Amelia no se atrevió a preguntarle nada a sus supuestas amigas, púes no confiaba en ellas. Mientras duró la visitalas observó y escuchó hablar. Se preguntó en sus adentros cómo pudo compaginar con esas mujeres en el pasado; sus actitudes, su manera de pensar no iban con ella. Su forma de hablar y los comentarios que hacían, la dejaban fuera de lugar, se sentía perdida. Solo Samanta pareció darse cuenta que ella no estaba cómoda.Mientras conversaban, Samanta le rizó el cabello a Amelia con la pinza.Cuando las amigas de Silvia se marcharon, Samanta se quedó con ella.—Noté que no te sentías bien; parecías como en otro planeta. —Amelia agachó la mirada, luego con una la expresión afligida le dijo:—Me siento perdida, y no se cómo qué hacer para remediarlo. —Siempre fuiste una mujer fuerte, no te daba miedo llevarte al mundo por delante, detestabas la candidez, muchas veces me enseñaste a no dejarme de nadie… solo debes encontrar a esa Silvia dentro de ti.—No siento dentro de mi a es
Dos horas después despertó en una clínica, Ignacio estaba sentado a su lado, ella abrió sus ojos y lo observó.—¿Dónde estamos? —Él se puso de pie y se acercó.—En la clínica, estuviste desmayada dos horas. No sé si recuerdas que estabas en la casa. —Amelia se sentó, te tocó la frente, le dolía la cabeza.—Si, recuerdo.—¿Qué te sucedió? ¿Por qué te desmayaste?De pronto recordó.—Creo que recordé algo. —Ignacio algo asombrado le dijo:—¡Si! ¿Qué recordaste?—No lo sé, cosas que no entendí. Era como si deseara huir, no quería ser Silvia. Había un hombre que me decía cosas, se llamaba Marino. —Igancio se mordió sus labios con nerviosismo.—¿Qué recordaste de Marino?—Me estaba dando consejos, me dijo que me mirara al espejo y dijera mi nombre… me dijo Amelia.Ignacio no sabía cómo asumir que ella hubiera recordado una charla que tuvo con Marino y que había registrado en su diario. Aquello era una fuerte señal que ella podía recordar, pero no podía explicarle que la conversación que sos
El tratamiento de Amelia requería viajar al menos cada dos meses a Estados Unidos por dos o tres años. No sería fácil recuperar la memoria, el doctor destacó que el daño que había recibido en el cerebro era irreversible, con el tratamiento solo se podría sacar fragmentos de recuerdos e imágenes arrojados en algún rincón de su mente. Pero si había esperanzas de que con el tiempo y con cada recuerdo que obtuviera aunque fuera pequeño, ella pudiera unir las piezas como un rompecabezas, y así podría construir su vida presente con algunos recuerdos del pasado, dejando el miedo, alcanzando la aceptación de lo nuevo y lo porvenir. Ignacio pagó por adelantado los primeros dos años de tratamiento, después de eso regresaron a México un domingo por la tarde, Amelia se dedicó lo que quedaba del día a pasar el tiempo con los niños y destaparon los regalos que compraron para ellos en Houston. Ignacio estaba feliz como nunca antes, Jimena lo notó y le dijo:—Parece que volviste de tu luna de miel.
