Pedrito se durmió después de tomar el biberón. Rita acompañó a Amelia a su antigua habitación, allí le enseñó sus cosas.—Todo está como lo dejaste la última vez que estuviste aquí. Amelia observó la habitación de lado a lado, se fijó en una foto suya del día de su graduación, no cabía duda que era ella, ese era su rostro, su modo de mirar y de sonreír; cuando veía las fotos que había en la.mansión, no podía verse así misma, su maquillaje, su cabello, su forma de posar, se el hacía difícil ser esa Silvia. Pero ahora era Amelia.La anciana la dejó sola para darle chance de que se cambiara.A solas Amelia se acercó al guardarropa, sacó varias de sus prendas de vestir y las observó, era ropa sencilla, de uso casual, sin las opulencias de los vestidos de Silvia ni la elegancia de los conjuntos que ella misma había elegido en el viaje que hizo con Ignacio a Houston. Recordó el día que fueron a la casa, cuando Ignacio pretendía quemar la ropa de Silvia."Le guarda rencor, desea destruir su
Mario llevó a Amelia a la casa de Pedro. Cuando llegaron en la sala había varios miembros de la familia Duarte, jóvenes y viejos. Rita viajó con ellos para acompañar a Amelia mientras el a se acoplara a la vida junto a su marido.Mario le trataba bien, parecía ser un hombre dulce y cariñoso. Fueron arriba a la que era la habitación de Amelia.—Esta era tu habitación mi reinita, pero tenemos nuestra propia casa, la compré para ti y tiene todo como te gusta, la cocina está decorada a tu gusto, mañana irán las muchachas a limpiarla, es que tiene mucho polvo acumulado porque ha estado deshabitada. Ten paciencia mientras podamos mudarnos.—¿Por qué otra casa? Esta es grande y bonita, si era de mis padres supongo que debía amar este lugar. —Bueno, si tú prefieres vivir aquí pues nos quedamos, solo debemos elegir una habitación más grande para los dos.Amelia observó un pequeño gavetero color azul, se acercó a este y abrió la primera gaveta, había ropa de bebé.—Es la ropa que elegiste para
Silvia se encontraba en el jardín de la casa donde Ignacio la tenía encerrada, llena de amargura por su destino del cual no sabía si algún día podría escapar, estaba sin maquillaje y sin un atuendo que realzara su belleza. Su cuerpo lo tenía muy delgado porque había días que no le apetecía probar bocado. Casandra llegó de imprevisto y mandó que le trajeran a Silvia a la sala. Silvia con una expresión cargada de menosprecio miró a la mujer sentada cómodamente en el sofá. —¿Ahora qué? ¿Vienes de nuevo a joderme la vida? —Solo vine a traerte una nueva noticia; siéntate para que la oigas. —¿Qué noticia podría decirme una perra? —Una perra tratando a otra de perra, tus palabras no me insultan. —Silvia la miró de arriba abajo. —Entonces hable. —Casandra cruzó las piernas y extendió los brazos en el espaldar del sofá. —Está bien, pero insisto en que deberías sentarte, porque lo que te voy a decir te sorprenderá… y mucho. —Le dije que hable. —Ignacio al fin decidió liberarse de ti
Amelia vacío su bolso, sacó todo lo que había y lo dejó sobre la cama.Primero sacó los diarioa de Silvia y pensó:"No voy a leerlos, no me pertenecen, le pertenecen a ella, a la verdadera esposa de Ignacio. ¿Por qué Silvia se habrá ido de su casa? ¿Cómo pudo obligarme a usurparla?"Dejó los diarios a un lado y luego tomó el gris que le pertenencia a ella. Suspiró en silencio, pensó que ya era hora de leerlo."Esta noche lo leeré sin que nadie me interrumpa."Terminó de vaciar el bolso volcando todo sobre la cama; observó todo lo que tenía adentro, cayó en cuenta que nada de lo que había allí le pertenecía. Estaban las tarjetas de crédito, el carnet de identificación de Silvia y hasta su pasaporte; púes no había pasado mucho tiempo desde que regresó de Houston y aún no terminaba de desempacar cuando descubrió todo. También observó las llaves del apartamento que Ignacio compró para su estadía cuando ella viajara a recibir su tratamiento. Recordó con nostalgia esos días felices que
