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Anya llegó al aeropuerto. Había comprado su boleto de avión. Esperaba a que llegara la hora de irse. Cuando anunciaron el vuelo rumbo al Mediterráneo, ella estuvo ansiosa, por un instante deseó que Emerson llegara, que la rescatara de todo eso, pero pronto se dio cuenta de que eso no era posible. Tocó su vientre. «Es su hijo, estoy llevándome al hijo de Emerson conmigo, sin importarme nada, pero… èl no lo merece, no nos merece, quizás, lo haga sentir como a mí, como si nunca fuese la prioridad en su vida, perdóname, hijo, es mejor estar lejos de tu padre, ahora», pensó, sus ojos se volvieron cristalinos, entregó su boleto y pasaporte, y abordó el avión. *** Emerson despertó a la mañana siguiente, se había quedado dormido en esa cama, en una posición fetal, y solo despertó cuando escuchó el sonido incesante del teléfono. Abrió sus ojos, por un instante, anhelo que todo fuera una pesadilla, pero, cuando vio alrededor, encontró la habitación tal como ayer. Sus ojos se volvieron ll
—Si te negaste a ser la madre sustituta de mi hijo, ¿Quién lo hará entonces? —exclamó Ashton Clarisse sonrió. —Ya lo verás, espera, ya va a llegar. Escucharon el timbre de la puerta, Clarisse se apuró a abrir la puerta, antes que la empleada, entonces la joven entró, mirò a la mujer, tenía ese gesto, como un animal asustadizo. Los ojos de Ashton la miraron con una lascivia y gran sonrisa. —Hola, ¿y esta belleza? Clarisse sonrió. —Ayer dijiste que, si pagaba la cuenta de hospital de tu madre, harías lo que sea, ¿verdad? La jovencita asintió, temblorosa. —Bien, entonces, aquí tienes a la mujer que dará a luz al bebé que tendrás con Betty, Ashton. El hombre sonrió con malicia. —¿Te encargarás de Bradley? La mujer sonrió. —Sì, hoy mismo entraré en acción. —Hazlo, no quiero fallas. La mujer asintió. *** Ciudad Santander, Mediterráneo. Hank llegó a esa mansión, estaba ansioso, sin saber qué decir. «¿Qué diré? Solo, hola, hijo, soy tu padre, ¡Patético! No puedo solo decir e
Los hombres soltaron a Anya, ella mirò al hombre asustado, porque esos tipos peligrosos iban por èl. Uno de ellos sacó una navaja, Anya tuvo terror, quiso correr, pero no pudo. Observó cómo ese hombre, quien parecía un vagabundo, dio una fuerte patada a uno en el estómago, haciendo que cayera de rodillas al suelo. El otro, que tenía la navaja, quiso atacarlo, pero, ese hombre fuerte, tomó su mano, la dobló tanto que lo hizo chillar, luego golpeó su abdomen, y le quitó la navaja. Él alzó el cuello, y lo apuntó con esa navaja. —O se van ahora, o terminar tres metros bajo tierra. Los hombres le miraron asustados. —¡Nos iremos! —gritó uno de ellos, pero el hombre golpeó la cabeza y luego tiró un puñetazo contra el otro, dejándolos malheridos y sin conciencia. Anya abrió ojos sorprendidos, ¿Quién era ese hombre? ¿Acaso un salvador? —Ya estás a salvo, mujer —dijo levantando las bolsas con víveres que ellos lanzaron al suelo. El hombre tomó una manzana, y mirò sus ojos. —Mi pago.
