HOLA, GRACIAS POR LEER LA ESPOSA PROHIBIDA DEL CEO. TE INVITO A LEER ESTA NUEVA HISTORIA LLAMADA, PROHIBIDO AMAR OTRA VEZ, TENDREMOS CUATRO PROTAGONISTAS CADA UNO LUCHANDO POR RESISTIRSE AL VERDADERO AMOR, SERÁ UNA HISTORIA CORTA, Y ESPERÓ QUE SEA DE TU AGRADO. GRACIAS POR TU APOYO
«Podía recordarlo todo muy bien. Él estaba de pie ante el altar, con los nervios consumiéndolo, y una ilusión en su corazón. Ese día, la mujer que adoraba sería suya; Abigail Alwyn sería su esposa ante Dios y ante la ley. De pronto, las campanas resonaron, la puerta se abrió y sonó la marcha nupcial. Denver miró a su abuelo y sonrió, pero su sonrisa se volvió dudosa, al ver que era Vania quien entraba. Caminó, levantando su largo vestido para llegar más rápido a él. —Ella no vendrá, Denver, esta es su última carta. Denver sintió un dolor que golpeaba su corazón, tomó la carta en sus manos temblorosas. La abrió con rapidez y leyó. «No te amo, Denver, nunca te amé. No sé nada sobre este juego, pero no puedo casarme con alguien a quien no amo. Si quieres llamarme una traidora, infiel, o lo que sea, puedes hacerlo, pero el amor no miente, el amor no es sacrificio. Amo a Matty, él y yo escaparemos, vamos a lograr nuestro amor, así que, si tienes dignidad, olvídate de mí, busca
Mandy corrió hasta el mar, observó al hombre, no dudó en sujetarlo, hasta que vio a unas personas venir a ella, gritó por auxilio. Los hombres corrieron y sacaron tanto a ella, como al hombre, arrastrándolos fuera del agua. Mandy respiró asustada. Vio al hombre sobre la arena, las personas le dieron primeros auxilio. Cuando vio cómo ese desconocido expulsaba agua por la boca, y volvía en sí, Mandy sintió alivio. Se intentó levantar, los hombres quisieron negarse, le dijeron que llamarían a una ambulancia. —¡No! Estoy bien —dijo el hombre con voz severa, ni siquiera les dijo gracias. Los sujetos asintieron, lo dejaron ahí. Mandy observó al hombre. —No te ves bien, mi hotel está ahí, ven conmigo, ahí llamaré a un médico y pediré que sequen tu ropa. —¿Quién eres? ¿Por qué me salvaste? —exclamó con amargura —¿Querías morir? —ella observó su rostro, supo que sí, y sintió compasión—. Me llamo Mandy ¿Y tú? —Matt, me llamo Matt, gracias por salvarme —dijo con voz débil —Entonces…
Mandy puso comida en la mesa. Miró al hombre, tenía una sonrisa blanca en el rostro. —Vamos, siéntate a comer, después de que casi te ahogas, deberías dar gracias a la vida, y disfrutar de un poco de comida deliciosa. Matt se sentó a la mesa con ella. —La gente como yo no sabemos de buena vida —dijo Matt Mandy le miró fijamente, arrugando el gesto. —Te aseguro una cosa: si hubieses crecido en el lugar donde lo hice yo, no hubieras aguantado ni un día. Matt sonrió, su sonrisa era perlada, grande y suave. —¿Tan mala fue? —Mala y tres veces, no teníamos que comer. Mi padre nos dejó por las drogas, terminó muerto y su cuerpo en una tumba común, ni siquiera pudimos reclamarlo, ¿con qué dinero se le enterraría? Mi madre hizo lo que pudo y, como siempre pasa, siendo pobres, enfermó, yo tuve que hacer de madre subrogada para poder pagar su tratamiento, ¿y qué crees? El hijo de puta que debió pagarme por dar a luz a su bebé, no lo hizo, mi madre murió, y yo ni siquiera lo supe, porque e
Mandy escuchó que llamaban a la puerta, al abrir le entregaron la ropa del hombre. Ella se la dio y Matt fue a cambiarse al baño. Cuando salió le dijo que debía irse. «Ojalá fuera libre», pensó, pero se reprendió en su interior, ella era solo una chica que recién conoció, aunque salvó su vida. —Matt, recuerda lo que hablamos, mira que no quiero verte debajo de un puente. Él rio un poco. —No lo haré. —¿Promesa? —exclamó ella, mostrándole el dedo pequeño. Matt se sorprendió, pero unió su dedo meñique al de ella, para sellar esa promesa. —Lo prometo, ¿Y por qué te importa tanto lo que me pase? —cuestionó, liberando su dedo. Ella sonrió. —No lo sé, no te conozco, podrías ser un asesino serial —ambos rieron—. Mi madre, decía que, en realidad, nada es casualidad. Cada persona que cruza en tu vida es por una razón especial. Quizás ya nos conocimos en otra vida, por eso te he salvado. Adiós y buena suerte, Matt. Ella lo llevó a la puerta. Matt aún la miraba, había tal brillo que,
Abigail volvió a la realidad, encendió el auto y salió de ese lugar. Denver la observaba desde la ventana de su habitación, conservaba un poco de esperanza, ni siquiera sabía por qué, en el fondo, esperaba que ella subiera a esa habitación. «¿Qué esperaba? Que viniera y dijera que se arrepiente de todo, que me rogara por una oportunidad, que confesara que siempre me amó a mí. ¡Qué idiota soy! Tengo prohibido amarte otra vez, Abigail, esto será así por siempre», pensó con rabia. *** Mandy estaba lista, se observó al espejo, le gustaba cómo se veía. Si alguien en el pasado le hubiese dicho que estaría en Europa, con dinero suficiente para gastar y la única misión de divertirse, ella no lo creería, pero ahora, la vida dio un vuelco. —Debo disfrutar esto, uno nunca sabe cuándo va a encontrarse con esta oportunidad, de todos modos, al final, lo único que nos queda es el recuerdo. Mandy tomó su cartera, se dirigió a uno de los mejores clubes del lugar, estaba solo a un par de calles.
