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Mandy puso comida en la mesa. Miró al hombre, tenía una sonrisa blanca en el rostro. —Vamos, siéntate a comer, después de que casi te ahogas, deberías dar gracias a la vida, y disfrutar de un poco de comida deliciosa. Matt se sentó a la mesa con ella. —La gente como yo no sabemos de buena vida —dijo Matt Mandy le miró fijamente, arrugando el gesto. —Te aseguro una cosa: si hubieses crecido en el lugar donde lo hice yo, no hubieras aguantado ni un día. Matt sonrió, su sonrisa era perlada, grande y suave. —¿Tan mala fue? —Mala y tres veces, no teníamos que comer. Mi padre nos dejó por las drogas, terminó muerto y su cuerpo en una tumba común, ni siquiera pudimos reclamarlo, ¿con qué dinero se le enterraría? Mi madre hizo lo que pudo y, como siempre pasa, siendo pobres, enfermó, yo tuve que hacer de madre subrogada para poder pagar su tratamiento, ¿y qué crees? El hijo de puta que debió pagarme por dar a luz a su bebé, no lo hizo, mi madre murió, y yo ni siquiera lo supe, porque e
Mandy escuchó que llamaban a la puerta, al abrir le entregaron la ropa del hombre. Ella se la dio y Matt fue a cambiarse al baño. Cuando salió le dijo que debía irse. «Ojalá fuera libre», pensó, pero se reprendió en su interior, ella era solo una chica que recién conoció, aunque salvó su vida. —Matt, recuerda lo que hablamos, mira que no quiero verte debajo de un puente. Él rio un poco. —No lo haré. —¿Promesa? —exclamó ella, mostrándole el dedo pequeño. Matt se sorprendió, pero unió su dedo meñique al de ella, para sellar esa promesa. —Lo prometo, ¿Y por qué te importa tanto lo que me pase? —cuestionó, liberando su dedo. Ella sonrió. —No lo sé, no te conozco, podrías ser un asesino serial —ambos rieron—. Mi madre, decía que, en realidad, nada es casualidad. Cada persona que cruza en tu vida es por una razón especial. Quizás ya nos conocimos en otra vida, por eso te he salvado. Adiós y buena suerte, Matt. Ella lo llevó a la puerta. Matt aún la miraba, había tal brillo que,
Abigail volvió a la realidad, encendió el auto y salió de ese lugar. Denver la observaba desde la ventana de su habitación, conservaba un poco de esperanza, ni siquiera sabía por qué, en el fondo, esperaba que ella subiera a esa habitación. «¿Qué esperaba? Que viniera y dijera que se arrepiente de todo, que me rogara por una oportunidad, que confesara que siempre me amó a mí. ¡Qué idiota soy! Tengo prohibido amarte otra vez, Abigail, esto será así por siempre», pensó con rabia. *** Mandy estaba lista, se observó al espejo, le gustaba cómo se veía. Si alguien en el pasado le hubiese dicho que estaría en Europa, con dinero suficiente para gastar y la única misión de divertirse, ella no lo creería, pero ahora, la vida dio un vuelco. —Debo disfrutar esto, uno nunca sabe cuándo va a encontrarse con esta oportunidad, de todos modos, al final, lo único que nos queda es el recuerdo. Mandy tomó su cartera, se dirigió a uno de los mejores clubes del lugar, estaba solo a un par de calles.
