Ignacio convocó una reunión con los socios e inversionistas, y tuvieron el almuerzo dentro de la empresa. El señor Armando, uno de los socios llevó a su hija Jimena que acaba de llegar de Europa. Ella era una mujer hermosa, educada y con una personalidad jovial.
Karin y Milena estaban cada una en su escritorio haciendo su trabajo. De pronto el señor Armando le dijo a Ignacio.
—Ignacio, ella es mi hija Jimena —Jimena extendió su mano y puso una sonrisa como de miss universo.
—¡Encantada Ignacio! Mi padre me ha hablado mucho de ti. —Ignacio sonrió.
—¿De verdad? ¡Qué casualidad! él también me ha hablado mucho de ti últimamente.
El señor Armando agregó:
—Jimena
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Cuando Amelia se calmó, alistó algunas de sus cosas para llevar y pasar la noche; Fabiola llegó a la habitación.—¿Estás bien?—Sí, no te preocupes. —Fabiola se quedó en silencio, entrecruzó los dedos de las manos y los movía con inquietud, Amelia se hizo de la vista gorda por un momento, pero los movimientos eran insistentes. Cuando ya no aguantó más le dijo:—¿Qué?—¿Me llevarás?—¿A dónde?—Ya sabes.—¿A esa casa? no, qué voy a decirles.—No seas tan injusta conmigo, puedes decir que soy tu prima, que vivía en el extranjero.—Esa no es mi casa.—Aún eres la señora Alcázar, puedes llevarme.—No seas tan insistente.—Así no estarás tan sola enfrentándote
Marino salió al porche a fumarse un habano. Últimamente lo hacía todas las noches alrededor de las 8. Se quedaba mirando hacia las montañas que rodeaban el lugar, aunque apenas se podía apreciar la oscuridad de la noche.Mientras fumaba pensaba en infinidad de cosas, principalmente en su mujer favorita, y en la sustituta. No se había dado cuenta aun, pero Amelia le resultaba todo un enigma, y estaba deseoso por descifrar lo que ella significaba en su mundo, ya que había aparecido de repente, y de pronto se adueñó de sus pensamientos, porque no dejaba de pensarla en ningún momento.El tigre llegó donde él estaba.—Patrón.—¿Qué sucede Tigre?—La hembra se quedó en la casa de Ignacio Alcázar.—¡Entonces piensa continuar usurpando a mi mujer! —Sonrió y meneó la cabeza&mdas
Cuando Samuel llevó a Silvia a la oficina, Henrry ya se encontraba solo esperándola, estaba de pie junto al escritorio. Ella entró con su talante de diva demostrando su belleza. Henrry paseó sus ojos de arriba abajo sobre ella.Samuel les dijo:—Los dejo solos para que hablen, y una vez más Silvia —Le extendió su mano—. Fue un placer haberte conocido, estoy a sus servicios.—Muchas gracias Samuel, lo tendré en cuenta.Cuando quedaron solos, Henrry la miró a la cara, botó aire por la nariz con fuerza, luego caminó despacio rodeándola y le dijo:—¿Te vestiste así de hermosa para mí? ¿O para alguien más?—¿Por qué habría de hacerlo para ti?—Cierto, olvidaba que ya no te importo; o tal vez sí aún te importo, por eso es que deseas matarme. —Silvia
Henrry se tumbó en la alfombra después que terminaron, ambos quedaron exhaustos por lo fogoso que había sido el acto de placer. Silvia no esperó un segundo para levantarse, recogió su vestido y se fue al baño.Un minuto más tarde Henry se levantó, desnudo como estaba fue por la caja de cigarrillos que tenía sobre el escritorio y encendió uno.Se fue al sofá y se sentó con las piernas abiertas, comenzó a fumar para complementar la satisfacción que sentía después de haber hecho el amor con Silvia.Después ella salió del baño y agarró sus zapatos, estaba callada y tenía el semblante serio. Henrry se puso de pie y se le acercó.—Quédate esta noche, vamos a otra parte a estar solos sin interrupciones. —Ella en mal tono le dijo:—No iré contigo a ninguna parte, te equívocas si piensas que me hace falta hacerlo.—¿Lo que hicimos qué significó entonces?—Fue solo sexo, tenía ganas de hacerlo y ya me sacié.—Para mí fue algo más que sexo, estar contigo me hizo s
Karina quería hablar con Ignacio y fue a su oficina.—¿Tienes tiempo para hablar?—Sí, pasa. —Ella entró y se sentó frente al escritorio. Ignacio le dijo:— Bien, ¿qué me ibas a decir?—¿Hablaste con Silvia?—Sí.—Aceptó quedarse?—Se rehusó al principio, pero logré convencerla, se quedará en la casa hasta que dé a luz y se compruebe si es hijo mío o no.—¡¿Entonces hoy te quedarás conmigo?¡—Sí. —Karin se levantó y fue donde él estaba y se le sentó en las piernas.—¡No me cabe la felicidad, al fin juntos de nuevo!Fabiola y Amelia continuaron hablando un rato encerradas en la habitación de Silvia, estaban sentadas en el diván.&mdash
Cuando Silvia colgó el teléfono, Amelia hizo lo mismo con el suyo; de pronto este volvió a repicar, ella supuso que era Silvia de nuevo.—¿Ahora qué? —Dijo en mal tono, de pronto espabiló al oír la voz de Marino.—¿Con quién estás tan enojada?—¡Marino! —Marino sonrió.—¿Por qué te sorprende si sabes que en cualquier momento te voy a llamar?—¿Es que no esperaba que lo hicieras hoy?—Me tenías preocupado, ¿en dónde estuviste metida todo este tiempo? ¿ Por qué te le escapaste a mis hombres? sabes que no me gusta perderte de vista.—Necesitaba descansar y tener algo de privacidad, pero ya regresé, no debes preocuparte.—Tú eres la que parece preocupada.—¿Qué quieres?—No me gusta
Todos los Alcázar se iban a reunir en la casa principal de la familia; era la primera vez que lo hacían desde que Alejandro falleció casi dos años atrás. La expectativa de todos se concentraba en la administración de Ignacio y Diego, ya que habían asumido el mando después que su primo murió, y el tío Ignacio era uno de los socios mayoritarios de la familia, y había que discutir temas delicados como el lavado de dinero del narcotráfico en el que Alejandro involucró el grupo Alcázar.En la mañana Amelia estaba nerviosa, pues debía sentarse a la mesa a comer con todos ellos, eso la abrumaba.Se maquilló y se puso un vestido color beige que se parecía más a ella que a Silvia. Le pidió a Fabiola que le diera su opinión.—¿Me veo bien así?—Depende.—No comprendo.—Si des
Silvia llegó al hotel donde se estaba hospedando y se encontró con Henrry esperándola en el pasillo justo en la entrada de la suite.—Te estaba esperando. —Ella con frialdad respondió:—¿A qué has venido?—Es que me muero por verte —Se acercó a ella con una talante seductora —. No he podido dormir todas estas noches porque el recuerdo de tu cuerpo no me deja descansar.—Es lamentable. —Respondió Silvia con sarcasmo, abrió la puerta y se paró en el medio para no dejarlo entrar.—Al contrario… es fascinante, me encanta pensar en todo lo que hicimos en esa alfombra... ¡Deseo repetirlo! —Silvia puso una dura mirada.—Lárgate. —Intentó cerrar la puerta pero Henrry la detuvo y la miró fijamente.—Quiero hacerte el amor, y sé que lo deseas igual que yo.