeó la cabeza.
— Ella viene conmigo — dio un paso al frente y el hombre sacó el arma —. ¿Crees que le tengo miedo a un arma? Sé diez formas diferentes de quitártela y hacer que te la tragues — el hombre trató de apuntarle, pero Gael le dio un puñetazo en el cuello que lo hizo caer al suelo sin respiración.
»— Dile a tu jefe que Valentina tiene quien la cuide ahora, que no es de su propiedad, y que si tiene algún problema hable con Gael Belmonte — Val sintió una extraña calidez en el pecho. Gael la tomó de la mano y la metió al auto, luego arrancaron a toda velocidad.
— Gracias por defenderme.
— Yo sí te voy a proteger, Valentina, pero sabes bien lo que quiero a cambio.
— Que me case contigo — él asintió. Val se lo pensó, ¿Qué más podía hacer? ¿A dónde más podía ir? Había sufrido toda su vida, había sido tocada, golpeada y rechazada, vendida, amenazada de muerte y humillada… —. Lo haré, si me das mi venganza.
— La tendrás.
Esa misma noche, su cabello rubio se cubrió con un sencillo velo de novia, un vestido lindo y caminó sola al altar, que no era más que la oficina de un notario. Escuchó las palabras del hombre con resignación y cuando preguntó:
— Valentina Laszlo, ¿Aceptas a este hombre, Gael Belmonte, como tu legítimo esposo para amarlo, respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y la derrota, hasta que la muerte los separe?
Val contestó:
— Acepto.
Un año después. Después de la “boda” Val había regresado a la casa con Gael. Lo cierto es que no era más que un trato comercial todo aquello, el hombre no la había tocado y le había dejado una linda habitación al final del pasillo en su casa y después de contarle los primeros pasos de su venganza, se había deslindado de ella. Trabajaba todo el día y pasaban meses enteros sin siquiera verse el rostro mientras Val se preparaba, estudiaba y se educaba. — Es un hombre ocupado — le había dicho Rosita, una de las empleadas. — Pero no sé nada de él. — Ah, no lo sabrás si él no quiere — las pocas veces que Val y él entablaron conversaciones el hombre le decía: — No debes olvidar todo lo que te han hecho, Val — le dijo unas semanas después de casados cuando Val dudaba de la venganza —. Mis informantes me dijeron que la señora del palacio de los Vadell mandó a un sicario a matarte esa misma noche, una mujer que manda a matar a su propia hija para que no la avergüence en sociedad, recuerda
Val despertó en la casa de sus padres biológicos de un sobresalto, cada noche las pesadillas la atormentaban, soñaba con su caída por las escaleras, con la voz de su madre diciéndole que no era su hija y el dolor de todo lo que vino después. Pero aquellas pesadillas siempre tenían algo en común, y era que la sensación de angustia desaparecía cuando llegaban los oscuros ojos de Gael Belmonte. El hombre la había rescatado, le había dado un techo y un propósito y ella se lo agradecería de por vida, pero más allá de eso, podía contar con los dedos de las manos las veces que lo había visto. Vivía en su casa, pero no lo veía. A veces tomaba viajes de negocios que duraban semanas o incluso meses, y cuando estaba en la ciudad, llegaba en la noche y se iba en la madrugada. Val imaginó que la sensación que le provocaba no era más que agradecimiento, era imposible que comenzara a sentir cosas por un hombre que apenas había visto, pero la última semana… había estado tan pendiente de ella que
Val abrió la boca para contestar, pero tenía la lengua pegada al paladar, su padre avanzó hacia ella con el mentón levantado y la tomó del brazo con fuerza.— ¿Qué estás haciendo aquí? — le preguntó de nuevo y Val trató de zafarse, pero el hombre la tenía bien sujeta.Agradeció que el año que había pasado más el maquillaje y los lentes impedían que el hombre la reconociera, pero sin duda tenía ese mismo horrible carácter.— Lo siento — dijo en un tono sumiso, aunque quisiera lo contrario — caminaba por el corredor, la puerta estaba abierta y desde allá pude ver el cuadro de su familia, así que entré a verlo — Alexander miró alrededor, como si pudiera notar si faltaba algo. Su expresión se relajó, pero no la soltó.— ¿Quién eres?— Me llamo Valentina Luna, soy la nueva chef privada de su yerno Caleb — el hombre la soltó y ella se aguantó las ganas de acariciarse el brazo donde le había quedado una sensación helada.— No me importa quién seas, cada empleado de esta casa sabe que mi ofic