Mandy empujó la puerta, se adentraron en la habitación, escuchó que él cerró la puerta. El beso era exigente, ambicioso y pasional. Sus pieles se erizaron, era como si se reconocieran. Cayeron en la cama, no pudieron evitarlo. Detuvieron el beso, él estaba encima de ella, sus ojos se encontraron, ambas pupilas brillaban cegadas por el deseo. Se alejaron, él se levantó, lanzó un suspiro. La cordura parecía volver a sus cabezas. Ella respiró. «¿Qué estoy haciendo?», pensó. Pero, sintió cómo esas manos volvían a acercarla. Matt besó sus labios, ella se dejó llevar. Él se quitó la camisa, el corazón de Mandy latió rápido, era un hombre tan atractivo: ojos ardientes y azules, cabellos oscuros y un cuerpo esculpido como estatua de Dios griego. Volvió a acercarla, mientras sus labios la reclamaban, no pudo escapar, sintiendo esas manos que la acariciaban sin tregua. Ella besó sus labios, sus lenguas se acariciaron, sus corazones latían en sintonía, las manos de Matt se apuraron a de
Los recuerdos tristes vinieron a Denver y empujó a la mujer de su lado tan fuerte que ella casi cayó al suelo. Los ojos Abigaíl se abrieron sorprendidos —¡¿Y entonces qué quiere de mí?! Dígalo de una buena vez, ¿quiere torturarme?, ¿golpearme? Dígalo de una m*****a vez y acabé con este martirio —gritó la mujer desesperada. Los ojos de Denver se abrieron grandes e incrédulos ante sus palabras. —¿Así que tienes valor, mujer? —exclamó severo. Abigail volvió a la realidad, retrocedió asustada, al ver como se acercaba a ella. Y en un arrebato la tomó entre sus brazos y le dio un beso salvaje como había soñado hacerlo siempre. Ella manoteó asustada, no lo esperaba. Él detuvo el beso, sus miradas se encontraron. Sus ojos brillaban de deseo y los de ella de miedo. Abigail intentó rectificar, hacerlo entrar en razón. Pensó que de nuevo la rechazaría, pero se equivocaba, porque ese beso ardiente y profundo encendió aún más su deseo por ella. —No te irás de aquí, Abigail, ni obtendrás
Abigail se apuró a vestirse, tomó el cheque, recordó las palabras hirientes que ese hombre le dijo, le dolieron, las lágrimas cayeron por su rostro. Hubiese querido darle el cheque, negarse a tomar algo de quien la odiaba, pero estaba desesperada, ¿a quién más podía suplicar? Respiró profundo. Debía salir de ahí, pero las piernas le flaqueaban por la humillación. Denver estaba afuera, con la mirada cabizbaja, pensaba en ella, su cuerpo se contenía del deseo de volver y hacerla suya. Pero, imaginar que ella hubiese estado con Matt, que se hubiera burlado de èl, eso lo mataba por dentro. Escuchó los pasos de la mujer, ella bajó la escalera apurada, no mirò sus ojos. —Gracias… —¿Gracias? No es una ayuda, mujer, recuérdalo, grábalo en tu mente. Pagarás por esto, mañana limpiarás la empresa, luego veré de qué otra forma pagarás. Si quieres que tu papito siga recibiendo atención médica, harás lo que sea que yo quiera, ¿quedó claro? Ella titubeó, pero asintió. Estaba por salir. —Gr
Horas después, Mandy decidió volver con Denver, y su corazón estaba realmente herido. Tomó su maleta, pidió un taxi y fue al aeropuerto. Todo lo que quería era estar cerca de Denver, que era honesto, quería estar cerca de quien no podría hacerle daño. Sin embargo, no podía olvidar a Matt, aun sus palabras, sus caricias estaban grabadas en su mente. *** Cuando Denver despertó, recordó a Abigail, su recuerdo aún era como un fantasma en su habitación. Podía oler su perfume, podía sentirla cerca. Se levantó, hizo ejercicio y desayunó. Pronto debía ir con el abogado, debía tomar por fin su fortuna, la empresa y la mansión. Nada de eso tentaba a Denver, el dinero nunca tuvo efecto sobre su corazón. Escuchó que llamaron a la puerta, pensó en ella. ¿Y si era Abigail? Sin embargo, al abrir la puerta, encontró a Mandy. Ella lanzó las maletas al suelo, se arrojó a sus brazos y sollozó. Esto preocupó al hombre. —Mandy, ¿Qué ha pasado? Ella negó. —Nada, no me hagas caso, solo te extra
Mandy rompió el beso, observó a Denver con incredulidad, no parecía ser el mismo dulce hombre del pasado. Cuando mirò los ojos de Abigail, Mandy encontró dolor. «¿Acaso ella siente algo por Denver? ¡No! Ella dañó a Denver, incluso casi lo destruyó. ¡Ella no es una víctima!», pensó. Mandy alzó la barbilla, con un gesto de severidad. Abigail hundió la mirada. —Sigue limpiando, Abigail —dijo Denver. La mujer asintió, no importaba su humillación, ella no dijo nada. Denver sintió rabia, hubiese querido ver en sus ojos cualquier cosa, rabia, tristeza, lo que sea, menos la indiferencia, eso lo corrompía, lo hacía sentir nada frente a esa mujer que odiaba. Lanzó un golpe fuerte contra la tina de agua, haciendo que esta cayera y se derramara sobre todo el suelo. Denver esbozó una sonrisita burlona. —Limpia, tienes más trabajo, Abigail, no olvides cuál es tu maldito lugar a partir de ahora —el hombre se acercò, tomó su brazo con fuerza, y le susurró, de modo en que Mandy no pudo escu