Ignacio se encontró a Jimena Chávez en uno de los pasillos del grupo, entonces recordó la conversación que sostuvo con su prima el día anterior. —¿Cómo estás Jimena? —Ella lo miró con tristeza en sus ojos y puso una sonrisa. —Bien. —Tú y yo tenemos que hablar. Ella supuso lo que él pretendía decirle, pues desde que Amelia respetó Ignacio ni a había tomado la molestia de darle un cierre a la supuesta relación que hubo entre ambos, ya que para Jimena si lo hubo, para Ignacio solo significó que tenían un amistad que pudo llegar a algo, pero no había compromiso. Sin embargo, conversando con su prima comprendió que debía aclarar las cosas y dejar por sentado a Jimena que no tenía intenciones de divorciarse. —Si quieres podemos hablar en mi oficina. —Dijo Jimena. —Me parece bien. Ignacio le puso a Jimena las cartas sobre la mesa, ella no pudo retener algunas lágrimas. —Lo siento Jimena, eres una buena mujer, mereces conseguir a alguien que te corresponda. —Lo sé, no te preocupes,
Diego llegó a la mansión, cuando entro vio a Caterina y notó rápidamente que Amelia tenía el rostro lleno de lágrimas, de inmediato le pasó por la mente que Caterina le había dicho la verdad, pero no imaginó cómo habían sucedido las cosas realmente y que Amelia lo había descubierto todo de la peor manera posible. Con preocupación miró a Ignacio, este con sus ojos lo dijo todo, el mundo se le había venido encima con todo el peso de la mentira que se estaba construyendo. Aun así se acercó a ellos caminando despacio. —¿Qué sucede? —Ignacio no respondió su pregunta y se marchó hacia el estudio a paso de huida. Diego miró a Amelia. —¿Silvia qué sucede? —Rabiosa le dijo: —No soy Silvia. —Se levantó de la silla, miró con recelo a Fabiola—. No quiero verte más nunca en mi vida. —Se fue escaleras arriba. A Fabiola se le aguaron los ojos, Diego le dijo: —¿Le dijiste la verdad? —Sollozando negó con la cabeza. —¿Entonces qué sucedió? —Nos escuchó hablar a Ignacio y a mi… yo dije su verdade
Amelia y Fabiola llegaron a la pensión de Rita, la anciana, los primos de Amelia y los inquilinos salieron a su encuentro, maravillados porque ella estaba con vida.Amelia se encontraba ahora en un mundo totalmente distinto al que había conocido hasta entonces, la gente que la rodeaba, la casa, los aromas, la sencillez con que todos vestían contrastaba con la casa y la familia de Ignacio. Fabiola subió a su cuarto a empacar sus cosas. Sollozó de la impotencia que sentía, mientras empacaba su ropa hablaba sola y refunfuñando.—Ese Ignacio siempre me cayó gordo, pero la quiere, estoy segura que Amelia no soporta a Mario, podrá haber perdido la memoria, pero el corazón no olvida.Rita le dijo:—¿Pero dónde estuviste todo este tiempo? —Amelia recordó el perdido de Diego, de alguna manera presintió que debía callar y no armar un escándalo; Andrea, Lucrecia, y los demás miembros de la familia habían sido muy buenos con ella y con su hijo. Aún ignoraba la existencia de otra mujer que fuera
Pedrito se durmió después de tomar el biberón. Rita acompañó a Amelia a su antigua habitación, allí le enseñó sus cosas.—Todo está como lo dejaste la última vez que estuviste aquí. Amelia observó la habitación de lado a lado, se fijó en una foto suya del día de su graduación, no cabía duda que era ella, ese era su rostro, su modo de mirar y de sonreír; cuando veía las fotos que había en la.mansión, no podía verse así misma, su maquillaje, su cabello, su forma de posar, se el hacía difícil ser esa Silvia. Pero ahora era Amelia.La anciana la dejó sola para darle chance de que se cambiara.A solas Amelia se acercó al guardarropa, sacó varias de sus prendas de vestir y las observó, era ropa sencilla, de uso casual, sin las opulencias de los vestidos de Silvia ni la elegancia de los conjuntos que ella misma había elegido en el viaje que hizo con Ignacio a Houston. Recordó el día que fueron a la casa, cuando Ignacio pretendía quemar la ropa de Silvia."Le guarda rencor, desea destruir su
Mario llevó a Amelia a la casa de Pedro. Cuando llegaron en la sala había varios miembros de la familia Duarte, jóvenes y viejos. Rita viajó con ellos para acompañar a Amelia mientras el a se acoplara a la vida junto a su marido.Mario le trataba bien, parecía ser un hombre dulce y cariñoso. Fueron arriba a la que era la habitación de Amelia.—Esta era tu habitación mi reinita, pero tenemos nuestra propia casa, la compré para ti y tiene todo como te gusta, la cocina está decorada a tu gusto, mañana irán las muchachas a limpiarla, es que tiene mucho polvo acumulado porque ha estado deshabitada. Ten paciencia mientras podamos mudarnos.—¿Por qué otra casa? Esta es grande y bonita, si era de mis padres supongo que debía amar este lugar. —Bueno, si tú prefieres vivir aquí pues nos quedamos, solo debemos elegir una habitación más grande para los dos.Amelia observó un pequeño gavetero color azul, se acercó a este y abrió la primera gaveta, había ropa de bebé.—Es la ropa que elegiste para