Silvia se encontraba en el jardín de la casa donde Ignacio la tenía encerrada, llena de amargura por su destino del cual no sabía si algún día podría escapar, estaba sin maquillaje y sin un atuendo que realzara su belleza. Su cuerpo lo tenía muy delgado porque había días que no le apetecía probar bocado. Casandra llegó de imprevisto y mandó que le trajeran a Silvia a la sala. Silvia con una expresión cargada de menosprecio miró a la mujer sentada cómodamente en el sofá. —¿Ahora qué? ¿Vienes de nuevo a joderme la vida? —Solo vine a traerte una nueva noticia; siéntate para que la oigas. —¿Qué noticia podría decirme una perra? —Una perra tratando a otra de perra, tus palabras no me insultan. —Silvia la miró de arriba abajo. —Entonces hable. —Casandra cruzó las piernas y extendió los brazos en el espaldar del sofá. —Está bien, pero insisto en que deberías sentarte, porque lo que te voy a decir te sorprenderá… y mucho. —Le dije que hable. —Ignacio al fin decidió liberarse de ti
Amelia vacío su bolso, sacó todo lo que había y lo dejó sobre la cama.Primero sacó los diarioa de Silvia y pensó:"No voy a leerlos, no me pertenecen, le pertenecen a ella, a la verdadera esposa de Ignacio. ¿Por qué Silvia se habrá ido de su casa? ¿Cómo pudo obligarme a usurparla?"Dejó los diarios a un lado y luego tomó el gris que le pertenencia a ella. Suspiró en silencio, pensó que ya era hora de leerlo."Esta noche lo leeré sin que nadie me interrumpa."Terminó de vaciar el bolso volcando todo sobre la cama; observó todo lo que tenía adentro, cayó en cuenta que nada de lo que había allí le pertenecía. Estaban las tarjetas de crédito, el carnet de identificación de Silvia y hasta su pasaporte; púes no había pasado mucho tiempo desde que regresó de Houston y aún no terminaba de desempacar cuando descubrió todo. También observó las llaves del apartamento que Ignacio compró para su estadía cuando ella viajara a recibir su tratamiento. Recordó con nostalgia esos días felices que
Todos salieron de sus habitaciones cuando oyeron el grito de Rosalía, Mario no tuvo tiempo de desaparecer y fingió que la estaba auxiliando.—Hay que llevarla a la capital. —Sugirió Rita. —Romelia casi se desmaya de la impresión, Fabiola y Amelia la llevaron a una silla.—La vamos a llevar al hospital, se pondrá bien. —Le dijo Fabiola con tono compasivo. Amelia le llevó agua.Mario cargó a Rosalía y la llevó a la camioneta, Amelia ayudó a acomodarla en la parte de atrás. En medio de todo Rosalía balbuceaba intentando decir algo, pero no tenía aliento ni siquiera para articular una sola palabras. Mario supuso que ella intentaba acusarlo con Amelia, en sus adentros deseaba que se muriera.Fabiola se sentó atrás y sostuvo la cabeza de Rosalía; ella y Mario se fueron a llevarla a la capital. Por el camino se encontraron con Serafín, después que su sobrino le contó todo, Serafín fue a la casa a buscar a Romelia. Amelia empacó algunas cosas y se fue con ellos a la capital. Dejó a Pedrito c
Amelia estaba consciente que Ignacio debía estar enojado con ella, sin embargo estaba decidida a buscarlo e intentar reconciliarse con él.Regresar con Mario no estaba en su mente; tampoco sentía que debiera volver a San Pedro, allí descubrió que su única familia era Rita, sus hijos y Fabiola que en poco tiempo comenzó a sentirla como una hermana. Por otra parte Rosalía y Romelia, ya ella sabía su historia con estas dos mujeres, no tenía razón para guardarles rencor, pero estaba consciente que no la consideraban como de su familia, y ella tampoco iba a hacerlo.Después de decidir dejar a Mario y de ir a ver a Ignacio, Amelia se sintió más animada, además le encantaba la idea de vivir con Rita y sus primos, no recordaba el pasado, pero se sentía en un hogar acogedor, y le gustaba compartir con ellos.Fabiola notó el cambio en la expresión de su rostro, juntas bañaron a Pedrito.—Te ves contenta; desde el día que saliste de esa mansión tenías cara de amargada.—Es que es la primera vez
