LEÓNIDAS —Pues si lo sabes entonces quítate. Se gana un pellizco en el trasero y yo un jalón de orejas que no es por exagerar pero casi me la arranca, Luciana se pone de pie visiblemente agitada y fastidiada pero no tanto como yo porque al parecer cada cosa que hago no sirve para nada, sobre todo cuando me pregunta que fue todo ese show. —Creí que estarías de acuerdo, ella no debió meterse en nuestros asuntos. —Ella y cualquiera se mete en nuestros negocios porque así lo permites tu.—¿Negocios?. —Por supuesto, son los roles que nos toca a cada uno en este infierno llamado matrimonio— cuando creo que ya no puede estar más molesta se pone peor— no me estés metiendo la mano porque no soy un juguete y déjame en paz. Qué día de mierda, semanas de mierda en la que mi vida se ha tornado complicada odiando que Juan Pablo tenga razón, todo se ha hecho insoportable por mi culpa, desde que regrese a este país nada ha salido como planee, lo de Mario creí que sería más fácil pero aparentem
LEÓNIDAS —No quería armar un escándalo, yo ni siquiera sabía que estabas ahí, te das cuenta que no sabes nada el uno del otro. —Sé que eres un prepotente del demonio— subimos las escaleras directo a la habitación— te dije que me iba a superar… ¿Crees que así puedo hacerlo?— me tira la puerta en la cara— te interpones en mi camino como quieres..La discusión, los gritos siguen, las llamadas de los inversionistas igual y me estoy volviendo loco, odio cuando alguien que no soy yo tiene razón y Luciana no quiere salir del baño, está histérica así que solo encuentro algo de paz en eso que hacía con mi padre, el estanque con los peces luce muy bien, el agua corre limpia así como no está mi consciencia y ya no se que más hacer para dejar de cagarla. —¿Luciana también te regañó?— mis problemas y silencio absoluto son interrumpidos por la voz del niño de rizos rubios que se nota tan abatido como yo— ella está tan molesta, no la quise hacer enojar, el tonto eres tú no yo. —¿Disculpa?. —La
LUCIANA—Mi señora no está castigando a nadie si se castiga así misma, por favor tiene que comer. Rita tiene razón pero no es que me quiera matar de hambre, es que no lo tengo, la discusión y actitud con Leónidas está siendo desgastante pero que Santiago se haya puesto así conmigo me hace pensar que estoy siendo una amargada y yo no era así, mi niño siempre quería estar conmigo, decía que yo era más dulce que los chocolates y me quería mucho sin embargo, ya nada es igual. Estoy harta de vivir en la tristeza y escucho a la mujer de servicio que se ha vuelto una amiga en este lugar llamándome porque según ella me estoy perdiendo de una joya, está prendida de la ventana y me jala para que haga lo mismo, definitivamente si la idea era hacer que no lloré me siento una pileta al ver que Leónidas siendo tan antipático, malgeniado y pulcro como está cargando a Santino como un paquete diciéndole que está mugroso, lejos de que mi hermano se moleste, se ríe a carcajadas y estira las piernas ha
LUCIANA El camino es tormentoso y no precisamente porque estemos peleando, ni siquiera puedo decir eso porque ahora mismo si no fuera porque los ojos avellana de Leónidas me miran de tanto en tanto yo sería un asiento más de este lujoso auto. Santiago como siempre va atrás pero su cabeza está en medio hablando como un loro e increíblemente el supuesto adulto lo escucha haciendo promesas de que le enseñara karate, a esquiar, a defenderse y muchas cosas más que me hacen sentir locamente como si fuéramos una familia y no debería, bastante tengo con haberme hecho falsas ilusiones yo solita para que mi hermano sea más parte de esto, sin embargo, me ignoran ya que su plática de hombres como dice el pequeño es muy entretenida, de verdad no quiero pero luchar conmigo es difícil, como dijo Rita definitivamente el castigo para él también es para mí y aterrizó solo cuando el auto frena ya que hemos llegado. Leónidas baja del auto con una seguridad que te grita lo importante y varonil que es,
