Amelia llegó a la suite donde se encontraba Marino. Él la estaba esperando en la sala, se veía algo ansioso y para nada parecía un tipo imponente.
Ella tenía el semblante serio, aunque no parecía enojada, sino que más bien se notaba triste.
—Aquí estoy. —Él sonrió y la miraba con ojos curiosos.
Despacio la rodeó observando su apariencia física.
Dio la vuelta alrededor de ella, luego paró a su lado.
—Ahora que sé la verdad, logro ver la diferencia que hay entre ambas, aunque son más las similitudes; es innegable que usted es más linda, con modales más delicados; y su rostro —Le tocó la mejilla, ella intentó evadirlo, pero él no la dejó—. Tus facciones son dulces, angelicales.
Amelia solo deseaba no estar ahí, odiaba que ese hombre la mirara, y peor a
Amelia le contó a Marino y al Tigre con lujos y detalles todo lo que Silvia y el tal Ernesto hicieron para obligarla a sustituirla.Cuando nombró a Ernesto Lander Marino y el Tigre se miraron.—¿Está seguro de que se llamaba Ernesto Lander? —Preguntó el Tigre.—Si, él era un cliente premium del club, es un hombre muy elegante, siempre usaba traje y corbata.&n
Silvia había tenido otro encuentro sexual con Henrry. A pesar que desconfiaba de él, no podía renunciar a los placeres que le podía proporcionar.Cuando terminaron se quedaron tendidos en la cama con sus cuerpos desnudos, y ambos comenzaron a fumar.Permanecieron en silencio por un rato, después Henrry le dijo:—Dime qué traman Ernesto y tú.—¿En qué te basas para pensar que tratamos algo?—Insistes en que te diga en donde escondí la caleta… sabes tanto como yo que es imposible moverla mientras las calaveras siguen en su apogeo.Silvia se quedó callada por un mom
Ignacio regresó de la oficina, y consiguió a Lucrecia en la sala; la mujer se veía algo angustiada.—¿Cómo estás hijo? —Ignacio ya venía lleno de amargura y con sarcasmo respondió:—Muy bien tía, ya sabes que estoy muy bien. —Se fue hacia las escaleras y Lucrecia con nerviosismo lo detuvo.—¿Por qué no te quedas aquí un rato y charlamos? —Ignacio volteó a mirarla con los hombros erguidos, observó que ella había juntado sus manos y movía los dedos con nerviosismo.—¿Qué está sucediendo tía?—Nada, solo me gustaría que nos sentáramos a platicar un rato. —Ignacio Frunció el ceño.—¿Le abriste la puerta a Silvia?—No, no, ¿cómo crees? —La miró con recelo y subió como u
Jimena quería fastidiar a Silvia, como vio que subió al segundo piso, decidió ir tras ella.Amelia dejó la puerta abierta, cuando la otra llegó le dijo:—Supongo que debes estar muy feliz, ahora todas esas pobres personas se quedaron sin empleo por tu culpa.—No es justo que los eche sin que ellos tengan nada qué ver.—Mi mamá te dijo que no desafiaras a Ignacio, pero eres un animal que solo sabes causar problemas y atraer la desgracia hacia todos los que te rodean; y claro, la servidumbre no podía escapar.Amelia comprendió la magnitud del problema que había causado a esos inocentes empleados que dependían de su sueldo para sostener a sus familias.—Caterina fue quien me abrió la puerta; habla tú con Ignacio para que no deje a esas personas sin empleo.—No creo que él quiera escucharme.—A
Lucrecia le vendó las manos a Jimena, después ella se puso de pie, le dijo a su madre y a Diego.—Caterina fue la que le abrió la puerta a Silvia. —Diego agregó:—¿Qué demonios le costaba a Silvia decir que había sido su amiga.—¿Aún se te hace extraño? Sabes muy bien que Silvia es un ser egoísta, no le importa los demás, y esa "amiga" debe ser igual. —Lucrecia con afán se fue hacia la puerta.—Voy a decirle a Ignacio para que detenga el despido de todos los empleados.Ignacio ya había salido de la habitación de Silvia, iba por el pasillo cuando apareció Lucrecia.
Ignacio ya había pasado por momentos muy difíciles, como cuando murió su primera esposa, para entonces buscó refugio en el alcohol y las mujeres. Con el tiempo comprendió el daño que con eso le estaba causando a su familia, sobre todo a Jr. siendo huérfano de madre también pasó años como si tampoco tuviera un padre que viera de él."No puedo volver a ser tan egoísta, Jr. y Mari Ángel me necesitan."Dejó la botella en el estante y salió de la tienda solo con una caja de cigarrillos que compró.Subió a su auto y encendió uno.Tenía un rato fumando cuando de pronto su celular repicó, lo tenía guardado en su chaqueta, entonc
Diego llegó a la casa, Ignacio lo llevó al estudio y se encerraron. Allí le contó lo que había leído en los diarios de Silvia, Diego los ojeó, estaba asombrado.—¿Cómo supiste de estos diarios?—Silvia misma me los entregó.—¿Ella misma se está echando la soga al cuello?—Me dijo que esa y otras razones son el motivo por el que desea marcharse. Silvia tiene un pasado muy turbio.—Y su presente también, está involucrada con el lavado de dinero en el grupo Alcázar.—Si, jamás me imaginé que ella formaba parte de todo esto, con raz
***El lunes en la tarde Ignacio estaba inquieto, y habló con Diego a solas en su oficina.—Siento que ya no aguanto más, quiero confrontar a Silvia, decirle que ya sé todo lo que dice en esos diarios.—Me parece bien, pero me preocupa que se asuste e intenté escapar.—Ya tengo cuatro hombres que la van a tener vigilada de día y de noche.—Bueno, es lo ideal.Amelia bajó con Mari Ángel al jardín a pasar tranquilamente la tarde, estaban jugando al gato y al ratón cuando Ignacio regresó de la oficina.Él sali&oac