Mandy empujó la puerta, se adentraron en la habitación, escuchó que él cerró la puerta. El beso era exigente, ambicioso y pasional. Sus pieles se erizaron, era como si se reconocieran. Cayeron en la cama, no pudieron evitarlo. Detuvieron el beso, él estaba encima de ella, sus ojos se encontraron, ambas pupilas brillaban cegadas por el deseo. Se alejaron, él se levantó, lanzó un suspiro. La cordura parecía volver a sus cabezas. Ella respiró. «¿Qué estoy haciendo?», pensó. Pero, sintió cómo esas manos volvían a acercarla. Matt besó sus labios, ella se dejó llevar. Él se quitó la camisa, el corazón de Mandy latió rápido, era un hombre tan atractivo: ojos ardientes y azules, cabellos oscuros y un cuerpo esculpido como estatua de Dios griego. Volvió a acercarla, mientras sus labios la reclamaban, no pudo escapar, sintiendo esas manos que la acariciaban sin tregua. Ella besó sus labios, sus lenguas se acariciaron, sus corazones latían en sintonía, las manos de Matt se apuraron a de
Los recuerdos tristes vinieron a Denver y empujó a la mujer de su lado tan fuerte que ella casi cayó al suelo. Los ojos Abigaíl se abrieron sorprendidos —¡¿Y entonces qué quiere de mí?! Dígalo de una buena vez, ¿quiere torturarme?, ¿golpearme? Dígalo de una m*****a vez y acabé con este martirio —gritó la mujer desesperada. Los ojos de Denver se abrieron grandes e incrédulos ante sus palabras. —¿Así que tienes valor, mujer? —exclamó severo. Abigail volvió a la realidad, retrocedió asustada, al ver como se acercaba a ella. Y en un arrebato la tomó entre sus brazos y le dio un beso salvaje como había soñado hacerlo siempre. Ella manoteó asustada, no lo esperaba. Él detuvo el beso, sus miradas se encontraron. Sus ojos brillaban de deseo y los de ella de miedo. Abigail intentó rectificar, hacerlo entrar en razón. Pensó que de nuevo la rechazaría, pero se equivocaba, porque ese beso ardiente y profundo encendió aún más su deseo por ella. —No te irás de aquí, Abigail, ni obtendrás
Abigail se apuró a vestirse, tomó el cheque, recordó las palabras hirientes que ese hombre le dijo, le dolieron, las lágrimas cayeron por su rostro. Hubiese querido darle el cheque, negarse a tomar algo de quien la odiaba, pero estaba desesperada, ¿a quién más podía suplicar? Respiró profundo. Debía salir de ahí, pero las piernas le flaqueaban por la humillación. Denver estaba afuera, con la mirada cabizbaja, pensaba en ella, su cuerpo se contenía del deseo de volver y hacerla suya. Pero, imaginar que ella hubiese estado con Matt, que se hubiera burlado de èl, eso lo mataba por dentro. Escuchó los pasos de la mujer, ella bajó la escalera apurada, no mirò sus ojos. —Gracias… —¿Gracias? No es una ayuda, mujer, recuérdalo, grábalo en tu mente. Pagarás por esto, mañana limpiarás la empresa, luego veré de qué otra forma pagarás. Si quieres que tu papito siga recibiendo atención médica, harás lo que sea que yo quiera, ¿quedó claro? Ella titubeó, pero asintió. Estaba por salir. —Gr