LUCIANA—¿Es una estrategia?. —Si quieres hacemos el segundo niño aquí para que te quede claro. —¡En serio estás loco!. Y yo más que el porque no quiero ni abrir los ojos, me rehusó a caer cuando realmente ya me tire y sin paracaídas, Santiago nos jala diciendo que no quiere regresar a este lugar y estamos de acuerdo con él, sonrió tanto que hasta me duele la mandíbula pero nada se compara como mi pecho arde de una forma hermosa aún cuando no quiero ni debería caer… otra vez. Salimos del lugar y tomó la mano de mi niño mientras que con la otra Leónidas me sostiene y no soy la única que lo mira enamorada, mi hermanito avanza con nosotros mirando al hombre que con solo existir me enamora y ya no se que hacer con ello. El camino de regreso es mudo entre el y yo porque Santiago dice que le gusta mucho ser un Moreno, sin embargo, a Cavani le va muy bien y quiero refutar porque tampoco puede cambiar, pero no me hacen caso. La mano del empresario está en su volante y la otra en mi homb
LEÓNIDAS Esperar que Luciana confíe en mí de la noche a la mañana sería pedir la paz mundial y siendo realista eso es imposible, hasta para mí mismo que estoy acostumbrado a conseguir todo lo que quiero. Haber reconocido mis sentimientos no ha sido nada fácil, es una tormenta que se ha apoderado de mi por meses, entiendo que no solo me fascinó desde que la vi, en eso no culpo al imbécil de mi hermano que la tuvo primero, perder la cabeza por Luciana no es difícil, amarla menos imposible porque locamente me enamore de ella y hasta del insoportable mechudo que está prendido de la ventana del avión mientras ella no deja de jalarse los dedos nerviosa y no es para menos, todo ha sido imprevisto desde nuestro encuentro, sin embargo, me voy a dejar llevar, como dije Juan Pablo intentar ser feliz a pesar de todo lo que nos rodea. —¿Están bien?— interrumpo a los rubios que se ven realmente ansiosos— ¿Pasa algo?. —¿Por qué no hay más personas aquí?— escuchó al niño— en las películas siempre
LEÓNIDAS —Te amo, no me falles porque si tú lo haces, no lo voy a poder resistir, no me falles por favor. —Si te fallo, me falló a mi mismo, a los dos y a nuestro hijo— es ella quien me besa con ganas y emoción— no voy a perderlos porque son míos— mi boca se apodera de su cuello con morbo— míos. Solo míos, ¿Cuando soñe con una familia?, es algo que me preguntó y me respondo mentalmente, nunca, fui egoísta conmigo mismo, quería ser el Cavani más grande, el digno heredero de mi padre, la soberbia me hacía sentir invencible, fascinante mandar y gobernar sin tener idea que la vida no son solo los negocios, me enamore antes, realmente lo hice pero ahora, nada se compara con la necesidad que tengo de estar mujer y hasta del loco que duerme plácidamente mientras nosotros agradecemos su sueño pesado para llevarla entre besos y tropezones a la blanca y lujosa habitación matrimonial que nos recibe. —¡Dios mío!. El beso se interrumpe cuando se le ilumina la cara viendo la decoración y hasta
LUCIANA —Por Dios Leónidas. —Eres hermosa Luciana, la mujer más bella que he visto en mi vida. Lo amo, jamás pensé que el amor pudiera ser tan bonito y sentirse así de bien, sin embargo, lo es, Leónidas coloca ambos brazos a cada lado de mi cara, impregnando no sólo nuestros cuerpos sino también los ojos que no mienten porque yo quiero creer, me enamore de él a pesar de su carácter odioso pero sabiendo que a pesar de su amargura, había algo muy bueno en él y no me equivoqué. Su trato con mi hermano, con su abuelo, con sus empleados y conmigo, las veces que me defiende me gritan que lo amo tanto como quiero sentir que me ama a mi, acaricio su cara y tengo un beso tierno en la frente que no dura nada cuando siento su primera embestida, jadeo muy bajito pero él penetra más fuerte haciendo que cada una sea mejor que la anterior, exigiendo que lo mire a los ojos, perdiendo la vergüenza porque no quiero que piense que soy una gata en celo pero no me lo deja fácil, las piernas se me abre