Val caminó dos pasos hacia atrás confundida y alterada, era la primera vez que veía a la mujer desde que la dejó esa noche abandonada en el hospital y sintió como se le bajó hasta la presión. Cayó sentada en el mueble de la sala principal y Eva entró en la mansión. Estaba visiblemente más delgada y ojerosa. — Mi niña — le dijo — no sabes cuando te he extrañado. Te busqué después, pero nunca pude volver a encontrarte, te extrañamos en casa. — ¿Qué… qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? — preguntó, se sentía tonta y mareada. — Quise buscarte, pero no te encontré, imaginé que irías a ver a tus padres biológicos así que iba todos los días hasta que al fin te vi, luego te seguí hasta aquí. Me haces falta, de verdad, lamento todo lo que ha pasado — pero Val negó. — ¡Me vendiste¡ — Sólo fue un momento de desesperación, tienes que perdonarnos — se abalanzó hacia Val para darle un abrazo, pero una espalda ancha se atravesó entre ellas, era Gael. — ¡Qué hace usted aquí? — le preguntó a l
Cuando Gael giró hacia la derecha de un volantazo Val cayó sentada sobre sus piernas. El hombre la tomó por la cadera y la regresó a su asiento. — Ponte el cinturón — le ordenó y ella lo hizo con las manos temblorosas, todo lo que había pasado en la casa… era tanto que no tenía tiempo para procesarlo. Su madre… Eva, se veía tan arrepentida, pero todo había sido una trampa para entregarla con el hombre a quien la había vendido. — ¿Quién es ese hombre? — le preguntó a Gael mientras él trataba de escapar por las calles cerradas del barrio. — Siervo es un mafioso pequeño de la ciudad, está más que acostumbrado a comprar la virginidad de muchas jóvenes… de no ser porque estás conmigo él ya te hubiese hecho suya — Val sintió un escalofrío y se aferró con fuerza al asiento. Un par de disparos golpearon el asfalto a su lado. — ¡Nos van a matar! — gritó Val, pero Gael negó. — A ti no, están tratando de darle a las llantas — de otro giro brusco entró a la autopista — aquí los perderemos —
Val caminó detrás de la mujer hacia la sala, toda la casa la sintió en un silencio sepulcral. Su madre biológica tenía el gesto apretado y Val dudó. «¿Me descubrió? » se preguntó asustada. Cuando ambas se sentaron en el mueble ancho la mirada de la mujer se suavizó y Val pasó saliva. — Quiero que disculpes a mi hija — le dijo — es una muchacha voluntariosa, de verdad quiero que nos disculpes. Me enteré de lo que pasó con mi esposo el viernes cuando te regañó por entrar a su oficina, no quiero que pienses que en realidad somos así. — Está bien, señora, no pasa nada yo…— la mujer la tomó de las manos y Val se quedó paralizada con el calor en sus palmas. — Hemos sido una familia muy cerrada, hemos tenido las mismas empleadas por más de treinta años y no estamos acostumbrados a que una persona nueva merodee por ahí — Val asintió sin saber qué más decir — cuando Caleb, el prometido de mi hija se mudó con nosotros fue raro, alguien nuevo en la casa era extraño, sobre todo que debíamos
Val apretó el teléfono contra el oído con fuerza. — ¿De qué me estás hablando, Gael? — preguntó preocupada, el beso con Caleb aún la tenía atontada y no entendía del todo lo que le decía el hombre. — Pues, así como lo escuchas, mi familia se dio cuenta que me casé y te quieren conocer. — ¡Pero esto es un matrimonio falso! — bufó Val. — ¿Y quieres que se lo diga a mi mamá? Eso es imposible, es más fácil fingir por una tarde que evitala, así que pide permiso como sea y ven. — Apenas llevo una semana, ¿Cómo crees que voy a pedir permiso? Además ya comencé con el plan de enamorar a Caleb, ya nos besamos — bueno, Val lo había besado.— ¿Ya lo besaste? — Gael sonó un poco exasperado — pues… que bien, así es el plan, pero no importa, debes venir como sea — y cortó la llamada. Val se dejó caer en la dura cama a mirar hacia el techo y se acarició los labios con la yema de los dedos, podía sentir aún el calor y la humedad de Caleb, y el recuerdo la acompañó el resto de la noche. Pedir pe
La familia de Gael era demasiado amable y atenta… demasiado, al medio día Val ya estaba un poco saturada de tanta atención y tantas preguntas y un poco mareada por tanta cerveza. Le sorprendió todo lo que bebió Gael y aún se veía bastante compuesto.Por suerte, la familia conocía el carácter de Gael y era a ella a la que se dirigían cuando les asaltaban las dudas, así que Val se inventó toda una historia cursi y romántica de cómo se conocieron, y como Gael no interfería pues no encontraron incoherencias en su gran historia de amor. Cuando llegó la tarde, Val se subió al auto de Gael después de tener la cara entumecida de la cantidad de besos que le dio la familia y cuando al fin se fueron dejó caer la cabeza hacia atrás, agotada. — Cuando mi hermano llegue mañana…— Lo sé — le cortó Val — tendremos que fingir ser esposos ante él, me di cuenta tarde, pero serán solo dos semanas — Gael parecía… diferente, un poco menos malgeniado, de hecho, se veía mareado — ¡Estás borracho?— No — di