127 La amaba a ella

Amelia y Fabiola llegaron a la pensión de Rita, la anciana, los primos de Amelia y los inquilinos salieron a su encuentro, maravillados porque ella estaba con vida.

Amelia se encontraba ahora en un mundo totalmente distinto al que había conocido hasta entonces, la gente que la rodeaba, la casa, los aromas, la sencillez con que todos vestían contrastaba con la casa y la familia de Ignacio.

Fabiola subió a su cuarto a empacar sus cosas. Sollozó de la impotencia que sentía, mientras empacaba su ropa hablaba sola y refunfuñando.

—Ese Ignacio siempre me cayó gordo, pero la quiere, estoy segura que Amelia no soporta a Mario, podrá haber perdido la memoria, pero el corazón no olvida.

Rita le dijo:

—¿Pero dónde estuviste todo este tiempo? —Amelia recordó el perdido de Diego, de alguna manera presintió que debía callar y no armar un escándalo; Andrea, Lucrecia, y los demás miembros de la familia habían sido muy buenos con ella y con su hijo. Aún ignoraba la existencia de otra mujer que fuera
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