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Capítulo 3: Ir a su casa

El hombre rápidamente me inmoviliza, haciéndome girar con tanta rapidez, que me da mareo, pero, ni siquiera me he recuperado del mareo, cuando él me nalguea robándome el aliento.

— Compórtate, pequeña. Deja que primero cure tus heridas y después haces tu rabieta de niña malcriada. — dice el hombre que pasa algo húmedo por una de mis manos heridas.

Aunque intento resistirme, el toque gentil más lo que me coloca hace que el dolor no se sienta igual, por lo que, me giro y dejo que me cure las heridas, mientras mentalmente lo insulto. 

Después de todo, no puedo golpear a mi enemigo o insultarlo, cuando no sé hacia donde me lleva y cuantas personas nos siguen.

— ¿Qué es lo que quieres?

— Curar tus heridas. Le prometí a tu padre que te protegería y he faltado a mi promesa en tiempo récord. Lo cual, no me agrada en lo absoluto. — dice él.

— ¿Por qué debo casarme contigo? Si te gusto, no eres el primero que siente algo así por mí, pero, eso no quiere decir que debo casarme contigo.

— Yo no le pedí esto a tu padre, si es lo que piensas. Fue él quien vino hoy pidiéndome que me case contigo.

— No es posible. — susurro aturdida.

— Los motivos, debes preguntarle a él. Lo que sí quiero que sepas es que yo he aceptado y como trato ya pactado, se realizará. Así que, vuelvo a decirte, ¿quieres hacer esto placentero o te vas por el camino largo y molesto?

— No me casaré contigo.

El hombre asiente, pero, se nota que no le importa. Por lo que, muerdo mi labio inferior sintiéndome molesta, porque no parece importarle a él o a mi padre mi descontento con esto.

— Entonces has elegido el camino largo. — dice él mientras el auto se detiene.

Él de inmediato se baja y abre una puerta que parece de un ascensor. De inmediato, miro a mi alrededor y noto que estamos en un garaje un poco conocido. Por lo que, de inmediato, entro al ascensor, que se cierra después de mí.

— Seguramente pensó mejor las cosas mi padre al ver que me marché. Me alegra que me hayas traído aquí, ahora seré yo la que me divertiré y me sentiré complacida al escuchar que mi padre te eche de nuestras vidas. — digo con firmeza.

El hombre a mi lado sonríe, pero, no me dice algo, si no que, apenas se abre la puerta metálica, comienza a quitarse la ropa húmeda. En cambio, yo me congelo apenas salgo del ascensor, porque aunque el garaje es muy parecido al igual que el ascensor, no es mi casa.

— ¿Dónde estamos?

— Un lugar donde te divertirás y te sentirás complacida. Lo que no me dijiste bien es si sentirás todo eso o si necesitas mi ayuda. — dice el hombre quitándose la camisa de botones que me muestra su cuerpo lleno de muchas líneas que dejan claro que se ejercita y mucho.

Rápidamente, cubro mis ojos y me giro al saber que no es educado ver el cuerpo desnudo de alguien que no te ha dado el consentimiento.

— No necesitas girarte. Después de todo, lo verás y tocarás cuando seamos esposos, Day. — dice el hombre a mis espaldas.

— Deja de decir tonterías y llévame a casa. — ordeno.

De un momento a otro, dejo de escuchar su voz y eso me asusta. Por lo que, miro a mi alrededor sin tener el valor de girarme. Por lo que, solo cuando algo cae sobre mi cabeza, es que grito y sintiendo algo fuerte detrás de mí, me lanzo a su cuerpo, quedando como un animal aferrado a su torso.

— No grites, solo te he lanzado ropa. Ve a cambiarte antes de que te dé un resfriado y aléjate de mí. Si me seduces así, no creo que pueda esperar a nuestra noche de bodas. — dice el hombre y yo de inmediato, me alejo de su cuerpo como si quemara.

Apenas lo hago, la toalla que cubría su cuerpo se cae y yo debo ver algo grande siendo prisionero de una ropa interior que parece tener algo peligroso en su interior.

— Y el pervertido soy yo. — se burla el hombre para después marcharse, mientras yo cubro mis ojos con vergüenza.

— Lo has hecho a propósito. — grito molesta.

— Ya le he dicho a tu padre que estás en mi casa. Por lo que, escuché, no vendrá a recogerte y me prohibió que te enviara a casa. Así que, si quieres irte, vete por tus medios.

>> Pero, antes de hacerlo, quiero que tengas claro donde estamos. Mi casa está ubicada en Inferno. Buena suerte buscando un transporte. Pero, si por cosas de la vida no puedes irte, hay quince habitaciones en mi casa, escoge una. Iré a ejercitarme, pequeña. — dice el hombre que de un momento a otro, desaparece como si nada.

— Esto debe ser una broma. Mi padre no puede dejarme tirada aquí. Sabe que no podré salir si no viene alguien autorizado por el dueño de la propiedad. — digo mientras el charco de agua bajo mis pies se hace más grande por las gotas de agua que escurre mi ropa.

‘Que gran primer cumpleaños como adulta he tenido.’  Me digo mentalmente, mientras tiemblo.

Aunque no puedo quejarme, tuve una excelente vista que ni siquiera el más atlético de la universidad tiene algo así y eso, hace que mi mala noche sea menos mala.

— ¿Qué estás pensando, Day? — digo golpeando mi cabeza. — He perdido todo rastro de cordura.

La gran casa que resulta intimidante, me saluda y por ello, debo moverme rápido. Lo mejor es que me coloque ropa seca y después, pensaré en como marcharme. Porque es claro que no puedo quedarme en la casa de un desconocido.

Rápidamente, encuentro una habitación, donde entro y de inmediato, me ducho y visto con ropa seca, para poder marcharme. Cuando estoy en la habitación terminando de vestirme, el teléfono suena y yo contesto deseando pedir ayuda.

— ¿Hola?

— Day. — dice mi padre.

— Papi. — digo y comienzo a llorar por todo lo que me está sucediendo.

— No llores. Todo esto es por tu bien. Debo ir a un viaje importante, así que, ve a todas las citas para organizar tu boda. Dos semanas se van rápido y por eso, necesito que te apresures.

— Papi, ven a buscarme.

— Quédate allá. No quiero que te quedes sola en casa. Day, se obediente, necesito que lo seas y por eso, voy a congelar todas tus cuentas. Solo cuando te cases con él, podrás usarlas moderadamente, te amo, hija y lo siento. — dice mi padre colgando la llamada que me hace gritar y llorar sin detenerme.

‘Esto no puede estar pasándome.’ Me digo mentalmente.

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