Amelia dejó de llorar, Fabiola le dijo:—Si quieres antes de irnos podemos tomar un café y hablamos.—No, me siento... —se quedó en silencio y se puso la mano en la frente.—¿Estás mareada? —Está oscuro. —De pronto Amelia se desplomó y cayó al suelo.—¡Amelia! Fabiola exclamó angustiada. Amelia estaba inconsciente. Fabiola gritó por ayuda, pero estaban en una calle poco concurrida, pues era un complejo de oficinas. El portero del grupo Alcázar corrió hacia ellas.—¿Qué le pasó a la señora?—Se desmayó. —La llevaré a la enfermería del grupo. El hombre cargó a Amelia y la llevó de regreso al edificio donde estaba la enfermería, allí la dejó sobre la camilla que la enfermera le indicó.—Ya el doctor la va a examinar.***Ignacio se encerró en la oficina y se sentó detrás y de su escritorio, pretendía continuar como si nada extraordinario como la repentina visita de la mujer que amaba hubiera sucedido. Abrió la laptop para ponerse a trabajar, lo intentó por un par de minutos, pero su
Serafín llegó a la residencia y le dijo a Amelia.—Me llamó mi sobrino, me dijo que te llevará de regreso.—Si, Carlitos me iba a llevar.—Mi hermano me llamó por teléfono y me dijo que Mario llegó allá con el niño. —Rita intervino.—Si, se lo llevó sin el permiso de Amelia, está manipulándola para que ella regrese al pueblo.—Mi sobrino está loco. —Dijo que no va a permitir que Amelia lo abandone.—Ay muchacha, no debió casarse con él.Rita agregó:—Amelia ni siquiera recuerda cuándo se casó con ese… mejor me callo.—Bueno,supongo que está afanada por ver al niño.—Si.—Entonces nos vamos.—Voy por mis cosas.—La espero.Fabiola siguió a Amelia a la habitación.—¿Al fin qué piensas hacer? Porque no creo que te vayas a quedar con Mario.—No me voy a quedar con él, voy a escapar de San Pedro y voy a desaparecer. —¿Desaparecer?—Si, no dejaré que Mario me arrebate a mi hijo.—¿Pero a dónde irás?—No lo sé, tía ya me entregó las joyas de mis padres y un dinero que sacó del banco, con e
Amelia buscó un hotel en dónde hospedarse durante el resto de la noche.Ya era de madrugada cuando Mario despertó, vio en su reloj de muñeca que habían pasado varias horas. Por alguna razón sintió curiosidad por saber de Amelia y su hijo durmiendo, entonces fue a la otra habitación, cuando entró se percató que ella y el niño no estaban. Puso una expresión de consternación y asombro, sintió rabia y a la vez se rehusó a creer que ella se había marchado. Buscó el bolso de Amelia en el perchero pero este no estaba allí.—¡Amelia! Gritó y salió al pasillo, continuó gritando su nombre y abrió todas las puertas de las demás habitaciones esperanzado con encontrarla en alguna de estas, pero ella no estaba. Bajó las escaleras, la buscó hasta en la cocina, como no la encontró, salió al patio trasero y comenzó a gritar como loco:—¡Maldita seas Amelia! ¿Dónde te metiste? A donde sea que hayas ido te voy a encontrar.***Ignacio despertó de forma repentina en la madrugada, estaba profundamente d
Ignacio regresó a la oficina, no había pasado mucho tiempo cuando Diego llegó a preguntarle qué quería la policía.—¿Para qué te citó el detective?—Amelia escapó de su casa en San Pedro hace cuatro días y nadie sabe dónde está.—¿Por qué escapó?—No quería estar con Mario, pero él la amenazó con quitarle al niño si lo dejaba. Amelia escapó a media noche de esa casa, ¿te imaginas? sola con Pedrito por ese camino de noche y con frío… después no sé qué habrá hecho para salir de ese pueblo tan tarde, para conseguir un auto —Se consternó —. Ese mismo día me buscó y yo la eché de aquí, no pensé que estuviera tan mal con Mario al punto que deseara huir.—Seguramente estará en casa de algún familiar escondida.—Según el detective todos están muy preocupados por ella.—Por qué no vas y hablas con ellos, tal vez te digan algo. —Ignacio se puso de pie.—Tienes razón, voy a la residencia ahora mismo.***Desde que llegó a Houston, Amelia comenzó a buscar un apartamento para alquilar, y consiguió