Todos salieron de sus habitaciones cuando oyeron el grito de Rosalía, Mario no tuvo tiempo de desaparecer y fingió que la estaba auxiliando.—Hay que llevarla a la capital. —Sugirió Rita. —Romelia casi se desmaya de la impresión, Fabiola y Amelia la llevaron a una silla.—La vamos a llevar al hospital, se pondrá bien. —Le dijo Fabiola con tono compasivo. Amelia le llevó agua.Mario cargó a Rosalía y la llevó a la camioneta, Amelia ayudó a acomodarla en la parte de atrás. En medio de todo Rosalía balbuceaba intentando decir algo, pero no tenía aliento ni siquiera para articular una sola palabras. Mario supuso que ella intentaba acusarlo con Amelia, en sus adentros deseaba que se muriera.Fabiola se sentó atrás y sostuvo la cabeza de Rosalía; ella y Mario se fueron a llevarla a la capital. Por el camino se encontraron con Serafín, después que su sobrino le contó todo, Serafín fue a la casa a buscar a Romelia. Amelia empacó algunas cosas y se fue con ellos a la capital. Dejó a Pedrito c
Amelia estaba consciente que Ignacio debía estar enojado con ella, sin embargo estaba decidida a buscarlo e intentar reconciliarse con él.Regresar con Mario no estaba en su mente; tampoco sentía que debiera volver a San Pedro, allí descubrió que su única familia era Rita, sus hijos y Fabiola que en poco tiempo comenzó a sentirla como una hermana. Por otra parte Rosalía y Romelia, ya ella sabía su historia con estas dos mujeres, no tenía razón para guardarles rencor, pero estaba consciente que no la consideraban como de su familia, y ella tampoco iba a hacerlo.Después de decidir dejar a Mario y de ir a ver a Ignacio, Amelia se sintió más animada, además le encantaba la idea de vivir con Rita y sus primos, no recordaba el pasado, pero se sentía en un hogar acogedor, y le gustaba compartir con ellos.Fabiola notó el cambio en la expresión de su rostro, juntas bañaron a Pedrito.—Te ves contenta; desde el día que saliste de esa mansión tenías cara de amargada.—Es que es la primera vez
Amelia dejó de llorar, Fabiola le dijo:—Si quieres antes de irnos podemos tomar un café y hablamos.—No, me siento... —se quedó en silencio y se puso la mano en la frente.—¿Estás mareada? —Está oscuro. —De pronto Amelia se desplomó y cayó al suelo.—¡Amelia! Fabiola exclamó angustiada. Amelia estaba inconsciente. Fabiola gritó por ayuda, pero estaban en una calle poco concurrida, pues era un complejo de oficinas. El portero del grupo Alcázar corrió hacia ellas.—¿Qué le pasó a la señora?—Se desmayó. —La llevaré a la enfermería del grupo. El hombre cargó a Amelia y la llevó de regreso al edificio donde estaba la enfermería, allí la dejó sobre la camilla que la enfermera le indicó.—Ya el doctor la va a examinar.***Ignacio se encerró en la oficina y se sentó detrás y de su escritorio, pretendía continuar como si nada extraordinario como la repentina visita de la mujer que amaba hubiera sucedido. Abrió la laptop para ponerse a trabajar, lo intentó por un par de minutos, pero su
Serafín llegó a la residencia y le dijo a Amelia.—Me llamó mi sobrino, me dijo que te llevará de regreso.—Si, Carlitos me iba a llevar.—Mi hermano me llamó por teléfono y me dijo que Mario llegó allá con el niño. —Rita intervino.—Si, se lo llevó sin el permiso de Amelia, está manipulándola para que ella regrese al pueblo.—Mi sobrino está loco. —Dijo que no va a permitir que Amelia lo abandone.—Ay muchacha, no debió casarse con él.Rita agregó:—Amelia ni siquiera recuerda cuándo se casó con ese… mejor me callo.—Bueno,supongo que está afanada por ver al niño.—Si.—Entonces nos vamos.—Voy por mis cosas.—La espero.Fabiola siguió a Amelia a la habitación.—¿Al fin qué piensas hacer? Porque no creo que te vayas a quedar con Mario.—No me voy a quedar con él, voy a escapar de San Pedro y voy a desaparecer. —¿Desaparecer?—Si, no dejaré que Mario me arrebate a mi hijo.—¿Pero a dónde irás?—No lo sé, tía ya me entregó las joyas de mis padres y un dinero que sacó del banco, con e