Por la mañana habían visitado Eeyostend y se dirigieron luego a Liandalyd. Allí hablaron con los gobernantes del lugar y de mala gana les proporcionaron algunos guerreros sólo porque habían recibido un cuervo de Eeyostend momentos antes, que les indicaba que tenían que unirse a la lucha, y como eran reinos que tomaban las decisiones en conjunto (la hija del rey de Eeyostend se iba a casar con el príncipe de Liandalyd), les concedieron los guerreros.
Ya era media tarde y habían estado paseando por las calles del pueblo. Gwyneviere propuso quedarse en una choza que estaba deshabitada para continuar al día siguiente, camino al reino de los Elfos.
Entraron a la casa de Gwyneviere con el abrigo de la noche. Vandrell dejó sus cosas en el suelo y depositó la cena que había ido a comprar sobre la mesa. - Estoy hambrienta. - ¿No quieres asearte y cambiarte? - Qué más da. El daño ya está hecho -dijo ella. Vandrell la observó por un momento, pero no dijo nada. Sirvió la comida en dos platos
Gwyneviere los transportó cerca de la Ciudadela a un paraje repleto de árboles. Cerca de ellos pasaba un arroyo. - Descansemos un momento aquí -dijo Gwyneviere-. Continuaremos a pie el resto del camino. - Esa reunión fue un éxito -dijo Vandrell, contento-. Tenemos elfos y probablemente también gigantes en nuestro equipo. Es pan comido. - Todavía quedan cosas por hacer, me gustaría hacer algunos encantamientos a tu espada, y… En ese momento, Vandrell la interrumpió tomándola de la nuca y dándole un fuerte beso en los labios, mientras la acercaba a él con la otra mano, tomándola de las caderas. Gwyneviere cerró los ojos y se dejó llevar. Vandrell acarició su cabello y ella pasó sus manos por debajo de su ropa, acariciando su espalda y luego su trasero, atrayéndolo hacia ella, y sintiendo su duro miembro contra su abdomen. - ¿Quieres hacer esto después de…? -preguntó Vandrell. Ella le quitó la camisa, acarició y besó su pecho, y l
Ya era realmente tarde, pero Gwyneviere no tenía sueño. Muchas cosas daban vueltas en su cabeza en ese momento. Encendió una vela y se dispuso a leer un libro recostada en su cama. En medio de la lectura, sintió una presencia y se puso en alerta. La puerta de su casa se abrió con un conjuro y el destello de luz la cegó por un instante. La luz de la luna iluminó la figura en la noche, recortándola. No podía ver su rostro aun, pero la reconocería donde fuera. Era Nimh. Gwyneviere no se inmutó. Permaneció en su lugar en la cama y observó como Nimh entraba y cerraba la puerta detrás de ella. La luz de las velas iluminó su rostro. - Hola, Gwyn -dijo, radiante. Su perfume inundó la habitación. Nimh se acercó a Gwyneviere y tomó su rostro entre sus cálidas manos y la
- No sé si quiero saberlo… -dice Vandrell- En realidad estoy bien así contigo, pero a veces me encuentro pensando, ¿qué sientes realmente por Nimh, y qué sientes por mí? Gwyneviere abrió la boca para contestar, pero Vandrell volvió a hablar. - Bueno, no digas nada. Está bien si no quieres hacerlo. - Van, creo que ni yo sé lo que siento. Está claro que me gustas, sino no hubiese estado contigo todo este tiempo. Y también eres mi mejor amigo, siempre nos hemos llevado bien
El día había llegado. Gwyneviere estaba realmente ansiosa y había dormido poco. Vandrell había pasado la noche con ella y estaba alimentando a la gatita mientras Gwyneviere paseaba de un lado a otro en la habitación. - Vas a hacer un surco en el suelo, Gwyn -le dijo, mientras acariciaba a Molly. Ella no le prestó atención y comenzó a hurgar entre sus libros de encantamientos, pasando las páginas. - Debe haber algo aquí… -dijo para sí.
Hombres y criaturas colisionaron entre sí. Gwyneviere comenzó a lanzar conjuros hacia todas las direcciones posibles. Los tigres y leones que había avistado Aarik definitivamente habían estado muertos y los habían revivido con magia. Se veían sus huesos y músculos en los lugares donde faltaba la piel, y les faltaban partes como orejas u ojos. Las hechiceras se encargaron principalmente de atacar a grifos y rocs, pues podían hacerlo a distancia, y los demás atacaron cuerpo a cuerpo. Pero eran demasiados y los rodearon por los costados. Estaban diezmando a gran parte de los suyos, atacaban con voracidad y no les importaba perder un miembro o dos, si ya estaban muertos. Seguían atacando hasta más no poder.
Abrió los ojos. Todo su cuerpo ardía. Tardó unos segundos en comprender dónde se hallaba. Ya no estaba en el campo de batalla sino en el Bosque de Druwyddrerm. Quiso incorporarse, pero la druida que estaba atendiendo sus heridas no lo permitió. - Descansa -dijo con voz serena. - Mis amigos… -dijo Gwyneviere. La druida la observó con su dulce mirada y colocó unas hojas sobre el muslo de Gwyneviere, que poseía un corte profundo en diagonal des
Gwyneviere pasó días llorando sin poder salir de la cama. Luego de leer la carta de Vandrell, había ido a comunicar a sus padres que había fallecido. La escena había sido desgarradora. Se habían abrazado y llorado juntos y ella les había dicho que, si pudiera cambiar lugares con Vandrell, lo haría, y que no quería su dinero. “Vandrell así lo quiso y estuvimos de acuerdo con él. Nos dijo que te amaba y que tenían planes de vivir juntos si todo esto terminaba. Por eso luchaba, porque quería un hogar pacífico para ustedes. Estoy de acuerdo con él, y Meredith y yo siempre te apreciamos muchísimo, desde que eras una niña, por eso heredaras todo lo que poseemos. Ya está hecho.” le había dicho Eamon. Ella no había podido contestar y sólo pud