En casa todos comenzaron a notar que Amelia no estaba feliz como de costumbre; en su mirada era evidente la tristeza que la embargaba, tenía el semblante decaído, pero no les compartió nada d lo que sentía e intentaba disimular.
Rita y Nora hablaron del asunto con Fabiola que se encontraba en la casa.—Algo le sucede a Amelia, nunca la había visto así. —Nora les dijo:—Tal vez sigue sufriendo por Mario, al fin y al cabo él fue el que destruyó todas sus alusiones. —Fabiola agregó:—Me da la impresión de que a Amelia le sucede algo más.—¿Por qué no intentas hablar con ella —Le dijo Rita—. Tal vez contigo se desahogue.—Lo intentaré.Al lado de su familia Amelia se sentía mucho mejor. Junto a ellos podía sentir que las cosas serían más llevaderas. Meditó en elFabiola le consiguió a Amelia un tinte color chocolate oscuro.—No te preocupes por el bebé, este tinte es orgánico.—Está bien Fabiola, gracias.—Mañana te cambio el look, lástima que Ignacio no podrá ver tu cambio.—No creo que le importe, ahora solo tiene ojos para esa tal Liliana.—Hablas como una esposa celosa —De pronto sonrió con picardía—. Sabes, me encantaría conocer a Ignacio; un día de estos, deberías ir a visitar a los niños y me llevas contigo a su casa.—Sabes que no puedo regresar a esa casa, Marino ya debe estar buscando a Salvia; además Ignacio vive en la casa que le compró a... la otra.—A la amante.—No sé si ese término sea el correcto para ella.—Las cosas hay que llamarlas por su nombre, él es un hombre casado
A Pedro le pareció algo absurdo que Amelia quisiera regresar al pueblo después de lo que había sucedido con Mario y Rosalía. Él se lo dijo a Rita.—Sé que algo le pasa a mi hija, estoy seguro que algo sucede que ella me lo está ocultado—Lo mismo pienso yo; ¿será que en esa casa donde trabajaba le hicieron alguna cosa que no desea contarnos?—No lo sé, pero la noto muy nerviosa todo el tiempo.—Bueno, yo creo que si ella se siente más segura en el pueblo pues debes llevarla allá.—Si nos iremos el domingo en la mañana.—¿Y qué piensan hacer con esas arpías que siguen en tu casa?—Tendrán que irse, Amelia es más dueña de todo que ellas, no olvides que esa es la casa que le compré a mi primera esposa.—Quién sabe si Amelia sea capaz de echarl
A Lupe la llevaron a una casa en un lugar remoto, la metieron a una habitación vacía y la dejaron tendida en el suelo con las manos amarradas durante toda la noche. Ella no pudo dormir, la pasó en vela pensando en su destino, en lo que ellos tenían pensado hacerle.Al otro día en la mañana oyó el ruido de la chapa de la puerta cuando le metieron la llave. Era el grillete, el hombre la miró como una fiera a punto de cazarla. Rápidamente se acercó a ella, la agarró de un brazo y la levantó con brusquedad.—¡Camine! —Le dijo con la voz ronca y la sacó de donde estaba. La condujo al sótano de la casa. Cuando ella vio las escaleras antes de bajar sintió mucho temor, nada bueno podía esperar si la llevaban a ese lugar que desde ya vislumbra frío y oscuro; cosas horribles le pasaron por su mente. Como se quedó paralizada el hombre la empu
Ignacio se llevó a los niños a pasar el día con Karin. Ella preparó el almuerzo mientras él fue con ellos a la cancha de básquet que había dentro del complejo de casas donde vivían.Cuando regresaron fueron a ducharse y Karin preparó la mesa. Ella se había esmerado en complacer a los niños para ganar su cariño, pues se suponía que pronto Ignacio la iba a presentar a la familia, y quería que los pequeños fueran de mucha ayuda para que todos la aceptaran, sobre todo Jr. que le había costado más ganárselo, aunque él no la había rechazado, tampoco se había mostrado muy afectuoso con ella.En la tarde después de dormir una siesta salieron al parque de diversiones como Karin se lo había propuesto a Ignacio. Jr. estaba un poco más animado, Ignacio fue con el niño a subir a una atracció
Lupe no tenía claro el nombre del barrio donde vivía la familia de Amelia, tampoco conocía su apellido. El domingo por la noche Marino ordenó que la llevaran a comer con él a solas en la mesa. Pretendía que Lupe se relajara, se sintiera más en confianza y soltara más de lo que sabía.Cuando estaban sentados en la mesa, él le hizo varias preguntas que ella ignoraba, como el apellido de Amelia.—¿Cómo en tantos meses que la tuvo tan cerca no se enteró de cuál era su apellido o de su procedencia? —Lupe nerviosa respondió:—No hablábamos mucho, y menos de esas cosas, es que ella se cuidaba de no dejarse descubrir en la casa, siempre estaba muy asustada. —Cuando le llevaron la comida, esta estaba en vasijas con tapa, como de un restaurante Michelin. Marino le hizo señas al mozo, este le acercó las vasijas y despu&
Milena escuchó atentamente a Karin mientras esta le contaba todos sus problemas con Ignacio.—Creí que las cosas mejorarían en nuestra relación cuando Silvia ya no estuviera en su casa, pero ha sido lo contrario, ahora se lo pasa ensimismado, incluso cuando estamos juntos lo siento ausente, como si tuviera la cabeza llena de preocupaciones.—Se está divorciando, es obvio que tiene la cabeza llena de preocupaciones, más si sobre él recae la responsabilidad de esos niños; a veces me compadezco de ese hombre. ¡Qué triste tener tanto dinero como los Alcázar y no poder conservar a una familia dichosa!—Y esos escuincles, ya siento que no los soporto.—No deberías fingir que los quieres cuando eso no es cierto.—¿Qué quieres que haga? ¿Qué le diga a Ignacio? "No me traigas a tus hijos que no los quiero cerca"
Ignacio convocó una reunión con los socios e inversionistas, y tuvieron el almuerzo dentro de la empresa. El señor Armando, uno de los socios llevó a su hija Jimena que acaba de llegar de Europa. Ella era una mujer hermosa, educada y con una personalidad jovial. Karin y Milena estaban cada una en su escritorio haciendo su trabajo. De pronto el señor Armando le dijo a Ignacio. —Ignacio, ella es mi hija Jimena —Jimena extendió su mano y puso una sonrisa como de miss universo. —¡Encantada Ignacio! Mi padre me ha hablado mucho de ti. —Ignacio sonrió. —¿De verdad? ¡Qué casualidad! él también me ha hablado mucho de ti últimamente. El señor Armando agregó: —Jimena
Cuando Amelia se calmó, alistó algunas de sus cosas para llevar y pasar la noche; Fabiola llegó a la habitación.—¿Estás bien?—Sí, no te preocupes. —Fabiola se quedó en silencio, entrecruzó los dedos de las manos y los movía con inquietud, Amelia se hizo de la vista gorda por un momento, pero los movimientos eran insistentes. Cuando ya no aguantó más le dijo:—¿Qué?—¿Me llevarás?—¿A dónde?—Ya sabes.—¿A esa casa? no, qué voy a decirles.—No seas tan injusta conmigo, puedes decir que soy tu prima, que vivía en el extranjero.—Esa no es mi casa.—Aún eres la señora Alcázar, puedes llevarme.—No seas tan insistente.—Así no estarás tan sola enfrentándote