Las manos de Emerson Carrigan se volvieron temblorosas, arrugó el papel, y luego, su gesto se volvió como el de una fiera herida a punto de atacar. Aquello provocó un miedo en la mujer, intentó retroceder, muy tarde, para sentir esa fuerte mano que apretaba su cuello dejando una marca roja e impedía que respirara. Los ojos marrones brillantes de Bianca se volvieron saltones, tenía un gesto inesperado. —¡Maldita seas, mil veces! ¡Eres una mentirosa! No es mi hijo, ¡No es mi hijo! Mentiste, y yo… —Emerson suavizó su agarre, casi la soltó, su mirada era perdida, parecía que recordaba—. ¡Te creí como un imbécil! ¡Fui un payaso, ciego de tus mentiras! —¡No! ¿Qué dices? ¡Es mentira! Este bebé es tuyo, te lo juro… Emerson la mirò con odio, alzó la mano, a punto estuvo de golpearla, pero la mujer cayó de rodillas a sus pies, chillando como un animal herido. —¡No, Emerson! Lo juro, ¡Es tu hijo! Emerson no podía creer que esa mujer siguiera mintiendo, cuando las pruebas estaban en sus mano
Al día siguiente Emerson despertó con una gran resaca, abrazado a la ropa de Anya, en lugar de arreglarse, decidió bajar por una botella de vino, siguió bebiendo, lo llamaron de la oficina, pero èl colgó cada llamada, sintió que nada le importaba. *** Hank llegó a ese colegio, era la hora de salida, la mayoría de los niños se habían marchado, él caminó adentro, los guardias le dejaron entrar. Pronto fue hasta el patio trasero, fue ahí que lo encontró. El joven barría los pisos, eso causó un dolor en Hank, le habían prometido que su hijo estaría bien, que tendría una gran vida, una vida como la que èl no podría darle, si no lo buscaba, sin embargo, su hijo no parecía tener esa vida prometida. Eso solo causó más resentimiento en el hombre. —Hola. Denver se giró a mirarlo, frunció el ceño. —Hola, buen día, ¿busca a alguien? —Te buscó a ti. Denver frunció el ceño. —¿A mí? —Denver tuvo recelo, pensó si se trataba de alguna jugada de los Carrigan-Hills, y se puso sobre alerta—. ¿
—¡¿Qué demonios haces, Bianca?! Se acabó tu m*****a trampa, baja de ahí, ¿creíste que me engañarías con un hijo que no es mío? ¿Crees que así me vas a conmover? ¡Baja de ahí! La mujer sollozaba, empujando más su cuerpo al límite del barandal. Emerson sintió rabia, apretó sus nudillos, no podía creer que ella hiciera eso, menos que fuese capaz de lanzarse. «Es la mujer más malvada y egoísta que conozco, no lo hará, no es ninguna tonta, no va a morir, solo quiere chantajearme para obtener de mí lo que necesita; dinero y comodidad», pensó —¿Crees que soy el mismo imbécil que te amó? Ya no lo soy, mujer, ahora vete. —¡Voy a morir, Emerson! Será tu culpa. ¿Acaso ya no me amas? Solo cometí un error, tú también te has equivocado, no soy perfecta, pero ¡te amo, Emerson! Aún podemos ser felices juntos —la mujer temblaba, sollozaba con desesperación. Emerson esbozó una risita sarcástica, rodó los ojos. —Yo creí amarte, Bianca, de verdad, traté de darte lo mejor de mí, te volví mi esposa e
La ambulancia llegó cinco minutos después. Cuando los paramédicos entraron, Emerson aún estaba en la cima de la escalera, con un rostro desamparado. Los paramédicos subieron el cuerpo de Bianca a la camilla, mientras decían que tenía el pulso muy débil. Emerson bajó la escalera, fue tras ellos. Al salir, vio a Betty y Bradley llegar, corrieron hasta él. —¡Emerson! —exclamó Bradley Betty lanzó un gritito ahogado al ver a Bianca. —¿Qué fue lo que pasó? —Ella… ¡Se lanzó por la escalera! Se suicidó porque no quise volver a su lado, ni criar a un hijo que no es mío —dijo Emerson, su mirada era incluso perdida, sus ojos eran llorosos. Betty se cruzó de hombros, sintió un escalofrío y quería reconfortarse. Bradley se dio cuenta de lo mal que estaba Emerson, tocó su hombro, lo miró a los ojos. —Vamos al hospital, te llevaremos, Emerson, no es tu culpa, ella tomó su loca decisión, tú no tienes la culpa de sus problemas mentales. Emerson alzó la vista, miró a Bradley, asintió. Fuero
—¡¿Qué dices, Bradley?! Yo… —ella se veía tan confusa que Bradley creyó que hizo mal. —No tienes que responder ahora, Betty, puedes hacerlo después. Ambos tuvieron que irse del hospital, pero prometieron volver. Emerson había llegado a casa, aún estaban limpiándola, la policía se había hecho presente, y tanto èl como la empleada dieron la misma versión de los hechos, cuando quedaron conformes, se fueron de ahí. Èl, por fin, pudo entrar a casa en torno a la madrugada, solo al hacerlo pudo escuchar el eco de la voz de Bianca, aun gritando en su mente, sus ojos se volvieron llorosos. Subió la escalera tan rápido, hasta entrar en esa habitación, era la de Anya, se recostó en la cama, volvió a abrazar sus ropas, aquellas que tenían su perfume, era como volver a tenerla en su corazón, pero ella no estaba aquí, el dolor cada vez lo golpeaba más. *** Al día siguiente. Bill estaba con Ruby Lang, ella arreglaba sus maletas, lista para irse con èl. —Debo visitar a mi hijo, con la muerte